Un año nuevo
Dicen que cuando se acerca fin de año los ángeles curiosos se sientan al borde de las nubes a escuchar los pedidos que llegan desde la tierra.
- ¿Qué hay de nuevo? -pregunta un ángel pelirrojo, recién llegado.
- Lo de siempre: amor, paz, salud, felicidad...- contesta el ángel más viejo.
- Y bueno, todas esas son cosas muy importantes.
- Lo que pasa es que hace siglos que estoy escuchando los mismos pedidos y aunque el tiempo pasa los hombres no parecen comprender que esas cosas nunca van a llegar desde el cielo, como un regalo.
- ¿Y qué podríamos hacer para ayudarlos? - Dice el más joven y entusiasta de los ángeles.
- ¿Te animarías a bajar con un mensaje y susurrarlo al oído de los que quieran escucharlo? - pregunta el anciano.
Tras una larga conversación se pusieron de acuerdo y el ángel pelirrojo se deslizó a la tierra convertido en susurro y trabajó duramente mañana, tarde y noche, hasta los últimos minutos del último día del año.
Ya casi se escuchaban las doce campanadas y el ángel viejo esperaba ansioso la llegada de una plegaria renovada.
Entonces, luminosa y clara, pudo oír la palabra de un hombre que decía:
"Un nuevo año comienza. Entonces, en este mismo instante, empecemos a recrear un mundo distinto, un mundo mejor: sin violencia, sin armas, sin fronteras, con amor, con
dignidad; con menos policías y más maestros, menos cárceles y más escuelas, con menos ricos y menos pobres.
Unamos nuestras manos y formemos una cadena humana de niños, jóvenes y viejos, hasta sentir que un calor va pasando de un cuerpo a otro, el calor del amor, el calor que tanta falta nos hace.
Si queremos, podemos conseguirlo, y si no lo hacemos estamos perdidos, porque nadie más que nosotros podrá construir nuestra propia felicidad".
Desde el borde de una nube, allá en el cielo, dos ángeles cómplices sonreían satisfechos.
Del libro: "Cuentos para Niños de 8 a 108 años II"
Pancho Aquino.
sábado, 31 de diciembre de 2011
martes, 27 de diciembre de 2011
Hilachas - de Noemí Fraerman
Hilachas
Mis ojos cerrados laten fragmentos de voces interiores.
Repican en mi sangre dulces memorias registradas.
Circulan por mis venas relampagueantes cortocircuitos.
Hace frío.
Me pesan el abrigo y los zapatos.
Fuera de mí
llora finamente el cielo
en derredor,
un supermercado
el colectivo de entrañas repleto
algunos árboles con plagas
minifaldas varias
luciendo deliciosas medias largas
zapatos de taco
apresuradas viejitas simpáticas
¿Me duele la espalda?
Necesito cambio chico
¿Comeré torta o sandwiche de salame?
Se ha cansado el brazo de transitar tantas emociones;
golpea el huérfano llavero de una sola llave
ese bolso a la espalda
que Se mece como una cuna.
Al buzón se le perdió una naranja
pero, aún florecen las rosas
El elefante con zancos
patinó en la vereda
y se puso a llorar
¡Cuánto café con leche frío!
Se desarmó la birome ¡justo ahora!
Las polillas se comieron el saco negro
pero por fin el Negro consiguió trabajo.
La luna se animó a salir y a mí me molesta el reloj.
¿Será ya la hora de crecer?
Llora un bebé ¿la música clásica le enseñará el candor?
Asustan y cautivan las huellas de mis manos.
¿Te acordás cuando jugábamos a la rayuela?
Noemí Fraerman
Mis ojos cerrados laten fragmentos de voces interiores.
Repican en mi sangre dulces memorias registradas.
Circulan por mis venas relampagueantes cortocircuitos.
Hace frío.
Me pesan el abrigo y los zapatos.
Fuera de mí
llora finamente el cielo
en derredor,
un supermercado
el colectivo de entrañas repleto
algunos árboles con plagas
minifaldas varias
luciendo deliciosas medias largas
zapatos de taco
apresuradas viejitas simpáticas
¿Me duele la espalda?
Necesito cambio chico
¿Comeré torta o sandwiche de salame?
Se ha cansado el brazo de transitar tantas emociones;
golpea el huérfano llavero de una sola llave
ese bolso a la espalda
que Se mece como una cuna.
Al buzón se le perdió una naranja
pero, aún florecen las rosas
El elefante con zancos
patinó en la vereda
y se puso a llorar
¡Cuánto café con leche frío!
Se desarmó la birome ¡justo ahora!
Las polillas se comieron el saco negro
pero por fin el Negro consiguió trabajo.
La luna se animó a salir y a mí me molesta el reloj.
¿Será ya la hora de crecer?
Llora un bebé ¿la música clásica le enseñará el candor?
Asustan y cautivan las huellas de mis manos.
¿Te acordás cuando jugábamos a la rayuela?
Noemí Fraerman
¿Por qué no recordamos nuestros primeros años de vida?
¿Por qué no recordamos nuestros primeros años de vida?
*Científicos descubren que los niños pueden almacenarlos, pero después comienzan a borrarse de la memoria.
La mayoría de los seres humanos no tenemos recuerdos de nuestros primeros años de vida. Para cuando llegamos a la adultez ya hemos olvidado la mayoría de las experiencias que formaron nuestra primera infancia. Los científicos incluso han acuñado un término: amnesia infantil.
Ahora, una nueva investigación llevada a cabo en Canadá encontró que esas memorias de los primeros años de vida son mucho más efímeras de lo que se pensaba.
Según los científicos de la Universidad Memorial de Terranova, antes de ir a la escuela (alrededor de los cuatro años) los niños pueden recordar lo que les ocurrió en sus años previos -incluso experiencias anteriores a los 18 meses- pero dos años más tarde esas memorias ya se habrán borrado.
Experiencias tempranas: Estudios en el pasado ya han mostrado que los adultos no podemos recordar gran parte de lo que nos ocurrió antes de los tres o cuatro años de edad. Y hasta ahora los científicos no han logrado entender por qué ocurre esto.
Algunos expertos especulaban que esto se debe a que antes de los cuatro años no tenemos la capacidad cognitiva y de lenguaje para formar memorias. Y que aunque estos recuerdos no se pierden del todo, no pueden almacenarse en nuestro cerebro. Ahora, sin embargo, la nueva investigación -publicada en la revista Child Development (Desarrollo Infantil)- parece haber encontrado una explicación.
La doctora Carole Peterson, profesora de psicología que dirigió el estudio, pidió a 140 niños de entre 4 y 13 años que nombraran tres de sus experiencias más tempranas que pudieran recordar y el período en que éstas habían ocurrido.
Descubrieron que entre más pequeños los niños, más recuerdos tenían de sus primeros años, incluso a los 18 meses de edad. Para confirmarlo, los investigadores entrevistaron a los padres quienes pudieron corroborar muchos de los eventos y la época en que habían tenido lugar.
A medida que perdemos los recuerdos de nuestros primeros años, perdemos parte de nuestra infancia. En esencia, estamos perdiendo todos o casi todos esos eventos que nos ocurrieron.
Dos años más tarde los científicos volvieron a hablar con los mismos niños y una vez más les pidieron que recordaran tres experiencias tempranas de su vida. Los resultados mostraron datos muy distintos: los niños recordaban experiencias muy distintas de las que habían hablado antes. Y muchos de los recuerdos que habían tenido dos años antes habían desaparecido.
"Lo que nos sorprendió es que dimos a los niños claves muy detalladas sobre los recuerdos de los cuales nos habían hablado dos años antes en el estudio", explica a la BBC la doctora Peterson. "Y todos nos respondían: no, eso nunca me pasó a mí".
Los niños que tenían entre 4 y 7 años en la primer entrevista del estudio mostraron recuerdos muy distintos en cada uno de los experimentos.
La doctora Peterson cree que esto se debe a que las memorias muy tempranas de los niños pequeños son frágiles y vulnerables y pueden borrarse fácilmente.
Por otra parte, la mayoría de los niños que tenían entre 10 y 13 años en la primera entrevista describieron las mismas experiencias tempranas en ambos experimentos.
Infancia perdida: "Los recuerdos más tempranos de los niños pequeños parecen cambiar y son reemplazados por recuerdos ocurridos a edades más tardías", explica la investigadora. "Pero los niños mayores se vuelven más consistentes con sus recuerdos a medida que crecen", agrega.
Esto revela, dice la investigadora, que los niños pequeños sí tienen capacidades cognitivas, lingüísticas y de memoria para recordar las cosas que les ocurrieron en el pasado. "Todo el fenómeno de la amnesia infantil es claramente un objetivo en movimiento para los niños. Y para los 10 años esos recuerdos parecen haberse cristalizado".
La investigadora agrega que "a medida que perdemos los recuerdos de nuestros primeros años, perdemos parte de nuestra infancia. En esencia, estamos perdiendo todos o casi todos esos eventos que nos ocurrieron".
"De manera que nuestra 'infancia psicológica' comienza mucho más tarde que nuestra infancia real", agrega.
Pero la cuestión de por qué olvidamos esas experiencias de la primera infancia, ya sea a los cuatro años o después, todavía no logra resolverse.
Un estudio llevado a cabo por la doctora Patricia Bauer de la Universidad de Emory en Atlanta, Estados Unidos, sugiere que esto podría deberse a que los recuerdos de los primeros años se almacenan en nuestro cerebro de forma distinta que los de años posteriores.
Pero todavía se necesitan más investigaciones para confirmarlo y entender por qué los seres humanos borramos gran parte de nuestra infancia.
Fuente: www.lanacion.com/sinbarreras
Secciones: Ciencia/Salud
*Científicos descubren que los niños pueden almacenarlos, pero después comienzan a borrarse de la memoria.
La mayoría de los seres humanos no tenemos recuerdos de nuestros primeros años de vida. Para cuando llegamos a la adultez ya hemos olvidado la mayoría de las experiencias que formaron nuestra primera infancia. Los científicos incluso han acuñado un término: amnesia infantil.
Ahora, una nueva investigación llevada a cabo en Canadá encontró que esas memorias de los primeros años de vida son mucho más efímeras de lo que se pensaba.
Según los científicos de la Universidad Memorial de Terranova, antes de ir a la escuela (alrededor de los cuatro años) los niños pueden recordar lo que les ocurrió en sus años previos -incluso experiencias anteriores a los 18 meses- pero dos años más tarde esas memorias ya se habrán borrado.
Experiencias tempranas: Estudios en el pasado ya han mostrado que los adultos no podemos recordar gran parte de lo que nos ocurrió antes de los tres o cuatro años de edad. Y hasta ahora los científicos no han logrado entender por qué ocurre esto.
Algunos expertos especulaban que esto se debe a que antes de los cuatro años no tenemos la capacidad cognitiva y de lenguaje para formar memorias. Y que aunque estos recuerdos no se pierden del todo, no pueden almacenarse en nuestro cerebro. Ahora, sin embargo, la nueva investigación -publicada en la revista Child Development (Desarrollo Infantil)- parece haber encontrado una explicación.
La doctora Carole Peterson, profesora de psicología que dirigió el estudio, pidió a 140 niños de entre 4 y 13 años que nombraran tres de sus experiencias más tempranas que pudieran recordar y el período en que éstas habían ocurrido.
Descubrieron que entre más pequeños los niños, más recuerdos tenían de sus primeros años, incluso a los 18 meses de edad. Para confirmarlo, los investigadores entrevistaron a los padres quienes pudieron corroborar muchos de los eventos y la época en que habían tenido lugar.
A medida que perdemos los recuerdos de nuestros primeros años, perdemos parte de nuestra infancia. En esencia, estamos perdiendo todos o casi todos esos eventos que nos ocurrieron.
Dos años más tarde los científicos volvieron a hablar con los mismos niños y una vez más les pidieron que recordaran tres experiencias tempranas de su vida. Los resultados mostraron datos muy distintos: los niños recordaban experiencias muy distintas de las que habían hablado antes. Y muchos de los recuerdos que habían tenido dos años antes habían desaparecido.
"Lo que nos sorprendió es que dimos a los niños claves muy detalladas sobre los recuerdos de los cuales nos habían hablado dos años antes en el estudio", explica a la BBC la doctora Peterson. "Y todos nos respondían: no, eso nunca me pasó a mí".
Los niños que tenían entre 4 y 7 años en la primer entrevista del estudio mostraron recuerdos muy distintos en cada uno de los experimentos.
La doctora Peterson cree que esto se debe a que las memorias muy tempranas de los niños pequeños son frágiles y vulnerables y pueden borrarse fácilmente.
Por otra parte, la mayoría de los niños que tenían entre 10 y 13 años en la primera entrevista describieron las mismas experiencias tempranas en ambos experimentos.
Infancia perdida: "Los recuerdos más tempranos de los niños pequeños parecen cambiar y son reemplazados por recuerdos ocurridos a edades más tardías", explica la investigadora. "Pero los niños mayores se vuelven más consistentes con sus recuerdos a medida que crecen", agrega.
Esto revela, dice la investigadora, que los niños pequeños sí tienen capacidades cognitivas, lingüísticas y de memoria para recordar las cosas que les ocurrieron en el pasado. "Todo el fenómeno de la amnesia infantil es claramente un objetivo en movimiento para los niños. Y para los 10 años esos recuerdos parecen haberse cristalizado".
La investigadora agrega que "a medida que perdemos los recuerdos de nuestros primeros años, perdemos parte de nuestra infancia. En esencia, estamos perdiendo todos o casi todos esos eventos que nos ocurrieron".
"De manera que nuestra 'infancia psicológica' comienza mucho más tarde que nuestra infancia real", agrega.
Pero la cuestión de por qué olvidamos esas experiencias de la primera infancia, ya sea a los cuatro años o después, todavía no logra resolverse.
Un estudio llevado a cabo por la doctora Patricia Bauer de la Universidad de Emory en Atlanta, Estados Unidos, sugiere que esto podría deberse a que los recuerdos de los primeros años se almacenan en nuestro cerebro de forma distinta que los de años posteriores.
Pero todavía se necesitan más investigaciones para confirmarlo y entender por qué los seres humanos borramos gran parte de nuestra infancia.
Fuente: www.lanacion.com/sinbarreras
Secciones: Ciencia/Salud
Eladia por Rubén Juárez
Somos como somos
Miremos este espejo bruñido y reluciente
sin el engrupe falso de una mentira más...
Y vamos a encontrarnos con toda nuestra gente
mirándonos de frente sin ropa y sin disfraz...
Con toda nuestra carga pesada de problemas
hagamos un teorema de nuestra realidad...
¡Perdamos todo el vento, la torre y el "alfil"!
¡En este "escrachamiento", de frente y de perfil!
¡Como somos!...
sensibleros, bonachones
compradores de buzones por creer en el amor.
¡Como somos!...
con tendencia al melodrama
y a enredarnos en la trama por vivir en la ficción.
¡Tal como somos!...
como un niño acobardado con el andador gastado
por temor a echarse a andar...
Chantas.. y en el fondo solidarios,
más al fondo muy otarios y muy piolas más acá...
¡Vamos...! aprendamos pronto el tomo
de asumirnos como somos, o no somos nunca más.
¡Nos gusta hacer las leyes, después crear la trampa
tirando por la "rampa" las tangas a rendir,
cargar a voz en cuello, y protestar bajito
prefabricando mitos para poder vivir!
Nos gusta sobre todo comer a dos carrillos
rociando con tintillo la gris preocupación,
y así mancomunados hacemos con unción
el culto más sagrado... a la manducación.
Eladia Blásquez
Miremos este espejo bruñido y reluciente
sin el engrupe falso de una mentira más...
Y vamos a encontrarnos con toda nuestra gente
mirándonos de frente sin ropa y sin disfraz...
Con toda nuestra carga pesada de problemas
hagamos un teorema de nuestra realidad...
¡Perdamos todo el vento, la torre y el "alfil"!
¡En este "escrachamiento", de frente y de perfil!
¡Como somos!...
sensibleros, bonachones
compradores de buzones por creer en el amor.
¡Como somos!...
con tendencia al melodrama
y a enredarnos en la trama por vivir en la ficción.
¡Tal como somos!...
como un niño acobardado con el andador gastado
por temor a echarse a andar...
Chantas.. y en el fondo solidarios,
más al fondo muy otarios y muy piolas más acá...
¡Vamos...! aprendamos pronto el tomo
de asumirnos como somos, o no somos nunca más.
¡Nos gusta hacer las leyes, después crear la trampa
tirando por la "rampa" las tangas a rendir,
cargar a voz en cuello, y protestar bajito
prefabricando mitos para poder vivir!
Nos gusta sobre todo comer a dos carrillos
rociando con tintillo la gris preocupación,
y así mancomunados hacemos con unción
el culto más sagrado... a la manducación.
Eladia Blásquez
martes, 6 de diciembre de 2011
Cuento:
Un viejo cacique de una tribu estaba teniendo una charla acerca de la vida con sus nietos.
Les dijo:
-Una gran pelea esta ocurriendo en mi interior y es entre dos lobos. Uno de los lobos representa la maldad, el temor, la ira. la envidia, el dolor, el rencor, la avaricia, los vicios, la arrogancia, la culpa, el resentimiento, la inferioridad, la mentira, el orgullo, la competencia, la superioridad, el egoísmo.
El otro lobo representa la alegría, la paz, el amor, la esperanza, la serenidad, la humildad, la dulzura, la generosidad, la verdad, la compasión, la fe. Y Esta misma pelea está ocurriendo dentro de ustedes y dentro de todos los seres de la tierra.
Los nietos lo pensaron por un minuto y uno de los niños le preguntó al abuelo:
-Abuelo dime: ¿Cuál de los lobos ganará?
Y el viejo cacique respondió simplemente...
-EL QUE ALIMENTES...
CENTRO CULTURAL COPELLO
Taller de autoestima y reflexión ”El arte de ser humanos”
Les dijo:
-Una gran pelea esta ocurriendo en mi interior y es entre dos lobos. Uno de los lobos representa la maldad, el temor, la ira. la envidia, el dolor, el rencor, la avaricia, los vicios, la arrogancia, la culpa, el resentimiento, la inferioridad, la mentira, el orgullo, la competencia, la superioridad, el egoísmo.
El otro lobo representa la alegría, la paz, el amor, la esperanza, la serenidad, la humildad, la dulzura, la generosidad, la verdad, la compasión, la fe. Y Esta misma pelea está ocurriendo dentro de ustedes y dentro de todos los seres de la tierra.
Los nietos lo pensaron por un minuto y uno de los niños le preguntó al abuelo:
-Abuelo dime: ¿Cuál de los lobos ganará?
Y el viejo cacique respondió simplemente...
-EL QUE ALIMENTES...
CENTRO CULTURAL COPELLO
Taller de autoestima y reflexión ”El arte de ser humanos”
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