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lunes, 31 de julio de 2017

Mano a mano

En estos días en que el cerebro ocupa el centro del escenario, casi ni nos detenemos a pensar en otra de las maravillas de nuestra anatomía: la mano.
Sin este formidable engranaje formado por 27 huesos, unos 32 músculos (7 a 8 de los cuales intervienen en el movimiento de cada dedo, a excepción del pulgar, que necesita 10) y alrededor de 30 articulaciones, nada de lo que hoy vemos a nuestro alrededor hubiera sido posible.

Se supone que cuando los humanos primitivos aprendieron a caminar en posición erecta, la mano, liberada de su papel en la locomoción, fue capaz de desarrollar habilidades insospechadas.
No parece exagerado afirmar que, carentes de esta ingeniosa solución evolutiva, no existiría la civilización. No tendríamos las asombrosas pinturas de Altamira y Lascaux, ni las pirámides egipcias y mesoamericanas, ni las esculturas griegas, ni la Gioconda o el cesto de frutas de Caravaggio, ni los 8000 guerreros y caballos de terracota que protegían al emperador chino Qin Shi Huang. Y es difícil imaginar cómo hubiera sido la supervivencia en la prehistoria, cuando los primitivos humanos vivían de la caza y la recolección, y tenían que hacer fuego raspando dos piedras.

La mano es probablemente el más antiguo símbolo artístico. Aquí, hace más de 7000 años, algunos de los primeros pobladores de lo que hoy es Santa Cruz nos dejaron, como una botella lanzada al mar, el testimonio de bellas pinturas rupestres en las paredes la Cueva de las Manos, hoy considerada patrimonio de la humanidad.
Sugestivamente, sirvió para medir (el palmo) y tuvo significado ritual y medicinal. A los dioses hindúes se los representaba con muchas; en Babilonia y Egipto se le atribuía poder curativo, y se creía poder curar enfermedades apoyándolas sobre el enfermo. Aún hoy, alzamos la mano abierta en señal de paz, despedida o agradecimiento.
Mucho antes de Lombroso, que creía que el delito era resultado de tendencias innatas observables en ciertos rasgos de la fisonomía (como la forma de la mandíbula, orejas o el cráneo), se difundió la quiromancia, que giraba sobre el estudio de las líneas de la mano.

En el siglo XV, Johannes Hartlieb compiló varios datos sobre lo que suponía que era la conexión entre la mano y el cerebro en el Libro de la mano (escrito alrededor de 1448) y en el siglo XVIII, el francés Casimir Stanislas D'Arpentigny (1791-1866) publicó un trabajo titulado La ciencia de la mano (sorprendentemente, ¡todavía se consigue una reproducción histórica en Amazon!), en el que postulaba la conexión íntima entre la forma de la mano y la psicología de una persona. Para el quiromántico, el dedo meñique indicaba el camino de la vida; el anular, el del arte; el dedo medio, el de la precaución; el índice era el símbolo de la destreza; el pulgar, el de la lógica, la volición y la obstinación.

Es curioso que este mecanismo prodigioso se forma muy temprano en la gestación de un bebe: alrededor de la quinta semana ya están presentes los cinco dedos, y a las ocho semanas y media, ya es casi una réplica en miniatura de la de un adulto. Hay quienes dicen que ninguna otra parte del cuerpo iguala la relación íntima que existe entre la mano y el cerebro, y neurólogos que estudiaron cómo su uso configura el lenguaje y la cultura humanos.

Pero además de su utilidad práctica, gracias a que contiene algunas de las zonas con más cantidad de terminaciones nerviosas por milímetro, nos permite tocar, sentir, transmitir calidez y franquear las fronteras de nuestra individualidad. Si el beso expresa un incendio pasional, la mano acaricia, reconforta, alivia el dolor, tranquiliza y permite "tomar contacto". Entrelazamos nuestras manos con las de nuestros hijos, con amigos, con enamorados. Y, al final de la vida, tal vez sea ése el único gesto que puede darnos valor para enfrentar la incógnita infinita que nos aguarda.
 
Nora Bär

El arma secreta de los humanos contra los robots

Un mes atrás perdí mi billetera. Adentro tenía mis documentos, mi tarjeta de crédito y credenciales varias. Antes de dar todo por perdido decidí esperar unas horas para ver si quien la encontrara se contactaba conmigo para devolverla. Y felizmente así sucedió. Esa misma noche, después de pasar por varias manos, una persona amable la dejó en mi casa.
Como precaución, decidí llamar a la empresa que emitió mi tarjeta para chequear si había sido usada. Después de navegar un buen rato por varios larguísimos menús de opciones que intentaron ahorrar dinero negándome el acceso a una persona, logré que me atienda un ser humano. Le expliqué la situación y le pedí que me dijera si se registraban consumos a mi nombre desde la hora en que había perdido la billetera. Con un tono metálico y monocorde me respondió: "Nuestro horario de atención es de 8 a 20. Después de esa hora consulte en la web." Insistí. Después de todo sabía que los sistemas no dejan de funcionar a las 20 y que seguramente él podía acceder a la información que yo necesitaba.
Una vez más, con el mismo tono de voz me recitó una por una las mismas palabras:
"Nuestro horario de atención es de 8 a 20. Después de esa hora consulte en la web."
Muy frustrado, tuve ganas de levantar la voz pero enseguida pensé que no debía agarrármela con él porque esa mala atención no era culpa del pobre telemarketer. ¿O sí?
Cada vez con más frecuencia se publican investigaciones académicas y notas periodísticas que nos advierten que pronto muchos de los trabajos actuales dejarán de existir. Estadísticas del Banco Mundial y la Universidad de Oxford señalan que dos tercios de los empleos presentes son susceptibles de ser automatizados y quedar en manos de robots, sean máquinas o software. El análisis incluso evalúa el grado de riesgo de diferentes tareas y el rol de telemarketer aparece generalmente entre aquellos cuyo reemplazo es más probable e inminente. Mientras mi monocorde amigo recitaba una y otra vez el insensible guión que su supervisor escribió para él, los robots se aprontan para dejar a ambos sin empleo.
Lo mismo sucede con muchas otras profesiones. Los robots se preparan para quedarse con muchos de nuestros trabajos actuales. Se sienten seguros de su superioridad y confiados de su éxito. ¡Pero no saben que los humanos contamos con un arma secreta!
Hay algo que sucede cuando dos personas se encuentran. Ese algo se llama empatía, y es la habilidad de comprender y compartir lo que el otro está sintiendo en ese momento. Esa capacidad de ponernos en el lugar del otro y conectarnos emocionalmente hace que los vínculos entre personas no se parezcan en nada a las relaciones que tenemos con las cosas.
¿Se imaginan si al recibir mi llamada quien me atendió hubiera empatizado conmigo? ¿Si hubiera compartido mi sentimiento de preocupación, me hubiera hecho sentir acompañado y se hubiese ocupado de ayudarme en vez de recitar desapasionadamente un libreto? Reemplazar esa persona sería muchísimo más difícil, si no imposible.
Alguna vez los trabajos humanos estuvieron llenos de empatía. En algún momento las reducciones de costo, el aumento de la productividad o la mera desidia la fueron dejando a un costado. Frente al avance de la automatización, tenemos la oportunidad y el desafío de hacer que nuestros trabajos actuales y futuros desborden de "humanidad".
De basar nuestro diferencial en la empatía, esa cualidad humana que los robots difícilmente puedan emular. Contamos con esa arma secreta. ¿Decidiremos usarla?

Por Santiago Bilinkis.  Para LA NACION.

Cómo la aspirina puede fortalecer la protección de una bacteria peligrosa

Las propiedades de la aspirina para la prevención de infartos y de accidentes cerebrovasculares ya son bien conocidas. En los últimos años, además, surgieron estudios que indican que el pequeño comprimido de apenas 0,6 gramos podría reducir la mortalidad por cáncer de colon, recto, estómago y esófago. Y hasta se estudia si también puede prevenir el Alzheimer. La fama de este medicamento es amplia, y hasta fue considerado uno de los cinco inventos más importantes del siglo XX por la revista Newsweek. Sin embargo, ahora una investigación argentina aporta un nuevo dato sobre uno de los analgésicos más consumidos: el ácido salicílico, su principio activo, favorece la creación de biofilms resistentes que protegen a una peligrosa bacteria, "Staphylococcus aureus", en el momento en que se produce una infección, de acuerdo al trabajo realizado por científicos del CONICET y de la Universidad de Medicina Veterinaria de Viena. "Hace bastantes años que venimos estudiando los efectos que tiene el ácido salicílico, y veíamos que producía cambios en la bacteria a nivel de su virulencia", explica la investigadora adjunta del CONICET Fernanda Buzzola, del Instituto de Investigaciones en Microbiología y Parasitología Médica. Sin embargo, el trabajo publicado recientemente en la revista Frontiers in Microbiology mostró dos nuevos efectos de la aspirina en Staphylococcus aureus, un microorganismo capaz de causar desde infecciones en la piel y neumonía hasta endocarditis. "La bacteria naturalmente en condiciones que le son desfavorables, por ejemplo al verse amenazada por el sistema inmune, forma biopelículas. Cuando comenzamos a estudiar los efectos del ácido salicílico, esperábamos que fuera inhibidor del biofilm. Sin embargo, lo que vimos fue que aumentaba su formación", explica Buzzola. Según la investigación, la sustancia activa de la aspirina toma el hierro de la bacteria y del entorno de esta, lo que induce la formación de esta biopelícula. Al mismo tiempo, en los experimentos realizados en ratones, notaron que aumentaba el número de bacterias colonizantes en la zona de las fosas nasales de los animales. "Hay que imaginarse como un racimo de uvas recubierto por el polisacárido que las mismas bacterias producen", describe Buzzola al conjunto de microorganismos protegidos por esta barrera. El biotecnólogo Cristian Dotto, otro de los autores de la investigación, aporta que la bacteria "coloniza a más del 20% de la población sana y uno de los sitios preferentes es en las narinas del huésped, aunque podría llegar tranquilamente a otros sitios". Y aclara que la presencia del microorganismo no quiere decir que vaya a producirse una infección: para que eso ocurra antes debería existir una lesión en la piel o en las mucosas. Buzzola, por su parte, agrega: "El tema es que si surge una operación o alguna otra situación debilitante, la bacteria sí podría causar una infección endógena y ahí se torna un grave problema, porque si el paciente estuviera tomando la aspirina, llevaría a que esa infección por Staphylococcus aureus fuera del tipo persistente y tuviera más problemas para ser erradicada debido a que su biopelícula va a ser mucho más robusta". Un problema de salud pública De acuerdo a un informe difundido por el gobierno británico en 2016, para 2050 la resistencia de las bacterias a los antibióticos causará más muertes que el cáncer. Y la Organización Mundial de la Salud (OMS) ya advirtió que este es uno de los principales desafíos que enfrentará la salud en este siglo. "Esta bacteria (por Staphylococcus aureus) está causando problemas, porque se la trataba con el antibiótico meticilina, hasta que empezaron a emerger los resistentes, y se pasó a tratarla con vancomicina. Pero volvieron a surgir resistentes, no solo a ese antibiótico sino que a otros también", indica Buzzola. En este escenario, el hallazgo de los investigadores argentinos plantea una dificultad doble para eliminar el patógeno, ya que el biofilm actúa no solo como un obstáculo para las defensas naturales sino también para los antimicrobianos, que no pueden llegar a atacarlo. "La constitución del biofilm en sí mismo ya es una barrera para el ingreso de ciertos antibióticos, que algunos lo pueden atravesar pero las concentraciones que llegan son muy bajas, y algunas no alcanzan ni a inhibir a las bacterias.Empezaron a aparecer en la comunidad, en individuos que no habían sido previamente hospitalizados y causan infecciones graves. Ahora lo que está pasando es que los clones, que son multirresistentes, están entrando de nuevo al hospital. O sea que son un serio problema de salud pública", advierte la investigadora.

Por Nicolás de la Barrera. Para LA NACION.

jueves, 20 de julio de 2017

A mis AMIGOS...

Aunque sé que estás los 365 días del año, hoy me permito decirte:

¡¡FELIZ DÍA AMIGO!!

Preceptos para conservar una Leal y Férrea amistad
1). Un amigo no aconseja, se mete en el problema, se embrolla, y ayuda al otro.
2). Mi amigo es mi maestro, mi discípulo y mi condiscípulo.
3). Los sacramentos de la amistad son: simpatía, ternura, respeto, reciprocidad, lealtad, comprensión, desinterés, solidaridad, perseverancia y alegría.
4). Hace falta callar, aunque se tenga razón, porque dos no pelean si uno no quiere.
5). No hacer o decir nada que lastime u ofenda al otro.
6). Acompañar siempre: en la soledad, el dolor o la alegría.
7). Aceptar a las personas como son y querer hasta en el mínimo detalle, sin esperar recompensa.
8). Olvidar los propios problemas y escuchar con oído y corazón de amigos.

Autor: Dr. Enrique Febbraro

Dedicado a todos aquellos que día a día me honran con su amistad y muy especialmente, a la memoria de esos amigos que están y estarán por siempre, atesorados en mi corazón.
Eduardo Arturo Cabrera
Salvador Piatta
Juan Carlos Vargas
Ernesto Parodi
Mercedes Sverlluga
Rolando Martín Núñez
Ulises Cristino
Juan Roberto Dell’Acqua

Sabor de Amigo - Litto Nebbia
https://youtu.be/pLDagTX87nE

Plegaria para un niño dormido (Spinetta) versionado por Ale Paleari

Versión del clásico de Luis Alberto Spinetta con alteración en armonías, rítmica ,resoluciones y arreglos vocales (2017)
https://youtu.be/udwlbcHh1cQ

martes, 18 de julio de 2017

La mancha de humedad - Juana de Ibarbourou

Hace algunos años, en los pueblos del interior del país no se conocía el empapelado de las paredes. Era este un lujo reservado apenas para alguna casa importante, como el despacho del Jefe de Policía o la sala de alguna vieja y rica dama de campanillas. No existía el empapelado, pero sí la humedad sobre los muros pintados a la cal. Para descubrir cosas y soñar con ellas, da lo mismo.
Frente a mi vieja camita de jacarandá, con un deforme manojo de rosas talladas a cuchillo en el remate del respaldo, las lluvias fueron filtrando, para mi regalo, una gran mancha de diversos tonos amarillentos, rodeada de salpicaduras irregulares capaces de suplir las flores y los paisajes del papel más abigarrado.
En esa mancha yo tuve todo cuanto quise: descubrí las Islas de Coral, encontré el perfil de Barba Azul y el rostro anguloso de Abraham Lincoln, libertador de esclavos, que reverenciaba mi abuelo; tuve el collar de lágrimas de Arminda, el caballo de Blanca Flor y la gallina que pone los huevos de oro; vi el tricornio de Napoleón, la cabra que amamantó a Desdichado de Brabante y montañas echando humo de las pipas de cristal que fuman sus gigantes o sus enanos. Todo lo que oía o adivinaba, cobraba vida en mi mancha de humedad y me daba su tumulto o sus líneas. Cuando mi madre venía a despertarme todas las mañanas generalmente ya me encontraba con los ojos abiertos, haciendo mis descubrimientos maravillosos.
Yo le decía con las pupilas brillantes, tomándole las manos:
-Mamita, mira aquel gran río que baja por la pared. ¡Cuántos árboles en sus orillas! Tal vez sea el Amazonas. Escucha, mamita, cómo chillan los monos y cómo gritan los guacamayos.

Ella me miraba espantada:
-¿Pero es que estás dormida con los ojos abiertos, mi tesoro? Oh, Dios mío, esta criatura no tiene bien su cabeza, Juan Luis.

Pero mi padre movía la suya entre dubitativo y sonriente, y contestaba posando sobre mi corona de trenzas su ancha mano protectora:
-No te preocupes, Isabel. Tiene mucha imaginación, eso es todo.

Y yo seguía viendo en la pared manchada por la humedad del invierno, cuanto apetecía mi imaginación: duendes y rosas, ríos y negros, mundos y cielos.
Una tarde, sin embargo, me encontré dentro de mi cuarto a Yango, el pintor. Tenía un gran balde lleno de cal y un pincel grueso como un puño de hombre, que introducía en el balde y pasaba luego concienzudamente por la pared dejándola inmaculada. Fue esto en los primeros días de mi iniciación escolar. Regresaba del colegio, con mi cartera de charol llena de migajas de biscochos y lápices despuntados.
De pie en el umbral del cuarto, contemplé un instante, atónita, casi sin respirar, la obra de Yango que para mí tenía toda la magnitud de un desastre. Mi mancha de humedad había desaparecido, y con ella mi universo.
Ya no tendría más ríos ni selvas. Inflexible como la fatalidad, Yango me había desposeído de mi mundo. Algo, una sorda rebelión, empezó a fermentar en mi pecho como burbuja que, creciendo, iba a ahogarme. Fue de incubación rápida cual las tormentas del trópico. Tirando al suelo mi cartera de escolar, me abalancé frenética hasta donde me alcanzaban los brazos, con los puños cerrados. Yango abrió una bocaza redonda como una “O” de gigantes, se quedó unos minutos enarbolando en el vacío su pincel que chorreaba líquida cal y pudo preguntar por fin lleno de asombro:
-¿Qué le pasa a la niña? ¿Le duele un diente, tal vez?

Y yo, ciega y desesperada, gritaba como un rey que ha perdido sus estados:
-¡Ladrón! Eres un ladrón, Yango. No te lo perdonaré nunca. Ni a papá, ni a mamá que te lo mandaron. ¿Qué voy a hacer ahora cuando me despierte temprano o cuando tía Fernanda me obligue a dormir la siesta? Bruto, odioso, me has robado mis países llenos de gente y de animales. ¡Te odio, te odio; los odio a todos!

El buen hombre no podía comprender aquel chaparrón de llanto y palabras irritadas. Yo me tiré de bruces sobre la cama a sollozar tan desconsoladamente, como solo he llorado después cuando la vida, como Yango el pintor, me ha ido robando todos mis sueños. Tan desconsolada e inútilmente. Porque ninguna lágrima rescata el mundo que se pierde ni el sueño que se desvanece… ¡Ay, yo lo sé bien!

lunes, 17 de julio de 2017

Por poquito...

Una mujer quería comprar un número de lotería, pero estaba indecisa sobre qué números escoger, así que va a una agencia y le pregunta al vendedor:
- Buenos días. Le cuento, quiero jugar a la Lotería, pero la verdad es que no sé cómo escoger los 5 números, a lo mejor usted me puede ayudar?
- Claro que sí señora, como no -responde el joven y a la vez le pregunta: Por ejemplo, dígame. ¿Cuántas veces ha salido usted del país?
- Cuatro veces -responde la mujer.
- Perfecto, ese es su primer número, el 4. Ahora dígame ¿Cuántos hijos tiene?
- 2 hijos.
- Ok, ese es su segundo número. ¿Y cuénteme, cuántos libros ha leído este año?
- Y... He leído unos 5 libros.
El joven anota.
- Bien, sigamos. A ver, dígame ¿Cuántas veces al mes hace el amor con su marido?
- ¡Oiga! pero, eso es muy personal, ¿no cree?
- Bueno, ¿quiere o no ganar la lotería? -replica el vendedor.
- Bueno bueno... 2 veces al mes.
- Ok. Y ahora que ya entramos en confianza, dígame:
¿Cuántas veces en su vida le ha metido los cuernos a su marido?
- ¡Perdone joven! pero sepa que... ¡Yo no soy de esas mujeres sueltas de cascos!
- Está bien, está bien, no se enoje -le dice el vendedor. Eso quiere decir que cero veces.
Ya lo tengo, su número es el: 42520.
Efectivamente, la mujer compra la serie completa y al día siguiente lo primero que hace es mirar el periódico y encuentra que, el número ganador del premio mayor es el: 42527.
Hace un bollo con el periódico y refunfuñando grita:
- ¡Eso me pasa por mentirosa!

¡Tarta de coco y dulce de leche!

Ingredientes
Masa:
Manteca 100 gramos
Azúcar 100 gramos
Esencia de vainilla 1 Cucharadita
Ralladura de medio limón
Huevos 1
Harina 200 gramos
Polvo para Hornear 1 cucharadita
Sal 1 cucharadita

Relleno:
Dulce de leche 300 gramos

Cubierta de coco
Azúcar 100 gramos
Huevos 3
Coco rallado 200 gramos
Crema de leche 150 gramos

Modo de Preparación
Masa: Primero en un bol tamizar la harina, el polvo de hornear y la sal, incorporar el azúcar y la ralladura de limón.
En el centro agregar la manteca cortada en cubitos con ayuda de un cuchillo sin filo o cornets, desmigar la manteca hasta que quede bien granulada.
Agregar entonces a los ingredientes secos el huevo, la esencia de vainilla, e ir uniendo los ingredientes desde el medio hacia los bordes hasta formar una masa, sin amasarla, solo uniéndola hasta formar un bollo.
Llevarla a descansar al freezer durante 30 minutos, o en la heladera por 3 horas. Pasado este tiempo, retirar de la heladera y comenzar a ablandar con ayuda de palo de amasar, estirar a 3 milímetros de espesor, cubrir una tartera de 24 centímetros de diámetro, pinchar la superficie con tenedor.
Precalentar el horno a 180 grados, hornear la tarta durante 15 a 20 minutos. Retirar del horno. Reservar.

Cubierta de coco: Mezclar todos los ingredientes, con cuchara de madera.
Distribuir en la base de la tarta, con ayuda de manga pastelera el dulce de leche sin que llegue a los bordes, a continuación cubrir con la pasta de coco, a cucharadas formando picos. Llevar la tarta de coco y dulce de leche a horno nuevamente por unos 10 a 15 minutos, hasta que el coco comienza a tomar un color dorado.
Retirar del horno para que se enfríe.

Fuente: RecetasArgentinas.net

VELETA - Julio de 1920 (Fuente Vaqueros, Granada)

Viento del Sur,
moreno, ardiente,
llegas sobre mi carne,
trayéndome semilla de brillantes miradas,
empapado de azahares.

Pones roja la luna
y sollozantes los álamos cautivos,
pero vienes ¡demasiado tarde!
¡ya he enrollado la noche de mi cuento
en el estante!

Sin ningún viento,
¡hazme caso!
gira, corazón;
gira, corazón.

Aire del Norte,
¡oso blanco del viento!
llegas sobre mi carne
tembloroso de auroras boreales,
con tu capa de espectros capitanes,
y riéndote a gritos del Dante,
¡oh pulidor de estrellas!
pero vienes demasiado tarde.
Mi almario está musgoso
y he perdido la llave.

Sin ningún viento,
¡hazme caso!
gira, corazón;
gira, corazón.

Brisas, gnomos y vientos de ninguna parte.
Mosquitos de la rosa de pétalos pirámides.
Alisios destetados entre los rudos árboles,
flautas en la tormenta, ¡dejadme !
tiene recias cadenas mi recuerdo,
y está cautiva el ave que dibuja con trinos la tarde.

Las cosas que se van no vuelven nunca
todo el mundo lo sabe,
y entre el claro gentío de los vientos
es inútil quejarse. ,
¿Verdad, chopo, maestro de la brisa?
¡es inútil quejarse!

Sin ningún viento,
¡hazme caso!
gira, corazón;
gira, corazón.

De: "LIBRO DE POEMAS"
Federico García Lorca (1921)