Alguien las trajo, cuando se instaló en la casa y ahí quedaron a merced de las inclemencias del tiempo. El calor de los veranos resecó su entorno, formando un apretado nudo alrededor de cada tallo. Las lluvias de invierno alimentaron la tierra que se perdía por los agujeros del improvisado recipiente, que se fue destartalando.
Cómo sobrevivieron estos cactus, sólo ellos y su ancestral lucha por la supervivencia lo saben.
Pero no sólo permanecieron sino que lograron crecer. Desarrollaron pequeños grandes brazos que unas veces parecían murallas, otras extraños tótems de místicas posturas. En ocasiones, las menos, cuando a su alrededor florecían rosales o malvones, ellos con su amarronado color , simulaban disciplinados vig´ías del reino del nunca jamás. Vivirás con los pies en la tierra.
Este invierno cuando calmó el corazón logré después de tantas lunas acercarme a sus raíces y arar su lecho para prepararlas para la primavera, se resistieron.. Dura la tierra y gruesas las espinas me costó avanzar. Pero las liberé de las garras y remocé su territorio.
Anoche, en pleno mes de primavera, descubrí una conmovedora flor flameando en las entrañas de mis cactus, rodeadas de una corte de pimpollos, tímidamente cerrados a la luz tornasolada del amanecer.
Noemí
Fraerman
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