En las antípodas, México y Finlandia comparten una tradición que abre los poros.
En el mundo se pueden encontrar costumbres, o con pocas diferencias, en países que están en las antípodas. Es el caso de Finlandia y México: me refiero al sauna y el temazcal. Por su fonética habrán
adivinado a qué país pertenece cada una de estas palabras que esconden un mundo de tradiciones.
El concepto es simple en ambos casos: entrar en un espacio cerrado con altas temperaturas y someterse al calor que circula para provocar una prominente sudoración y así obtener beneficios tanto
para el organismo como para el espíritu.
Uno, construido mayoritariamente en madera y el otro, en piedra volcánica. Hasta aquí, y en cuanto a conceptos generales, es donde se parecen.
En el país del norte de Europa el sauna es una tradición antiquísima, en la que se juega con la purificación de cuerpo y alma. Este durante muchísimo tiempo fue el lugar destinado para dar
a luz o preparar los cuerpos para el entierro. Dicho esto, no es difícil imaginar la importancia del sauna para los fineses: todo aquel que se precie de tal tendrá su sauna en su pequeño
departamento, casa u oficina.
Muchos de ustedes tendrán la imagen de los fineses saliendo de este recinto rodeado de nieve y arrojándose a un lago helado. Esto realmente sucede. Como sucede también que una misma familia comparta la sesión. Hombres y mujeres disfrutan sin ningún sonrojamiento,
desnudos o solo cubiertos con pequeñas toallas de paño, y armados con sus vhita, conjunto de hojas y ramas de abedul con las cuales se flagelan para obtener una respuesta en la piel y la circulación de la sangre.
La temperatura ronda en su media los 90 °C, pero puede subir hasta los 100°C. Después de compartir la experiencia en silencio, porque la creencia dice que uno debe hacerlo en total recogimiento para
disfrutarlo, nada prepara para el momento de abandonar el sauna, pisar la nieve y zambullirse en un lago de agua helada.
Debí de haber dado una imagen bastante pobre, sudado y caminando como si
pisara huevos sobre la nieve, hasta frenarme al borde del lago, haciéndole caso a una voz interior, mientras los niños se tiraban al lago realizando clavados y regocijándose en las heladas aguas.
Pero ahora toca viajar hacia México para hablar del temazcal, que en lengua nahuatl quiere decir casa o templo del vapor y representa para las culturas locales el vientre de una madre. Allí no sólo se
realiza por motivos físicos, sino también por cuestiones religiosas, y está consagrado a la diosa Toci, patrona de médicos, parteras, adivinos y temazcaleros.
Las razones físicas están más que claras: anima sana in corpore sano. Por eso a la llegada de los españoles esta costumbre estaba más que difundida y era esencial para la vida diaria de la cultura
mesoamericana. Pero los conquistadores lo prohibieron horrorizados al ver que era usado indiferentemente tanto por hombres como por mujeres desnudos, lo que consideraban una afrenta.
Durante toda la ceremonia del temazcal uno es acompañado por un guía, llamado temazcalero, una especie de chamán del templo de vapor, que acompaña la ceremonia con cantos y rezos, y realizará una sanación holística de los participantes.
Completamente a oscuras uno va tomando temperatura, provocada gracias al tlexictle o fogón del horno situado en la pared exterior.
Una vez terminada la sesión, se puede pasar a una cámara contigua protegido con mantas para bajar la temperatura gradualmente o, como me ocurrió a mí, realizarlo en la península del Yucatán y tener la oportunidad de zambullirse en un increíble cenote.
Otra imagen pobre la mía, ya que para meterse en las cristalinas aguas había que realizar un salto de tan sólo cinco metros. Y un poquito de dudas siempre hay ¿no?
Fuente: Nota de Iván de Pineda, para Revista La Nación,
Buenos Aires, Argentina
(Jorge L. Icardi, Reportero Internacional...)
sábado, 30 de julio de 2016
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