(de Les Luthiers)
https://youtu.be/JQKgWdyz0eA
viernes, 31 de agosto de 2018
ORIENTACIÓN DE LOS GATOS
A JUAN SORIANO
Hubo un tiempo en que la música me pareció el camino que me llevaría de verdad a Alana, mirándola escuchar nuestros discos de Bartok, de Duke Ellington, de Gal Costa, una transparencia paulatina me ahondaba en ella, la música la desnudaba de una manera diferente, la volvía cada vez más Alana porque Alana no podía ser solamente esa mujer que siempre me había mirado de lleno sin ocultarme nada. Contra Alana, más allá de Alana yo la buscaba para amarla mejor; y si al principio la música me dejó entrever otras Alanas, llegó el día en que frente a un grabado de Rembrandt la vi cambiar todavía más, como si un juego de nubes en el ciclo alterara bruscamente las luces y las sombras de un paisaje. Sentí que la pintura la llevaba más allá de sí misma para ese único espectador que podía medir la instantánea metamorfosis nunca repetida, la entre visión de Alana en Alana. Intercesores involuntarios, Keith Harrett, Beethoven y Aníbal Troilo me habían ayudado a acercarme, pero frente a un cuadro o un grabado Alana se despojaba todavía más de eso que creía ser, por un momento entraba en un mundo imaginario para sin saberlo salir de sí misma, yendo de una pintura a otra, comentándolas o callando, juego de cartas que cada nueva contemplación barajaba para aquel que sigiloso y atento, un poco atrás o llevándola del brazo, veía sucederse las reinas y los ases, los piques y los tréboles, Alana.
¿Qué se podía hacer con Osiris? Darle su leche, dejarlo en su ovillo negro satisfactorio y ronroneante; pero a Alana yo podía traerla a esta galería de cuadros como lo hice ayer, una vez más asistir a un teatro de espejo y de cámaras oscuras, de imágenes tensas en la tela frente a esa otra imagen de alegres jeans y blusa roja que después de aplastar el cigarrillo a la entrada iba de cuadro en cuadro, deteniéndose exactamente a la distancia que su mirada requería, volviéndose a mí de tanto en tanto para comentar o comparar. Jamás hubiera podido descubrir que yo no estaba ahí por los cuadros, que un poco atrás o de lado mi manera de mirar nada tenía que ver con la suya. Jamás se daría cuenta de que su lento y reflexivo paso de cuadro en cuadro la cambiaba hasta obligarme a cerrar los ojos y luchar para no apretarla en los brazos y llevármela al delirio, a una locura de carrera en plena calle. Desenvuelta, liviana en su naturalidad de goce y descubrimiento, sus altos y sus demoras se inscribían en un tiempo diferente del mío, ajeno a la crispada espera de mi sed.
Hasta entonces todo había sido un vago anuncio, Alana en la música, Alana frente a Rembrandt. Pero ahora mi esperanza empezaba a cumplirse casi insoportablemente, desde nuestra llegada Alana se había dado a las pinturas con una atroz inocencia de camaleón, pasando de un estado a otro sin saber que un espectador agazapado acechaba en su actitud, en la inclinación de su cabeza, en el movimiento de sus manos o sus labios el cromatismo interior que la recorría hasta mostrarla otra, allí donde la otra era siempre Alana sumándose a Alana, las cartas agolpándose hasta completar la baraja. A su lado, avanzando poco a poco a lo largo de los muros de la galería, la iba viendo darse a cada pintura, mis ojos multiplicaban un triángulo fulminante que se tendía de ella al cuadro y del cuadro a mí mismo para volver a ella y aprehender el cambio, la aureola diferente que la envolvía un momento para ceder después a un aura nueva, a una tonalidad que la exponía a la verdadera, a la última desnudez. Imposible prever hasta donde se repetiría esa ósmosis, cuántas nuevas Alanas me llevarían por fin a la síntesis de la que saldríamos los dos colmados, ella sin saberlo y encendiendo un nuevo cigarrillo antes de pedirme que la llevara a tomar un trago, yo sabiendo que mi larga búsqueda había llegado a puerto y que mi amor abarcaría desde ahora lo visible y lo invisible, aceptaría la limpia mirada de Alana sin incertidumbres de puertas cerradas, de pasajes vedados.
Frente a una barca solitaria y un primer piano de rocas negras, la vi quedarse inmóvil largo tiempo; un imperceptible ondular de las manos la hacía como nadar en el aire, buscar el mar abierto, una fuga de horizontes. Ya no podía extrañarme que esa otra pintura donde una reja de agudas puntas vedaba el acceso a los árboles linderos la hiciera retroceder como buscando un punto de mira, de golpe era la repulsa, el rechazo de un limite inaceptable. Pájaros, monstruos Marinos, ventanas dándose al silencio o dejando entrar un simulacro de la muerte, cada nueva pintura arrasaba a Alana despojándola de su color anterior, arrancando de ella las modulaciones de la libertad, del vuelo, de los grandes espacios, afirmando su negativa frente a la noche y a la nada, su ansiedad solar, su casi terrible impulso de ave fénix. Me quedé atrás sabiendo que no me sería posible soportar su mirada, su sorpresa interrogativa cuando viera en mi cara el deslumbramiento de la confirmación, porque eso era también yo, eso era mi proyecto Alana, mi vida Alana, eso había sido deseado por mí y refrenado por un presente de ciudad y parsimonia, eso ahora al fin Alana, al fin Alana y yo desde ahora, desde ya mismo. Hubiera querido tenerla desnuda en los brazos, amarla de tal manera que todo quedara claro, todo quedara dicho para siempre entre nosotros, y que de esa interminable noche de amor, nosotros que ya conocíamos tantas, naciera la primera alborada de la vida.
Llegábamos al final de la galería, me acerqué a la puerta de salida ocultando todavía la cara, esperando que el aire y las luces de la calle me volvieran a lo que Alana conocía de mi. La vi detenerse ante un cuadro que otros visitantes me habían ocultado, quedarse largamente inmóvil mirando la pintura de una ventana y un gato. Una última transformación hizo de ella una lenta estatua nítidamente separada de los demás, de mí que me acercaba indeciso buscándole los ojos perdidos en la tela. Vi que el gato era idéntico a Osiris y que miraba a lo lejos algo que el muro de la ventana no nos dejaba ver. Inmóvil en su contemplación, parecía menos inmóvil que la inmovilidad de Alana. De alguna manera sentí que el triángulo se había roto, cuando Alana volvió hacia mí la cabeza el triángulo ya no existía, ella había ido al cuadro pero no estaba de vuelta, seguía del lado del gato mirando más allá de la ventana donde nadie podía ver lo que ellos veían, lo que solamente Alana y Osiris veían cada vez que me miraban de frente.
JULIO CORTAZAR
Cuando
Alana y Osiris me miran no puedo quejarme del menor disimulo, de la menor
duplicidad. Me miran de frente, Alana su luz azul y Osiris su rayo verde.
También entre ellos se miran así, Alana acariciando el negro lomo de Osiris que
alza el hocico del plato de leche y maúlla satisfecho, mujer y gato
conociéndose desde pianos que se me escapan, que mis caricias no alcanzan a
rebasar. Hace tiempo que he renunciado a todo dominio sobre Osiris, somos
buenos amigos desde una distancia infranqueable; pero Alana es mi mujer y la
distancia entre nosotros es otra, algo que ella no parece sentir pero que se
interpone en mi felicidad cuando Alana me mira, cuando me mira de frente igual
que Osiris y me sonríe o me habla sin la menor reserva, dándose en cada gesto y
cada cosa como seda en el amor, allí donde todo su cuerpo es como sus ojos, una
entrega absoluta, una reciprocidad ininterrumpida.
Es
extraño, aunque he renunciado a entrar de lleno en el mundo de Osiris, mi amor
por Alana no acepta esa llaneza de cosa concluida, de pareja para siempre, de
vida sin secretos. Detrás de esos ojos azules hay más, en el fondo de las
palabras y los gemidos y los silencios alienta otro reino, respira otra Alana.
Nunca se lo he dicho, la quiero demasiado para trisar esta superficie de
felicidad por la que ya se han deslizado tantos días, tantos años.A mi manera
me obstino en comprender, en descubrir; la observo pero sin espiarla; la sigo
pero sin desconfiar; amo una maravillosa estatua mutilada; un texto no
terminado, un fragmento de cielo inscrito en la ventana de la vida.Hubo un tiempo en que la música me pareció el camino que me llevaría de verdad a Alana, mirándola escuchar nuestros discos de Bartok, de Duke Ellington, de Gal Costa, una transparencia paulatina me ahondaba en ella, la música la desnudaba de una manera diferente, la volvía cada vez más Alana porque Alana no podía ser solamente esa mujer que siempre me había mirado de lleno sin ocultarme nada. Contra Alana, más allá de Alana yo la buscaba para amarla mejor; y si al principio la música me dejó entrever otras Alanas, llegó el día en que frente a un grabado de Rembrandt la vi cambiar todavía más, como si un juego de nubes en el ciclo alterara bruscamente las luces y las sombras de un paisaje. Sentí que la pintura la llevaba más allá de sí misma para ese único espectador que podía medir la instantánea metamorfosis nunca repetida, la entre visión de Alana en Alana. Intercesores involuntarios, Keith Harrett, Beethoven y Aníbal Troilo me habían ayudado a acercarme, pero frente a un cuadro o un grabado Alana se despojaba todavía más de eso que creía ser, por un momento entraba en un mundo imaginario para sin saberlo salir de sí misma, yendo de una pintura a otra, comentándolas o callando, juego de cartas que cada nueva contemplación barajaba para aquel que sigiloso y atento, un poco atrás o llevándola del brazo, veía sucederse las reinas y los ases, los piques y los tréboles, Alana.
¿Qué se podía hacer con Osiris? Darle su leche, dejarlo en su ovillo negro satisfactorio y ronroneante; pero a Alana yo podía traerla a esta galería de cuadros como lo hice ayer, una vez más asistir a un teatro de espejo y de cámaras oscuras, de imágenes tensas en la tela frente a esa otra imagen de alegres jeans y blusa roja que después de aplastar el cigarrillo a la entrada iba de cuadro en cuadro, deteniéndose exactamente a la distancia que su mirada requería, volviéndose a mí de tanto en tanto para comentar o comparar. Jamás hubiera podido descubrir que yo no estaba ahí por los cuadros, que un poco atrás o de lado mi manera de mirar nada tenía que ver con la suya. Jamás se daría cuenta de que su lento y reflexivo paso de cuadro en cuadro la cambiaba hasta obligarme a cerrar los ojos y luchar para no apretarla en los brazos y llevármela al delirio, a una locura de carrera en plena calle. Desenvuelta, liviana en su naturalidad de goce y descubrimiento, sus altos y sus demoras se inscribían en un tiempo diferente del mío, ajeno a la crispada espera de mi sed.
Hasta entonces todo había sido un vago anuncio, Alana en la música, Alana frente a Rembrandt. Pero ahora mi esperanza empezaba a cumplirse casi insoportablemente, desde nuestra llegada Alana se había dado a las pinturas con una atroz inocencia de camaleón, pasando de un estado a otro sin saber que un espectador agazapado acechaba en su actitud, en la inclinación de su cabeza, en el movimiento de sus manos o sus labios el cromatismo interior que la recorría hasta mostrarla otra, allí donde la otra era siempre Alana sumándose a Alana, las cartas agolpándose hasta completar la baraja. A su lado, avanzando poco a poco a lo largo de los muros de la galería, la iba viendo darse a cada pintura, mis ojos multiplicaban un triángulo fulminante que se tendía de ella al cuadro y del cuadro a mí mismo para volver a ella y aprehender el cambio, la aureola diferente que la envolvía un momento para ceder después a un aura nueva, a una tonalidad que la exponía a la verdadera, a la última desnudez. Imposible prever hasta donde se repetiría esa ósmosis, cuántas nuevas Alanas me llevarían por fin a la síntesis de la que saldríamos los dos colmados, ella sin saberlo y encendiendo un nuevo cigarrillo antes de pedirme que la llevara a tomar un trago, yo sabiendo que mi larga búsqueda había llegado a puerto y que mi amor abarcaría desde ahora lo visible y lo invisible, aceptaría la limpia mirada de Alana sin incertidumbres de puertas cerradas, de pasajes vedados.
Frente a una barca solitaria y un primer piano de rocas negras, la vi quedarse inmóvil largo tiempo; un imperceptible ondular de las manos la hacía como nadar en el aire, buscar el mar abierto, una fuga de horizontes. Ya no podía extrañarme que esa otra pintura donde una reja de agudas puntas vedaba el acceso a los árboles linderos la hiciera retroceder como buscando un punto de mira, de golpe era la repulsa, el rechazo de un limite inaceptable. Pájaros, monstruos Marinos, ventanas dándose al silencio o dejando entrar un simulacro de la muerte, cada nueva pintura arrasaba a Alana despojándola de su color anterior, arrancando de ella las modulaciones de la libertad, del vuelo, de los grandes espacios, afirmando su negativa frente a la noche y a la nada, su ansiedad solar, su casi terrible impulso de ave fénix. Me quedé atrás sabiendo que no me sería posible soportar su mirada, su sorpresa interrogativa cuando viera en mi cara el deslumbramiento de la confirmación, porque eso era también yo, eso era mi proyecto Alana, mi vida Alana, eso había sido deseado por mí y refrenado por un presente de ciudad y parsimonia, eso ahora al fin Alana, al fin Alana y yo desde ahora, desde ya mismo. Hubiera querido tenerla desnuda en los brazos, amarla de tal manera que todo quedara claro, todo quedara dicho para siempre entre nosotros, y que de esa interminable noche de amor, nosotros que ya conocíamos tantas, naciera la primera alborada de la vida.
Llegábamos al final de la galería, me acerqué a la puerta de salida ocultando todavía la cara, esperando que el aire y las luces de la calle me volvieran a lo que Alana conocía de mi. La vi detenerse ante un cuadro que otros visitantes me habían ocultado, quedarse largamente inmóvil mirando la pintura de una ventana y un gato. Una última transformación hizo de ella una lenta estatua nítidamente separada de los demás, de mí que me acercaba indeciso buscándole los ojos perdidos en la tela. Vi que el gato era idéntico a Osiris y que miraba a lo lejos algo que el muro de la ventana no nos dejaba ver. Inmóvil en su contemplación, parecía menos inmóvil que la inmovilidad de Alana. De alguna manera sentí que el triángulo se había roto, cuando Alana volvió hacia mí la cabeza el triángulo ya no existía, ella había ido al cuadro pero no estaba de vuelta, seguía del lado del gato mirando más allá de la ventana donde nadie podía ver lo que ellos veían, lo que solamente Alana y Osiris veían cada vez que me miraban de frente.
Receta de Solomillo de cerdo en salsa parmesana
En esta ocasión vamos a preparar un solomillo con salsa de queso parmesano, una receta estupenda para los amantes del queso. Un plato sencillo y fácil de hacer, con mucho sabor y textura. Si les gusta el queso parmesano esta salsa queda muy buena, pero se puede cambiar el queso por otro que les guste más.
El solomillo es una carne tierna y jugosa, con poca grasa que se puede cocinar de muchas maneras, pero en salsa es una carne que queda muy bien. Un plato que podemos acompañar con verduras, papas, lo que se nos ocurra!
Receta para 6 comensales (45min.)
Plato principal
Ingredientes:
2 Solomillos
60 Gramos de Queso parmesano
200 Mililitros de Crema de leche
100 Mililitros de leche
1 Pizca de sal
1 Pizca de pimienta
4 Cucharadas soperas de aceite de oliva
Pasos a seguir para hacer esta receta:
1). Limpiamos los solomillos de las telillas y grasa, salpimentamos y los doramos en una cazuela con las 4 cucharadas de aceite a fuego fuerte. Debe dorarse bien por fuera.
2). Mientras tanto, rallamos el queso parmesano. Como decía, si lo prefieres puedes sustituir este queso por otro que te guste, aunque se trata de uno de los protagonistas de la receta de solomillo en salsa de queso.
3). Vamos dando la vuelta a los solomillos para dejar que se doren por todos los lados. Cuando ya estén dorados, añadimos la crema de leche. Dejamos cocinar a fuego medio unos 5 minutos.
4). Ponemos el queso parmesano rallado, y lo dejamos cocinar hasta que quede una salsa; probamos de sal. Si la salsa queda muy espesa, podemos echar leche hasta dejarla a nuestro gusto. Apagamos y dejamos enfriar.
5). Sacamos los solomillos y los cortamos en filetes para servirlos.
6). Una vez cortado en filetes, los iremos poniendo en la cazuela de nuevo. A la hora de servir, damos un golpe de calor y disfrutamos de esta exquisita receta de solomillo de cerdo en salsa parmesana. Este plato es ideal para fiestas o comidas familiares, acompañado de una buena ensalada o papas al horno.
(Más recetas deliciosas en mi blog Cocinando con Montse)
Fuente: https://www.recetasgratis.net/
El solomillo es una carne tierna y jugosa, con poca grasa que se puede cocinar de muchas maneras, pero en salsa es una carne que queda muy bien. Un plato que podemos acompañar con verduras, papas, lo que se nos ocurra!
Receta para 6 comensales (45min.)
Plato principal
Ingredientes:
2 Solomillos
60 Gramos de Queso parmesano
200 Mililitros de Crema de leche
100 Mililitros de leche
1 Pizca de sal
1 Pizca de pimienta
4 Cucharadas soperas de aceite de oliva
Pasos a seguir para hacer esta receta:
1). Limpiamos los solomillos de las telillas y grasa, salpimentamos y los doramos en una cazuela con las 4 cucharadas de aceite a fuego fuerte. Debe dorarse bien por fuera.
2). Mientras tanto, rallamos el queso parmesano. Como decía, si lo prefieres puedes sustituir este queso por otro que te guste, aunque se trata de uno de los protagonistas de la receta de solomillo en salsa de queso.
3). Vamos dando la vuelta a los solomillos para dejar que se doren por todos los lados. Cuando ya estén dorados, añadimos la crema de leche. Dejamos cocinar a fuego medio unos 5 minutos.
4). Ponemos el queso parmesano rallado, y lo dejamos cocinar hasta que quede una salsa; probamos de sal. Si la salsa queda muy espesa, podemos echar leche hasta dejarla a nuestro gusto. Apagamos y dejamos enfriar.
5). Sacamos los solomillos y los cortamos en filetes para servirlos.
6). Una vez cortado en filetes, los iremos poniendo en la cazuela de nuevo. A la hora de servir, damos un golpe de calor y disfrutamos de esta exquisita receta de solomillo de cerdo en salsa parmesana. Este plato es ideal para fiestas o comidas familiares, acompañado de una buena ensalada o papas al horno.
(Más recetas deliciosas en mi blog Cocinando con Montse)
Fuente: https://www.recetasgratis.net/
Alain Debray & The Champs Elysées Orchestra - Madreselva
Música: Francisco Canaro
Letra: Luis César Amadori
Original Performer: Francisco Canaro (1931)
Vieja pared del arrabal,
tu sombra fue mi compañera.
De mi niñez sin esplendor
la amiga fue tu madreselva.
Cuando temblando mi amor primero
con esperanzas besaba mi alma,
yo junto a vos, pura y feliz,
cantaba así mi primera confesión.
Madreselvas en flor que me vieron nacer
y en la vieja pared sorprendieron mi amor,
tu humilde caricia es como el cariño
primero y querido que siento por él.
Madreselvas en flor que trepándose van
es tu abrazo tenaz y dulzón como aquel,
si todos los años tus flores renacen,
hacé que no muera mi primer amor...
Pasaron los años y mis desengaños
yo vengo a contarte, mi vieja pared...
Así aprendí que hay que fingir
para vivir decentemente;
que amor y fe mentiras son
y del dolor se ríe la gente...
Hoy que la vida me ha castigado
y me ha enseñado su credo amargo,
vieja pared, con emoción
me acerco a vos y te digo como ayer...
Madreselvas en flor que me vieron nacer
y en la vieja pared sorprendieron mi amor,
tu humilde caricia es como el cariño
primero y querido que nunca olvidé.
Madreselvas en flor que trepándose van,
es tu abrazo tenaz y dulzón como aquel...
Si todos los años tus flores renacen,
¿por qué ya no vuelve mi primer amor?
https://youtu.be/FwO8R5bzdDM
Letra: Luis César Amadori
Original Performer: Francisco Canaro (1931)
Vieja pared del arrabal,
tu sombra fue mi compañera.
De mi niñez sin esplendor
la amiga fue tu madreselva.
Cuando temblando mi amor primero
con esperanzas besaba mi alma,
yo junto a vos, pura y feliz,
cantaba así mi primera confesión.
Madreselvas en flor que me vieron nacer
y en la vieja pared sorprendieron mi amor,
tu humilde caricia es como el cariño
primero y querido que siento por él.
Madreselvas en flor que trepándose van
es tu abrazo tenaz y dulzón como aquel,
si todos los años tus flores renacen,
hacé que no muera mi primer amor...
Pasaron los años y mis desengaños
yo vengo a contarte, mi vieja pared...
Así aprendí que hay que fingir
para vivir decentemente;
que amor y fe mentiras son
y del dolor se ríe la gente...
Hoy que la vida me ha castigado
y me ha enseñado su credo amargo,
vieja pared, con emoción
me acerco a vos y te digo como ayer...
Madreselvas en flor que me vieron nacer
y en la vieja pared sorprendieron mi amor,
tu humilde caricia es como el cariño
primero y querido que nunca olvidé.
Madreselvas en flor que trepándose van,
es tu abrazo tenaz y dulzón como aquel...
Si todos los años tus flores renacen,
¿por qué ya no vuelve mi primer amor?
https://youtu.be/FwO8R5bzdDM
Miastenia grave
Es un trastorno neuromuscular. Los trastornos neuromusculares comprometen los músculos y los nervios que los controlan.
Causas
La miastenia grave es un tipo de trastorno autoinmunitario. Un trastorno autoinmunitario ocurre cuando el sistema inmunitario ataca por error al tejido sano. Los anticuerpos son proteínas producidas por el sistema inmunitario del cuerpo cuando este detecta sustancias dañinas. Los anticuerpos se pueden producir cuando el sistema inmunitario equivocadamente considera que el tejido sano es una sustancia dañina, como en el caso de la miastenia grave. En las personas con miastenia grave, el cuerpo produce anticuerpos que bloquean las células musculares para que no reciban mensajes (neurotransmisores) desde la célula nerviosa.
En algunos casos, la miastenia grave está asociada con tumores del timo (un órgano del sistema inmunitario).
La miastenia grave puede afectar a personas de cualquier edad. Es más común en mujeres jóvenes y hombres de edad avanzada.
Síntomas
La miastenia grave causa debilidad de los músculos voluntarios. Estos músculos son los que están bajo su control. Los músculos autónomos, como el corazón y el tubo digestivo, por lo general no resultan afectados. La debilidad muscular de la miastenia grave empeora con la actividad y mejora con el reposo.
Esta debilidad muscular puede llevar a una variedad de síntomas, incluso:
•Dificultad para respirar debido a la debilidad de los músculos de la pared torácica
•Dificultad para deglutir o masticar, lo que causa arcadas, asfixia o babeo frecuentes
•Dificultad para subir escaleras, levantar objetos o levantarse desde una posición en la que esté sentado
•Dificultad para hablar
•Cabeza y párpados caídos
•Parálisis facial o debilidad de los músculos faciales
•Fatiga
•Ronquera o cambio de voz
•Visión doble
•Dificultad para mantener la mirada
Pruebas y exámenes
El médico llevará a cabo un examen físico. Esto incluye una evaluación detallada del sistema nervioso (neurológica). Esto puede mostrar:
•Debilidad muscular, con los músculos del ojo que por lo general se afectan primero.
•Reflejos y sensibilidad (sensación) normales
Los exámenes que se pueden llevar a cabo incluyen:
•Anticuerpos frente a los receptores acetilcolínicos asociados con esta enfermedad
•Tomografía computarizada o resonancia magnética del tórax para buscar un tumor
•Estudios de conducción nerviosa para evaluar con qué rapidez las señales nerviosas se mueven a través de un nervio
•EMG para evaluar la salud de los músculos y los nervios que los controlan
•Pruebas de la función pulmonar para medir la respiración y qué tan bien están funcionando los pulmones
•Prueba del edrofonio para ver si este medicamento neutraliza los síntomas por un tiempo breve
Tratamiento
No se conoce cura para la miastenia grave. El tratamiento le puede permitir tener períodos prolongados sin ningún tipo de síntomas (remisión).
Los cambios en el estilo de vida a menudo le pueden ayudar a continuar con las actividades diarias. Se puede recomendar lo siguiente:
•Descansar todo el día
•Usar un parche para los ojos si la visión doble es molesta
•Evitar el estrés y la exposición al calor, que pueden empeorar los síntomas
Los medicamentos que se pueden recetar incluyen:
•Neostigmina o piridostigmina para mejorar la comunicación entre los nervios y los músculos
•La prednisona u otros fármacos (como azatioprina, ciclosporina o micofelonato mofetil) para inhibir la respuesta del sistema inmunitario, si tiene síntomas graves y otros medicamentos no han funcionado bien.
Las situaciones de crisis son episodios de debilidad de los músculos de la respiración. Estos episodios pueden ocurrir cuando se toma el medicamento en exceso o en menos cantidad de lo debido. Estos episodios por lo general no duran más de unas cuantas semanas. Es posible que se requiera hospitalización y se puede necesitar asistencia respiratoria con un ventilador.
También se puede utilizar un procedimiento llamado plasmaféresis para ayudar a superar la crisis. Este procedimiento consiste en extraer la parte transparente de la sangre (el plasma), la cual contiene anticuerpos. Esta se reemplaza con plasma donado y libre de anticuerpos o con otros líquidos. La plasmaféresis también puede ayudar a disminuir los síntomas por 4 a 6 semanas y a menudo se emplea antes de la cirugía.
También se puede usar otro medicamento llamado inmunoglobulina intravenosa (IVIg).
La cirugía para extirpar el timo (timectomía) puede dar como resultado una remisión permanente o menor necesidad de medicamentos, especialmente cuando hay un tumor presente.
Si usted tiene problemas en los ojos, el médico puede sugerir lentes prismáticos para mejorar la visión. También se puede recomendar la cirugía para tratar los músculos oculares.
La fisioterapia puede ayudar a mantener su fuerza muscular. Esto es especialmente importante para los músculos que ayudan a la respiración.
Algunos medicamentos pueden empeorar los síntomas y deben evitarse. Antes de tomar cualquier medicamento, pregunte a su médico si está bien o no que lo tome.
Grupos de apoyo
El estrés causado por la enfermedad se puede aliviar uniéndose a un grupo de apoyo para la miastenia grave. El hecho de compartir con otras personas que tengan experiencias y problemas en común puede ayudarle a no sentirse solo.
Expectativas (pronóstico)
No existe una cura, pero es posible una remisión a largo plazo. Usted tal vez tenga que restringir algunas actividades diarias. Las personas que solo presentan síntomas oculares (miastenia grave ocular) pueden desarrollar miastenia generalizada con el tiempo.
Una mujer con miastenia grave se puede embarazar, pero es importante la atención prenatal cuidadosa. El bebé puede debilitarse temporalmente y requerir medicamentos durante algunas semanas después del nacimiento, pero por lo general no presentará el trastorno.
Posibles complicaciones
La afección puede causar problemas respiratorios potencialmente mortales. Esto se denomina una crisis miasténica.
Las personas con miastenia grave tienen un riesgo más alto de padecer otros trastornos autoinmunitarios como tirotoxicosis, artritis reumatoidea y lupus eritematoso sistémico (lupus).
Fuente: https://medlineplus.gov/spanish/ency/article/000712.htm
Causas
La miastenia grave es un tipo de trastorno autoinmunitario. Un trastorno autoinmunitario ocurre cuando el sistema inmunitario ataca por error al tejido sano. Los anticuerpos son proteínas producidas por el sistema inmunitario del cuerpo cuando este detecta sustancias dañinas. Los anticuerpos se pueden producir cuando el sistema inmunitario equivocadamente considera que el tejido sano es una sustancia dañina, como en el caso de la miastenia grave. En las personas con miastenia grave, el cuerpo produce anticuerpos que bloquean las células musculares para que no reciban mensajes (neurotransmisores) desde la célula nerviosa.
En algunos casos, la miastenia grave está asociada con tumores del timo (un órgano del sistema inmunitario).
La miastenia grave puede afectar a personas de cualquier edad. Es más común en mujeres jóvenes y hombres de edad avanzada.
Síntomas
La miastenia grave causa debilidad de los músculos voluntarios. Estos músculos son los que están bajo su control. Los músculos autónomos, como el corazón y el tubo digestivo, por lo general no resultan afectados. La debilidad muscular de la miastenia grave empeora con la actividad y mejora con el reposo.
Esta debilidad muscular puede llevar a una variedad de síntomas, incluso:
•Dificultad para respirar debido a la debilidad de los músculos de la pared torácica
•Dificultad para deglutir o masticar, lo que causa arcadas, asfixia o babeo frecuentes
•Dificultad para subir escaleras, levantar objetos o levantarse desde una posición en la que esté sentado
•Dificultad para hablar
•Cabeza y párpados caídos
•Parálisis facial o debilidad de los músculos faciales
•Fatiga
•Ronquera o cambio de voz
•Visión doble
•Dificultad para mantener la mirada
Pruebas y exámenes
El médico llevará a cabo un examen físico. Esto incluye una evaluación detallada del sistema nervioso (neurológica). Esto puede mostrar:
•Debilidad muscular, con los músculos del ojo que por lo general se afectan primero.
•Reflejos y sensibilidad (sensación) normales
Los exámenes que se pueden llevar a cabo incluyen:
•Anticuerpos frente a los receptores acetilcolínicos asociados con esta enfermedad
•Tomografía computarizada o resonancia magnética del tórax para buscar un tumor
•Estudios de conducción nerviosa para evaluar con qué rapidez las señales nerviosas se mueven a través de un nervio
•EMG para evaluar la salud de los músculos y los nervios que los controlan
•Pruebas de la función pulmonar para medir la respiración y qué tan bien están funcionando los pulmones
•Prueba del edrofonio para ver si este medicamento neutraliza los síntomas por un tiempo breve
Tratamiento
No se conoce cura para la miastenia grave. El tratamiento le puede permitir tener períodos prolongados sin ningún tipo de síntomas (remisión).
Los cambios en el estilo de vida a menudo le pueden ayudar a continuar con las actividades diarias. Se puede recomendar lo siguiente:
•Descansar todo el día
•Usar un parche para los ojos si la visión doble es molesta
•Evitar el estrés y la exposición al calor, que pueden empeorar los síntomas
Los medicamentos que se pueden recetar incluyen:
•Neostigmina o piridostigmina para mejorar la comunicación entre los nervios y los músculos
•La prednisona u otros fármacos (como azatioprina, ciclosporina o micofelonato mofetil) para inhibir la respuesta del sistema inmunitario, si tiene síntomas graves y otros medicamentos no han funcionado bien.
Las situaciones de crisis son episodios de debilidad de los músculos de la respiración. Estos episodios pueden ocurrir cuando se toma el medicamento en exceso o en menos cantidad de lo debido. Estos episodios por lo general no duran más de unas cuantas semanas. Es posible que se requiera hospitalización y se puede necesitar asistencia respiratoria con un ventilador.
También se puede utilizar un procedimiento llamado plasmaféresis para ayudar a superar la crisis. Este procedimiento consiste en extraer la parte transparente de la sangre (el plasma), la cual contiene anticuerpos. Esta se reemplaza con plasma donado y libre de anticuerpos o con otros líquidos. La plasmaféresis también puede ayudar a disminuir los síntomas por 4 a 6 semanas y a menudo se emplea antes de la cirugía.
También se puede usar otro medicamento llamado inmunoglobulina intravenosa (IVIg).
La cirugía para extirpar el timo (timectomía) puede dar como resultado una remisión permanente o menor necesidad de medicamentos, especialmente cuando hay un tumor presente.
Si usted tiene problemas en los ojos, el médico puede sugerir lentes prismáticos para mejorar la visión. También se puede recomendar la cirugía para tratar los músculos oculares.
La fisioterapia puede ayudar a mantener su fuerza muscular. Esto es especialmente importante para los músculos que ayudan a la respiración.
Algunos medicamentos pueden empeorar los síntomas y deben evitarse. Antes de tomar cualquier medicamento, pregunte a su médico si está bien o no que lo tome.
Grupos de apoyo
El estrés causado por la enfermedad se puede aliviar uniéndose a un grupo de apoyo para la miastenia grave. El hecho de compartir con otras personas que tengan experiencias y problemas en común puede ayudarle a no sentirse solo.
Expectativas (pronóstico)
No existe una cura, pero es posible una remisión a largo plazo. Usted tal vez tenga que restringir algunas actividades diarias. Las personas que solo presentan síntomas oculares (miastenia grave ocular) pueden desarrollar miastenia generalizada con el tiempo.
Una mujer con miastenia grave se puede embarazar, pero es importante la atención prenatal cuidadosa. El bebé puede debilitarse temporalmente y requerir medicamentos durante algunas semanas después del nacimiento, pero por lo general no presentará el trastorno.
Posibles complicaciones
La afección puede causar problemas respiratorios potencialmente mortales. Esto se denomina una crisis miasténica.
Las personas con miastenia grave tienen un riesgo más alto de padecer otros trastornos autoinmunitarios como tirotoxicosis, artritis reumatoidea y lupus eritematoso sistémico (lupus).
Fuente: https://medlineplus.gov/spanish/ency/article/000712.htm
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El consultorio virtual del Doctor Fugazzetta
martes, 28 de agosto de 2018
¿Por qué se celebra el 27 de agosto el "Día de la radiodifusión en Argentina"?
El Día de la radiodifusión en nuestro país es el 27 de agosto, porque ese mismo día, en1920, pasados seis minutos de las 21:00, se produjo la primera emisión de radio en Argentina y hay quienes aseguran que también en el mundo.
El teatro Coliseo fue la locación utilizada por cuatro jóvenes bautizados como los Locos de la azotea, ya que desde la terraza del edificio ubicado en Cerrito y Charcas colocaron el transmisor de 5W con el que emitieron en vivo la obra Parsifal de Richard Wagner.
Aquel hito no tuvo una recepción demasiado popular, debido a que muy pocas personas tenían un aparato de radio a galena para escuchar la transmisión. Sin embargo, ese fue el puntapié inicial para que la radiodifusión argentina no detuviera su marcha hasta la actualidad, pese a que le auguraron su extinción en varias oportunidades.
La idea surgió de parte de Enrique Telémaco Susini, un jóven médico otorrinolaringólogo, quien sobre los finales de la Primera Guerra Mundial viajó a Francia para estudiar el efecto de los gases asfixiantes y paralizantes sobre las vías respiratorias. Allí encontró equipos de radio con transmisores casi abandonados que fueron los disparadores para que se embarcara en su posterior hazaña. A su regreso, se reunió con sus amigos, Miguel Mujica, César Guerrico y Luis Romero Carranza, otros entusiastas radioaficionados que llevaron adelante la ya mítica transmisión.
"Señoras y señores: la sociedad Radio Argentina les presenta hoy el festival sacro de Ricardo Wagner, "Parsifal", con la actuación del tenor Mestri, la soprano Argentina Sara César, el barítono Rossi Morelli y los bajos Chirino y Paggi, todos bajo la dirección de Félix von Wingartner, secundado por el coro y la orquesta del Teatro Constanzi de Roma", fueron las palabras elegidas por Susini aquel 27 de agosto, para dar el puntapié inicial a una transmisión que se extendió durante 3 horas.
Desde entonces se discute si la travesía de los cuatro jóvenes argentinos fue la primera transmisión de radio del mundo. Si bien hubo emisiones experimentales previas, la de los Locos fue la única hasta entonces regular, sistemática y dirigida a un público.
Además, en el libro Radiofonías del locutor, docente e investigador Oscar Bosetti, se señala que la fecha mencionada como para considerar a KDKA de Norteamérica como la primera estación de radiodifusión del mundo, es posterior a la de la Argentina.
"El primer programa de radio salió al aire a través de la KDKA en Pittsburg en la tarde del 2 de noviembre de 1.920, con los resultados de las elecciones presidenciales Harding-Cox", aseguran publicaciones de Estados Unidos. Es decir, dos meses más tarde que la del Coliseo.
En 1970, al cumplirse medio siglo de aquel hito, se estableció el 27 de agosto como Día de la Radiodifusión. Desde entonces, se celebra la magia que ya tiene 98 años.
Primera transmisión radial de la Argentina (1920)
https://youtu.be/5YvwhpeU_hs
El teatro Coliseo fue la locación utilizada por cuatro jóvenes bautizados como los Locos de la azotea, ya que desde la terraza del edificio ubicado en Cerrito y Charcas colocaron el transmisor de 5W con el que emitieron en vivo la obra Parsifal de Richard Wagner.
Aquel hito no tuvo una recepción demasiado popular, debido a que muy pocas personas tenían un aparato de radio a galena para escuchar la transmisión. Sin embargo, ese fue el puntapié inicial para que la radiodifusión argentina no detuviera su marcha hasta la actualidad, pese a que le auguraron su extinción en varias oportunidades.
La idea surgió de parte de Enrique Telémaco Susini, un jóven médico otorrinolaringólogo, quien sobre los finales de la Primera Guerra Mundial viajó a Francia para estudiar el efecto de los gases asfixiantes y paralizantes sobre las vías respiratorias. Allí encontró equipos de radio con transmisores casi abandonados que fueron los disparadores para que se embarcara en su posterior hazaña. A su regreso, se reunió con sus amigos, Miguel Mujica, César Guerrico y Luis Romero Carranza, otros entusiastas radioaficionados que llevaron adelante la ya mítica transmisión.
"Señoras y señores: la sociedad Radio Argentina les presenta hoy el festival sacro de Ricardo Wagner, "Parsifal", con la actuación del tenor Mestri, la soprano Argentina Sara César, el barítono Rossi Morelli y los bajos Chirino y Paggi, todos bajo la dirección de Félix von Wingartner, secundado por el coro y la orquesta del Teatro Constanzi de Roma", fueron las palabras elegidas por Susini aquel 27 de agosto, para dar el puntapié inicial a una transmisión que se extendió durante 3 horas.
Desde entonces se discute si la travesía de los cuatro jóvenes argentinos fue la primera transmisión de radio del mundo. Si bien hubo emisiones experimentales previas, la de los Locos fue la única hasta entonces regular, sistemática y dirigida a un público.
Además, en el libro Radiofonías del locutor, docente e investigador Oscar Bosetti, se señala que la fecha mencionada como para considerar a KDKA de Norteamérica como la primera estación de radiodifusión del mundo, es posterior a la de la Argentina.
"El primer programa de radio salió al aire a través de la KDKA en Pittsburg en la tarde del 2 de noviembre de 1.920, con los resultados de las elecciones presidenciales Harding-Cox", aseguran publicaciones de Estados Unidos. Es decir, dos meses más tarde que la del Coliseo.
En 1970, al cumplirse medio siglo de aquel hito, se estableció el 27 de agosto como Día de la Radiodifusión. Desde entonces, se celebra la magia que ya tiene 98 años.
Primera transmisión radial de la Argentina (1920)
https://youtu.be/5YvwhpeU_hs
Esta tarde, mi bien, cuando te hablaba...
Uno de los muchos sonetos famosos de Sor Juana Inés de la Cruz
Esta tarde, mi bien, cuando te hablaba,
como en tu rostro y en tus acciones vía
que con palabras no te persuadía,
que el corazón me vieses deseaba.
Y Amor, que mis intentos ayudaba,
venció lo que imposible parecía,
pues entre el llanto que el dolor vertía,
el corazón deshecho destilaba.
Baste ya de rigores, mi bien, baste,
no te atormenten más celos tiranos,
ni el vil recelo tu quietud contraste.
con sombras necias, con indicios vanos,
pues ya en líquido humor viste y tocaste
mi corazón deshecho entre tus manos.
Esta tarde, mi bien, cuando te hablaba,
como en tu rostro y en tus acciones vía
que con palabras no te persuadía,
que el corazón me vieses deseaba.
Y Amor, que mis intentos ayudaba,
venció lo que imposible parecía,
pues entre el llanto que el dolor vertía,
el corazón deshecho destilaba.
Baste ya de rigores, mi bien, baste,
no te atormenten más celos tiranos,
ni el vil recelo tu quietud contraste.
con sombras necias, con indicios vanos,
pues ya en líquido humor viste y tocaste
mi corazón deshecho entre tus manos.
La historia de la primera periodista gráfica de guerra
Gerda Taro (cuyo nombre de nacimiento era Gerta Pohorylle) nació en Stuttgart, Alemania, el 1 de agosto de 1910 y falleció en El Escorial, España, el 26 de julio de 1937.
Fue una pionera periodista gráfica de guerra alemana y pareja sentimental del fotógrafo Endre Ernö Friedmann. Juntos fotografiaban bajo el pseudónimo de Robert Capa, siendo difícil saber qué fotos son de cada uno. Es considerada la primera fotoperiodista mujer que cubrió un frente de guerra y la primera en fallecer al llevarlo a cabo.
1. Biografía
Gerda Taro se llamaba en realidad Gerta Pohorylle, y era hija de judíos polacos. A pesar de sus orígenes burgueses, desde muy joven entró a formar parte de movimientos socialistas y obreros. Por eso con la llegada de los nazis al poder, y tras haber sufrido una detención, decidió huir con una amiga a París.
En París conoció por casualidad a Endre Erno Friedmann, un judío húngaro que intentaba ganarse la vida como fotógrafo. Gerda y André se hicieron novios y André le enseñó a Gerda sus conocimientos de fotografía.
Como no les iban bien las cosas y no recibían trabajo, se les ocurrió una curiosa idea. Inventarían un personaje llamado Robert Capa, que supuestamente era un reputado fotógrafo llegado de los Estados Unidos para trabajar en Europa. Como es tan famoso, vende sus fotos a través de sus representantes: Friedman y Pohorylle, al triple del precio que un fotógrafo francés. Este truco funciona perfectamente y al poco tiempo reciben montones de encargos y por fin ganan dinero.
2. Guerra Civil Española
En 1936 da comienzo la Guerra Civil Española, que marcaría decisivamente a ambos. Se trasladan a España para cubrir el conflicto. Fueron testigos de diferentes episodios de la guerra, y realizaban reportajes que luego eran publicados en revistas como Regards o Vu.
Al principio la marca «Capa» era utilizada indistintamente por ambos fotógrafos. Luego se produjo cierto distanciamiento entre ellos y Endre Friedmann se quedó con el nombre de «Robert Capa». Poco antes de morir ella comenzaría a emplear la firma de «Photo Taro».
Del trabajo de Gerda en solitario su reportaje más importante fue el de la primera fase de la batalla de Brunete. Gerda fue testigo del triunfo republicano en esta primera fase de la batalla. Este reportaje fue publicado en Regards el 22 de julio de 1937 y dio a Gerda un gran prestigio.
Sin embargo poco después las tropas franquistas iniciarían un contraataque, y Gerda decidió volver al frente de batalla en Brunete. Allí fue testigo de los bombardeos de la aviación del bando sublevado, y realizó muchas fotografías, poniendo en peligro su vida. Aquella batalla finalizó en derrota para el bando republicano.
3. Las últimas horas de Gerda Taro
Aníbal González, el conductor del tanque, no notó nada cuando las orugas de su máquina pasaron por encima de Gerda Taro. Ningún ruido, ningún movimiento. Lógico. Su tanque pesaba 9.500 kilos y llevaban replegándose toda la mañana por los campos entre Brunete y Villanueva de la Cañada, con la Legión Cóndor sobre sus cabezas arrojándoles todo el hierro que tenían y ametrallándoles en cada kilómetro de su retirada. Hacía un calor de los que te hacen renegar de cada paso. Estar dentro de un tanque con más de cuarenta grados a la sombra tiene que ser un infierno. Normalmente las tripulaciones solían ser mixtas: españoles conduciendo o cargando el cañón de 45 mm, brigadistas internacionales y el comandante y tirador, que podía ser soviético. En el Madrid de 1936, las tripulaciones eran soviéticas pero ahora, en julio de 1937, todo había cambiado, la llegada de nuevos tanques exigía más tripulaciones y ya no importaba tanto el origen de los mismos.
La carretera de Villanueva de la Cañada se hallaba anegada por la retirada de las tropas republicanas, los coches, los tanques, las ambulancias, los camiones, la artillería… Todo el mundo se quería poner a salvo ante el avance de las tropas de Franco, y Aníbal González no tenía tiempo que perder. Gerda y su compañero Ted Allen habían estado toda la mañana en primera fila, haciendo fotos y grabando con la cámara de cine Eyemo. Habían llegado hasta el cuartel del general polaco Walter, con quien le unía a Gerda una gran camaradería, por aquello de ser polacos los dos y haber coincidido también en la ofensiva de La Granja, meses antes, junto con Robert Capa. Pero la acometida de las tropas republicanas estaba dando un vuelco que olía a derrota.
El general Walter (Karol Waclaw Swierczewski) les había rogado que abandonasen el lugar, que el frente se estaba viniendo abajo, y que no había tiempo que perder si no querían caer en manos de las tropas de Franco Y así lo hicieron. Todavía les dio tiempo de grabar un ataque aéreo, en el que Gerda, con un enorme derroche de valor, había abandonado la trinchera en la que se protegían de las bombas y con la cámara de cine había tomado unas buenas imágenes de la aviación enemiga sembrando destrucción en el campo de batalla. Tenían que retirarse hacia el Norte. Allí estaba Villanueva, el primer paso hacia la retaguardia.
El camino se iba saturando y ralentizando cada vez más, con toda suerte de soldados y máquinas, y parecía que lo que había empezado como una batalla triunfal y que iba a estrangular a las tropas nacionales en su asedio a Madrid, se estaba desintegrando de forma inexplicable. Habría que empezar de nuevo. Las esperanzas de una victoria definitiva, con un nuevo ejército, se habían convertido en polvo, como el que levantaba aquel ejército en retirada ante el pasmo de alguno de sus jefes y oficiales.
No había tiempo que perder, Gerda y Ted vieron un coche, un Chevrolet Matford negro, que inmediatamente identificaron como el del general Walter: “Nuestro puesto de mando sobre ruedas”, como lo llamaba su ayudante, Alex Szurek. Era un símbolo de seguridad, de escape de aquel pudridero, de aquella derrota insoportable en que se había convertido la ofensiva de Brunete. Aníbal González con su carro de combate formaba parte de un pelotón de cuatro T-26 y sabían que al Oeste se encontraba la carretera que enlazaba con Villanueva. Ya habían caído muchos compañeros y era necesario huir. La aviación republicana había perdido el dominio del cielo y la retirada se había convertido en la “caza del pato” para la aviación enemiga.
Aquellos mastodontes de metal se habían transformado en objetivos fáciles para los Heinkel 111 y los Junkers 52 y había que ponerse a cubierto. Gerda se acercó al coche y les preguntó si podían acercarles a Villanueva de la Cañada. El conductor del vehículo era de nuevo el checo Josef Edenhoffer, y la queja y el estrés se mezclaban en su cara. El coche iba repleto de heridos, con los asientos y el suelo tintados de sangre. No había sitio, pero los conocía de otras ocasiones y les ofreció los estribos del coche donde podrían ir colgados hasta Villanueva, que estaba a apenas unos kilómetros. Gerda asintió. Dejó su cámara de fotos Leica y la cámara de cine Eyemo en el asiento del copiloto. Se agarraron bien y comenzaron su particular repliegue entre el lamento de los heridos y el polvo, que con el calor, lo inundaba todo.
Aníbal y el pequeño grupo de tanques que le seguía continuaban abriéndose paso por un bosquecillo. El ruido del motor del carro blindado, el calor, las balas que percutían contra su estructura con un característico estruendo metálico, las explosiones en los alrededores, los gritos que se lanzaban los tripulantes… A veces simples gestos porque no conseguían hacerse entender, en parte por el ruido infernal, en parte por los diferentes idiomas de cada uno de los ocupantes. La temperatura había convertido los monos de tanquistas en una segunda piel de sudor y miedo. Con la garganta reseca y los labios blanquecinos, ya que no quedaba una gota de agua, la mente de Aníbal marchaba a cien por hora. Sólo prestaba atención a una voz interior que le decía: “¡Vamos, vamos, hay que salir de esta mierda, venga, venga…!”.
La carretera se iba convirtiendo en una riada de gritos, juramentos, cláxones y cacofonía de motores, agravado por el vuelo rasante, el zumbido aterrador de la aviación franquista. Gerda y Ted comenzaron a oír un ruido de motores a su derecha. Aníbal seguía acelerando, intentando ver algo en medio de los árboles. La carretera debía de andar cerca. Gerda y Ted giraron sus cabezas esperando ver de dónde procedía aquel rumor creciente. Aníbal descubrió un claro entre las ramas e irrumpió en la carretera: un mar de personas y vehículos. A Gerda apenas le dio tiempo a darse cuenta de que un tanque T-26 junto a otros más se le venía encima saliendo de la espesura de forma impetuosa. Josef intentó esquivarlos dando un volantazo y girando a la izquierda. Pero ya era demasiado tarde. Gerda cayó del coche y las orugas pasaron por encima provocándole heridas mortales. Las cadenas la reventaron. Ted se rompió una pierna. Unas fuentes dicen que el coche volcó y otras que consiguió mantenerse en la carretera… con las cámaras en el asiento del copiloto.
Otros testigos aseguran que Gerda había caído por un bache o una explosión anterior, justo detrás de una pequeña valla, y que el tanque, maniobrando hacia atrás o descontrolado, se llevó por delante a la gran promesa de la fotografía europea. La retirada continuaba, pero había que evacuar a Gerda Taro de allí. Unas horas más tarde, cuando pudieron detener sus máquinas blindadas, otro tanquista, de nombre Fernando Plaza, le dijo a Aníbal: “¡Te has cargado a la francesa!”.
Ni se había dado cuenta. Pero sí conocía a la francesa. Todos la conocían como la compañera de Capa. Gerda Taro no saldría viva de la batalla de Brunete. La trasladaron al hospital de El Escorial. Otras fuentes hablan del hospital inglés de El Goloso. En cualquier caso, el daño era espantoso. Una transfusión y morfina para acompañarla hasta su hora es lo único que pudieron hacer por ella. Su obsesión eran sus cámaras, saber dónde estaban. A su compañero Ted, que se había roto el fémur, le escayolaron la pierna. El médico y la enfermera Irene Goldin intentaron que sus últimas horas lo fueran sin dolor. Murió muy temprano, por la mañana. Era el 26 de julio de 1937 y la batalla de Brunete acabaría, en nada, pero con miles de muertos.
Robert Capa, mientras tanto, se encontraba en París, intentando conseguir contratos y permisos para trasladarse junto a Gerda al frente chino-japonés. Podía ser otra gran aventura. Pero descubrió en la consulta de un dentista, en la tercera página de un periódico, que su amada había perdido la vida en la batalla de Brunete. Desde entonces nada iba a ser lo mismo. Se iba a acercar cada vez más a la muerte. Y si te acercas demasiado es más fácil que te acabes encontrando con ella. Moriría en el conflicto indochino al pisar una mina en 1954. La guerra y la parca, inseparables compañeras, le estaban esperando diecisiete años después.
Fue una pionera periodista gráfica de guerra alemana y pareja sentimental del fotógrafo Endre Ernö Friedmann. Juntos fotografiaban bajo el pseudónimo de Robert Capa, siendo difícil saber qué fotos son de cada uno. Es considerada la primera fotoperiodista mujer que cubrió un frente de guerra y la primera en fallecer al llevarlo a cabo.
1. Biografía
Gerda Taro se llamaba en realidad Gerta Pohorylle, y era hija de judíos polacos. A pesar de sus orígenes burgueses, desde muy joven entró a formar parte de movimientos socialistas y obreros. Por eso con la llegada de los nazis al poder, y tras haber sufrido una detención, decidió huir con una amiga a París.
En París conoció por casualidad a Endre Erno Friedmann, un judío húngaro que intentaba ganarse la vida como fotógrafo. Gerda y André se hicieron novios y André le enseñó a Gerda sus conocimientos de fotografía.
Como no les iban bien las cosas y no recibían trabajo, se les ocurrió una curiosa idea. Inventarían un personaje llamado Robert Capa, que supuestamente era un reputado fotógrafo llegado de los Estados Unidos para trabajar en Europa. Como es tan famoso, vende sus fotos a través de sus representantes: Friedman y Pohorylle, al triple del precio que un fotógrafo francés. Este truco funciona perfectamente y al poco tiempo reciben montones de encargos y por fin ganan dinero.
2. Guerra Civil Española
En 1936 da comienzo la Guerra Civil Española, que marcaría decisivamente a ambos. Se trasladan a España para cubrir el conflicto. Fueron testigos de diferentes episodios de la guerra, y realizaban reportajes que luego eran publicados en revistas como Regards o Vu.
Al principio la marca «Capa» era utilizada indistintamente por ambos fotógrafos. Luego se produjo cierto distanciamiento entre ellos y Endre Friedmann se quedó con el nombre de «Robert Capa». Poco antes de morir ella comenzaría a emplear la firma de «Photo Taro».
Del trabajo de Gerda en solitario su reportaje más importante fue el de la primera fase de la batalla de Brunete. Gerda fue testigo del triunfo republicano en esta primera fase de la batalla. Este reportaje fue publicado en Regards el 22 de julio de 1937 y dio a Gerda un gran prestigio.
Sin embargo poco después las tropas franquistas iniciarían un contraataque, y Gerda decidió volver al frente de batalla en Brunete. Allí fue testigo de los bombardeos de la aviación del bando sublevado, y realizó muchas fotografías, poniendo en peligro su vida. Aquella batalla finalizó en derrota para el bando republicano.
3. Las últimas horas de Gerda Taro
Aníbal González, el conductor del tanque, no notó nada cuando las orugas de su máquina pasaron por encima de Gerda Taro. Ningún ruido, ningún movimiento. Lógico. Su tanque pesaba 9.500 kilos y llevaban replegándose toda la mañana por los campos entre Brunete y Villanueva de la Cañada, con la Legión Cóndor sobre sus cabezas arrojándoles todo el hierro que tenían y ametrallándoles en cada kilómetro de su retirada. Hacía un calor de los que te hacen renegar de cada paso. Estar dentro de un tanque con más de cuarenta grados a la sombra tiene que ser un infierno. Normalmente las tripulaciones solían ser mixtas: españoles conduciendo o cargando el cañón de 45 mm, brigadistas internacionales y el comandante y tirador, que podía ser soviético. En el Madrid de 1936, las tripulaciones eran soviéticas pero ahora, en julio de 1937, todo había cambiado, la llegada de nuevos tanques exigía más tripulaciones y ya no importaba tanto el origen de los mismos.
La carretera de Villanueva de la Cañada se hallaba anegada por la retirada de las tropas republicanas, los coches, los tanques, las ambulancias, los camiones, la artillería… Todo el mundo se quería poner a salvo ante el avance de las tropas de Franco, y Aníbal González no tenía tiempo que perder. Gerda y su compañero Ted Allen habían estado toda la mañana en primera fila, haciendo fotos y grabando con la cámara de cine Eyemo. Habían llegado hasta el cuartel del general polaco Walter, con quien le unía a Gerda una gran camaradería, por aquello de ser polacos los dos y haber coincidido también en la ofensiva de La Granja, meses antes, junto con Robert Capa. Pero la acometida de las tropas republicanas estaba dando un vuelco que olía a derrota.
El general Walter (Karol Waclaw Swierczewski) les había rogado que abandonasen el lugar, que el frente se estaba viniendo abajo, y que no había tiempo que perder si no querían caer en manos de las tropas de Franco Y así lo hicieron. Todavía les dio tiempo de grabar un ataque aéreo, en el que Gerda, con un enorme derroche de valor, había abandonado la trinchera en la que se protegían de las bombas y con la cámara de cine había tomado unas buenas imágenes de la aviación enemiga sembrando destrucción en el campo de batalla. Tenían que retirarse hacia el Norte. Allí estaba Villanueva, el primer paso hacia la retaguardia.
El camino se iba saturando y ralentizando cada vez más, con toda suerte de soldados y máquinas, y parecía que lo que había empezado como una batalla triunfal y que iba a estrangular a las tropas nacionales en su asedio a Madrid, se estaba desintegrando de forma inexplicable. Habría que empezar de nuevo. Las esperanzas de una victoria definitiva, con un nuevo ejército, se habían convertido en polvo, como el que levantaba aquel ejército en retirada ante el pasmo de alguno de sus jefes y oficiales.
No había tiempo que perder, Gerda y Ted vieron un coche, un Chevrolet Matford negro, que inmediatamente identificaron como el del general Walter: “Nuestro puesto de mando sobre ruedas”, como lo llamaba su ayudante, Alex Szurek. Era un símbolo de seguridad, de escape de aquel pudridero, de aquella derrota insoportable en que se había convertido la ofensiva de Brunete. Aníbal González con su carro de combate formaba parte de un pelotón de cuatro T-26 y sabían que al Oeste se encontraba la carretera que enlazaba con Villanueva. Ya habían caído muchos compañeros y era necesario huir. La aviación republicana había perdido el dominio del cielo y la retirada se había convertido en la “caza del pato” para la aviación enemiga.
Aquellos mastodontes de metal se habían transformado en objetivos fáciles para los Heinkel 111 y los Junkers 52 y había que ponerse a cubierto. Gerda se acercó al coche y les preguntó si podían acercarles a Villanueva de la Cañada. El conductor del vehículo era de nuevo el checo Josef Edenhoffer, y la queja y el estrés se mezclaban en su cara. El coche iba repleto de heridos, con los asientos y el suelo tintados de sangre. No había sitio, pero los conocía de otras ocasiones y les ofreció los estribos del coche donde podrían ir colgados hasta Villanueva, que estaba a apenas unos kilómetros. Gerda asintió. Dejó su cámara de fotos Leica y la cámara de cine Eyemo en el asiento del copiloto. Se agarraron bien y comenzaron su particular repliegue entre el lamento de los heridos y el polvo, que con el calor, lo inundaba todo.
Aníbal y el pequeño grupo de tanques que le seguía continuaban abriéndose paso por un bosquecillo. El ruido del motor del carro blindado, el calor, las balas que percutían contra su estructura con un característico estruendo metálico, las explosiones en los alrededores, los gritos que se lanzaban los tripulantes… A veces simples gestos porque no conseguían hacerse entender, en parte por el ruido infernal, en parte por los diferentes idiomas de cada uno de los ocupantes. La temperatura había convertido los monos de tanquistas en una segunda piel de sudor y miedo. Con la garganta reseca y los labios blanquecinos, ya que no quedaba una gota de agua, la mente de Aníbal marchaba a cien por hora. Sólo prestaba atención a una voz interior que le decía: “¡Vamos, vamos, hay que salir de esta mierda, venga, venga…!”.
La carretera se iba convirtiendo en una riada de gritos, juramentos, cláxones y cacofonía de motores, agravado por el vuelo rasante, el zumbido aterrador de la aviación franquista. Gerda y Ted comenzaron a oír un ruido de motores a su derecha. Aníbal seguía acelerando, intentando ver algo en medio de los árboles. La carretera debía de andar cerca. Gerda y Ted giraron sus cabezas esperando ver de dónde procedía aquel rumor creciente. Aníbal descubrió un claro entre las ramas e irrumpió en la carretera: un mar de personas y vehículos. A Gerda apenas le dio tiempo a darse cuenta de que un tanque T-26 junto a otros más se le venía encima saliendo de la espesura de forma impetuosa. Josef intentó esquivarlos dando un volantazo y girando a la izquierda. Pero ya era demasiado tarde. Gerda cayó del coche y las orugas pasaron por encima provocándole heridas mortales. Las cadenas la reventaron. Ted se rompió una pierna. Unas fuentes dicen que el coche volcó y otras que consiguió mantenerse en la carretera… con las cámaras en el asiento del copiloto.
Otros testigos aseguran que Gerda había caído por un bache o una explosión anterior, justo detrás de una pequeña valla, y que el tanque, maniobrando hacia atrás o descontrolado, se llevó por delante a la gran promesa de la fotografía europea. La retirada continuaba, pero había que evacuar a Gerda Taro de allí. Unas horas más tarde, cuando pudieron detener sus máquinas blindadas, otro tanquista, de nombre Fernando Plaza, le dijo a Aníbal: “¡Te has cargado a la francesa!”.
Ni se había dado cuenta. Pero sí conocía a la francesa. Todos la conocían como la compañera de Capa. Gerda Taro no saldría viva de la batalla de Brunete. La trasladaron al hospital de El Escorial. Otras fuentes hablan del hospital inglés de El Goloso. En cualquier caso, el daño era espantoso. Una transfusión y morfina para acompañarla hasta su hora es lo único que pudieron hacer por ella. Su obsesión eran sus cámaras, saber dónde estaban. A su compañero Ted, que se había roto el fémur, le escayolaron la pierna. El médico y la enfermera Irene Goldin intentaron que sus últimas horas lo fueran sin dolor. Murió muy temprano, por la mañana. Era el 26 de julio de 1937 y la batalla de Brunete acabaría, en nada, pero con miles de muertos.
Robert Capa, mientras tanto, se encontraba en París, intentando conseguir contratos y permisos para trasladarse junto a Gerda al frente chino-japonés. Podía ser otra gran aventura. Pero descubrió en la consulta de un dentista, en la tercera página de un periódico, que su amada había perdido la vida en la batalla de Brunete. Desde entonces nada iba a ser lo mismo. Se iba a acercar cada vez más a la muerte. Y si te acercas demasiado es más fácil que te acabes encontrando con ella. Moriría en el conflicto indochino al pisar una mina en 1954. La guerra y la parca, inseparables compañeras, le estaban esperando diecisiete años después.
De un Mundo Raro - Autor: José Alfredo Jiménez
Cuando te hablen de amor y de ilusiones,
y te ofrezcan un sol y un cielo entero;
si te acuerdas de mí, no me menciones,
porque vas a sentir amor del bueno.
Y si quieren saber de tu pasado
es preciso decir una mentira;
di que vienes de allá, de un mundo raro,
que no sabes llorar,
que no entiendes de amor
y que nunca has amado.
Porque yo adonde voy,
hablaré de tu amor
como un sueño dorado.
Y olvidando el rencor,
no diré que tu adiós
me volvió desgraciado.
Y si quieren saber de mi pasado
es preciso decir otra mentira;
les diré que llegué de un mundo raro,
que no sé del dolor,
que triunfé en el amor
y que nunca he llorado.
Canta: Joan Manuel Serrat - álbum: Canciones (2000)
https://youtu.be/4SmLDXpc5fU
y te ofrezcan un sol y un cielo entero;
si te acuerdas de mí, no me menciones,
porque vas a sentir amor del bueno.
Y si quieren saber de tu pasado
es preciso decir una mentira;
di que vienes de allá, de un mundo raro,
que no sabes llorar,
que no entiendes de amor
y que nunca has amado.
Porque yo adonde voy,
hablaré de tu amor
como un sueño dorado.
Y olvidando el rencor,
no diré que tu adiós
me volvió desgraciado.
Y si quieren saber de mi pasado
es preciso decir otra mentira;
les diré que llegué de un mundo raro,
que no sé del dolor,
que triunfé en el amor
y que nunca he llorado.
Canta: Joan Manuel Serrat - álbum: Canciones (2000)
https://youtu.be/4SmLDXpc5fU
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