Un lugar en Buenos Aires
Era yo muy pequeña cuando mis padres me llevaban a pasear y conocer la zona de la Costanera Sur.
Con mis ojos de niña me asombraba la belleza de aquel sitio, las avenidas el lugar enormemente forestado, los distintos tipos de recreación que se veían, como las confiterías, cervecerías tan imponentes, desde mi mirada.
Creo que para esas generaciones, no había recreación más ingenua y divertida.
Era permanente la instrucción con que se me formaba respecto al conocimiento de la ciudad en que vivíamos.
Los nombres de calles, monumentos, edificios, etc. tenían una explicación sintética para que lo comprendiera una niña.
Así pues, en la ocasión que recorrimos el borde del paseo de la Costanera que orillaba el río, quedé asombrada, por una glorieta con aroma a rosas y variados perfumes de la vegetación y el vientecillo que traía el fresco del agua del río.
Descendían de la misma unos escalones que se dirigían a una pequeña terraza donde había un monumento mirando al río.
Mis padres me lo explicaban, esa estatua que estaba hecha en hierro sobre la base de mármol, era el homenaje a un gran hombre que había salvado la vida de una mujer, entregándole su propio salvavidas, aún sabiendo que con ese acto de arrojo el moriría.
En el transcurso de la Vida fui aprendiendo sobre los actos humanos, y siempre volvía a mi el recuerdo de esta historia como un paradigma de los valores humanos.
Para completar los datos que me faltaron en la niñez, fui recopilando información sobre el personaje.
Se llamaba Luis Viale, habia nacido en Italia, en 1815, y falleció un 24 de diciembre de 1871, a la edad de 56 años, en un naufragio en el Río de la Plata, en un fuerte barco de pasajeros que hacía la travesía Buenos Aires- Ciudad de Montevideo.
El motivo de su viaje era también de generosidad familiar, pues acompañaba
a un sobrino a ser atendido por un médico uruguayo de fama en esos tiempos.
Es indudable que para medir la magnitud de los hechos humanos es necesario ` profundizar en los antecedentes de los personajes.
Supe que el era un próspero comerciante, descendiente de una distinguida familia italiana.
Aproximadamente a los 10 años se radicaron en Argentina.
A lo largo de los años, vivieron en distintas ciudades del interior, con contactos familiares y comerciales.
Se lo valoraba como un hombre generoso, culto y distinguido.
El Hospital Italiano del Río de la Plata lo tuvo entre sus mentores. También fundador del Banco de Italia y Rio de la Plata en la Capital, y la Unione e Benevolenza y la Sociedad de Socorros Mutuos.
En los sucesos de la epidemia de la fiebre amarilla, el estuvo `presente aliviando a los enfermos.
Es tan vasta la biografía de este gran hombre que dejo a mis lectores la tarea de incursionar en su trayecto. Es placentero reconocer la sencillez, distinción, su bondad, sus valores morales.
Murió, en un naufragio dramático, donde tuvo el gesto heroico de salvar la vida de una distinguida dama que viajaba acompañada de sus pequeños hijos.
Los datos que aporto son mínimos, pero lo que me lleva a acercar este personaje es que los Grandes merecen nuestra recordación y para que tengamos la convicción de que hay muchos grandes hombres, que hubo y habrá, aunque no debemos perder la visión de los pequeños actos heroicos de la vida actual
Los pequeños actos cotidianos de nuestra vida, muchas veces esconde gestos de heroicicidad importantes.
Los gestos elevados, de grandeza espiritual, se pierden en la maraña materialista de estos tiempos, pero todavía sobreviven en la Sociedad.
Tratemos de encontrar sobrevivientes, los que viven para irradiar amor a los semejantes.
Invito a visitar el monumento al que me referí en este relato, les aliviará el alma.
Clyde Mabel Piola Mendoza
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1 comentario:
ahora estoy en un hotel en buenos aires despues me voy a mendoza, gracias por las noticias!
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