HUEVO FRITO EN AGUA - UNA OPCION PERMITIDA PARA TUS RETINAS
(NO ES FRITO EN ACEITE, ENTIENDAN ES FRITO EN AGUA)
El truco está en evitar el uso del aceite que, por mucho que sea de origen vegetal, cuando es sometido a altas temperaturas pierde sus propiedades y todo lo que queda son grasas trans y calorías.
El truco, prepararlo con agua. Es muy sencillo: coloca una cuchara de agua en una sartén antiadherente, cuando el agua empieza a hervir, rompe el huevo y fríe normalmente.
De este modo, ya no hay porque renunciar a uno de nuestros platos preferidos y que, aunque muchos los sigan considerando pernicioso para la salud, nada más lejos de la realidad si se prepara como es debido.
Es rico en proteínas que ayudan al buen funcionamiento del organismo, además de vitaminas A, D, E, K y vitaminas del complejo B.
Es fuente de minerales como hierro, fósforo, manganeso, potasio y del tan beneficioso Omega 3.
Tiene lecitina , una sustancia responsable por reducir la absorción del colesterol e impedir que sea captado por el intestino.
Informe: Dra. Adriana Andrada
miércoles, 30 de abril de 2014
San Juan Pablo II
El pasado
domingo 27 de abril, junto a Juan XXIII, fue santificado en Roma, Karol
Wojtyla, el Papa polaco que adoptó el nombre de Juan Pablo II y estuvo casi 27
años al frente de la Iglesia católica. Si bien el proceso cumplió con todas las
formalidades del caso (incluyendo los dos milagros exigidos), ya desde su
muerte, el 2 de abril de 2005, el pueblo de Dios pidió que fuera canonizado,
cuando en la plaza de San Pedro, una multitud gritó: "¡Santo súbito!
(¡Santo ya!)".
Algunos datos sobre la niñez y juventud de Karol Jósef (a quien sus padres llamaban Lolek), pueden servir de punto de partida para el análisis de una respuesta. Nació en el pueblo de Wadowice (cerca de Cracovia) el 18 de mayo de 1920, donde convivía una gran comunidad judía con la católica. Hijo de Karol y Emilia, quien pese a los consejos médicos evitó el aborto y decidió darlo a luz (años antes había perdido una hija a poco de nacer, llamada Olga). Esto, si bien es poco conocido, lo signaría para el resto de la vida. Tal vez por eso, su madre estaba convencida que Karol llegaría a ser alguien importante. A los nueve años murió Emilia, quien a partir del nacimiento del niño, había estado siempre débil y enferma. Cuando Karol tenía 12 años, falleció repentinamente su único hermano, Edmundo, quien le había trasmitido la afición por los deportes. Edmundo era médico y murió por contagio de escarlatina en un hospital. En 1938, al terminar el colegio, donde Karol sobresalió por su amor al teatro, la recitación y la poesía, se fueron con su padre a vivir a Cracovia. Allí, en la universidad Jagellónica, comenzó a estudiar literatura polaca y filología, pero sus estudios se vieron pronto interrumpidos cuando los alemanes invadieron Polonia (1939) y cerraron la facultad. Karol comenzó a trabajar en una cantera de la fábrica Solvay para evitar ser deportado, lo que le permitió tener contacto real con el mundo obrero (motivo de su tercera encíclica, Laborem Exercens)
En febrero de 1941 muere su padre y Karol queda solo. A partir de entonces se aferra más al grupo de teatro de la facultad y al místico Jan Tyranowski, quien lo introdujo en la espiritualidad de San Juan de la Cruz y en "el rosario vivo". En 1942, decide dejar de lado su prometedora carrera como escritor y actor de teatro, e ingresa en el seminario clandestino de Cracovia dirigido por el famoso arzobispo, Adam Sapieha. En 1945 los rusos liberan Polonia, pero instalan el sistema comunista con un gobierno dominado desde Moscú.
El papel de Juan Pablo II en los cambios fundamentales de la historia no se puede ignorar y quizá fue el motivo de que muchos hombres de izquierda, aún dentro de la Iglesia, denostaran su figura.
"¡No tengan miedo!, ¡abran de par en par las puertas a Cristo!".
Muy pronto se convirtió en el "Papa peregrino", por sus viajes alrededor del mundo entero (el segundo fue a su patria donde pidió que descendiera el Espíritu Santo y renovara la faz de su tierra), y en un firme defensor del movimiento "Solidaridad" encabezado por Lech Walesa en Polonia, algo que no fue bien visto por las autoridades soviéticas.
Luego vendría, quizá, la etapa más difícil de su vida. La vejez cargada de enfermedades y de algunas críticas a su gestión en el gobierno de la Iglesia, tildándolo de conservador. Sin embargo, su fidelidad a Cristo fue superlativa en ese no querer "bajarse de la cruz" pese al dolor y el sufrimiento físico que le ocasionaba el Parkinson, al no renunciar a su cargo como muchos le pedían (hecho no común en la historia de la Iglesia y que recién Benedicto XVI puso en clave de ofrenda de amor). Verlo en su última aparición pública, en la plaza de San Pedro, asomado al balcón de la Biblioteca papal, sentado en la silla de ruedas, tomándose la cabeza porque no podía hablarle a la gente, con gestos de angustia y tristeza, fue la síntesis de una vida de lucha y dolor, entregada por amor a Dios.
¿Cuál
fue el motivo de ese pedido que brotó espontáneamente del corazón de la gente?
La
figura de Juan Pablo II, "el Grande", será recordada especialmente
por la gente de mi generación. Unos pondrán valor en su grandeza y otros en su
sencillez. Algunos datos sobre la niñez y juventud de Karol Jósef (a quien sus padres llamaban Lolek), pueden servir de punto de partida para el análisis de una respuesta. Nació en el pueblo de Wadowice (cerca de Cracovia) el 18 de mayo de 1920, donde convivía una gran comunidad judía con la católica. Hijo de Karol y Emilia, quien pese a los consejos médicos evitó el aborto y decidió darlo a luz (años antes había perdido una hija a poco de nacer, llamada Olga). Esto, si bien es poco conocido, lo signaría para el resto de la vida. Tal vez por eso, su madre estaba convencida que Karol llegaría a ser alguien importante. A los nueve años murió Emilia, quien a partir del nacimiento del niño, había estado siempre débil y enferma. Cuando Karol tenía 12 años, falleció repentinamente su único hermano, Edmundo, quien le había trasmitido la afición por los deportes. Edmundo era médico y murió por contagio de escarlatina en un hospital. En 1938, al terminar el colegio, donde Karol sobresalió por su amor al teatro, la recitación y la poesía, se fueron con su padre a vivir a Cracovia. Allí, en la universidad Jagellónica, comenzó a estudiar literatura polaca y filología, pero sus estudios se vieron pronto interrumpidos cuando los alemanes invadieron Polonia (1939) y cerraron la facultad. Karol comenzó a trabajar en una cantera de la fábrica Solvay para evitar ser deportado, lo que le permitió tener contacto real con el mundo obrero (motivo de su tercera encíclica, Laborem Exercens)
En febrero de 1941 muere su padre y Karol queda solo. A partir de entonces se aferra más al grupo de teatro de la facultad y al místico Jan Tyranowski, quien lo introdujo en la espiritualidad de San Juan de la Cruz y en "el rosario vivo". En 1942, decide dejar de lado su prometedora carrera como escritor y actor de teatro, e ingresa en el seminario clandestino de Cracovia dirigido por el famoso arzobispo, Adam Sapieha. En 1945 los rusos liberan Polonia, pero instalan el sistema comunista con un gobierno dominado desde Moscú.
El papel de Juan Pablo II en los cambios fundamentales de la historia no se puede ignorar y quizá fue el motivo de que muchos hombres de izquierda, aún dentro de la Iglesia, denostaran su figura.
En 1946,
Karol es ordenado sacerdote y viaja a Roma para completar sus estudios
filosóficos. Una cosa que lo sorprendió antes de regresar a su patria, fue que
al visitar San Giovanni Rotondo, el futuro santo, Pío de Pietralcina, le dijo
que llegaría a ser Papa. Ya en Polonia comenzaría su vertiginosa carrera
eclesiástica, primero como vicario, luego como párroco, hasta ser nombrado
obispo auxiliar de Cracovia en 1958, con tan sólo 38 años de edad. Más tarde
participó en el Concilio Vaticano II, aportando sus ideas en dos de las
Constituciones principales (Lumen Gentium y Gaudium et spes)
En 1964
es nombrado obispo de Cracovia y en 1967, el Papa Pablo VI, lo hizo cardenal, a
los 47 años. En todo este tiempo luchó pacíficamente contra el sistema
comunista polaco, apostando siempre por la dignidad de la persona humana y su
libertad. Finalmente, el 15 de octubre de 1978 es elegido Sumo Pontífice en
reemplazo de Juan Pablo I. Era la primera vez, en casi 500 años, que no elegían
un Papa polaco. Esto marcó un gran cambio en la Iglesia católica. Inició su
papado consagrándose a la Virgen, con aquél lema del Totus Tuus ("Todo
tuyo") y diciendo al mundo: "¡No tengan miedo!, ¡abran de par en par las puertas a Cristo!".
Muy pronto se convirtió en el "Papa peregrino", por sus viajes alrededor del mundo entero (el segundo fue a su patria donde pidió que descendiera el Espíritu Santo y renovara la faz de su tierra), y en un firme defensor del movimiento "Solidaridad" encabezado por Lech Walesa en Polonia, algo que no fue bien visto por las autoridades soviéticas.
El 13 de
mayo de 1981, día de las apariciones de la Virgen en Fátima, el turco Mehmed
Alí Agca le disparó a quemarropa en la plaza de San Pedro. El hecho reavivó los
padecimientos de su niñez y juventud y volvió a marcarlo a fuego, ya que las
heridas de aquél fallido atentado tendrían sus consecuencias físicas durante el
resto de su vida. Aunque nunca se clarificó del todo el hecho, la pista búlgara
y la intervención soviética, fueron casi demostradas. Juan Pablo II, se nutrió
de aquel dolor para salir con más fuerza al mundo y dar el ejemplo. Por un
lado, al ir a perdonar a la cárcel al autor del atentado, dando una muestra de
misericordia (motivo de su segunda encíclica, Dives in Misericordia). Por el
otro, al demostrar públicamente que seguiría con su firme apoyo al movimiento
"Solidaridad" en Polonia. Por último, yendo en peregrinación a
Fátima, para agradecer lo que para Karol había sido la providencial intervención
de María en el desvío de la bala asesina que pasó a centímetros de su arteria
aorta. Años después, el Vaticano daría a conocer el llamado "tercer
secreto de Fátima", que tenía que ver con el atentado al Papa y el aviso
de la Virgen sobre que Rusia se convertiría.
En 1989,
cayó el muro de Berlín y se derrumbó el comunismo soviético, dando fin a la
llamada "guerra fría" y comenzando un cambio de paradigmas a nivel
mundial. El papel de Juan Pablo II, en estos cambios fundamentales, no se puede
ignorar y quizás, fue el motivo de que, posteriormente, muchos hombres de
izquierda, aún dentro de la Iglesia, denostaran su figura.Luego vendría, quizá, la etapa más difícil de su vida. La vejez cargada de enfermedades y de algunas críticas a su gestión en el gobierno de la Iglesia, tildándolo de conservador. Sin embargo, su fidelidad a Cristo fue superlativa en ese no querer "bajarse de la cruz" pese al dolor y el sufrimiento físico que le ocasionaba el Parkinson, al no renunciar a su cargo como muchos le pedían (hecho no común en la historia de la Iglesia y que recién Benedicto XVI puso en clave de ofrenda de amor). Verlo en su última aparición pública, en la plaza de San Pedro, asomado al balcón de la Biblioteca papal, sentado en la silla de ruedas, tomándose la cabeza porque no podía hablarle a la gente, con gestos de angustia y tristeza, fue la síntesis de una vida de lucha y dolor, entregada por amor a Dios.
La
figura de Juan Pablo II, "el Grande", quien escribió durante su
papado 14 encíclicas y realizó más de cien viajes por todo el mundo (entre
ellos, dos a la Argentina), será recordada especialmente por la gente de mi
generación, unos pondrán valor en su grandeza y otros en su sencillez. Yo, me
quedo con el sentido que le dio al sufrimiento del ser humano en clave de
imitación de Cristo y de salvación.
Por
Jesús María Silveyra
El autor
es escritor. Su último libro publicado es Francisco. Un signo de esperanza
(Lumen) Cushing, la rara enfermedad que descontrola el cuerpo
Sentir que uno vive en un cuerpo ajeno puede ser aterrador: este trastorno causa diversas alteraciones dentro y fuera del organismo. Y, para empeorar las cosas, los afectados suelen pasar muchos años sin ser diagnosticados...
Durante más de diez años Marcela Hinojosa sintió que vivía en un cuerpo que no era el suyo. Y lo más aterrador era que no sabía por qué.
La primera vez que escuchó de la enfermedad de Cushing fue tras un derrame cerebral. Para entonces estaba hinchada, con la presión alta y tenía diabetes entre muchos otros síntomas.
Este raro trastorno afecta a dos personas en un millón. Y debido a lo poco frecuente y a sus múltiples síntomas, el diagnóstico suele ser tardío.
Todo empezó a sus 20 años, cuando le salió vello facial. "Pensaron que se trataba de un trastorno hormonal y me dieron un tratamiento", cuenta.
Esta mexicana siempre había llevado una vida sana, con una buena alimentación y mucho deporte. Pero comenzó a engordar sin parar.
"Mi familia me preguntaba si estaba comiendo más. Notaban que mi cara se veía muy redonda y roja", mientras que las extremidades seguían delgadas.
La enfermedad de Cushing se produce por un tumor no cancerígeno en la glándula pituitaria que hace que se produzca cortisol en exceso.
Esta hormona regula el metabolismo, la función cardiovascular y el estrés. Cuando hay un descontrol, afecta a todo el cuerpo.
"Todo es muy confuso, te ven gordita y te dicen que no comas tanto y te mandan a un nutricionista; te sale acné, y te remiten a un dermatólogo. Vi a todos los doctores, menos a un endocrinólogo", cuenta.
"¿Cómo me iba a imaginar que se trataba de un tumor en la cabeza? No me dolía".
Diagnóstico tardío
Los especialistas tampoco suelen imaginárselo. Pueden pasar varios meses y -como en el caso de Marcela- incluso años antes de que den con la enfermedad.
Para detectarlo, el paciente debe hacerse un examen de orina, sangre o saliva.
Según el servicio de salud de Reino Unido (NHS, por sus siglas en inglés) la prueba de saliva es más precisa si se hace a medianoche, por lo que la persona debe ser ingresada en el hospital.
Para el test de orina el paciente debe tomar dexametasona, un corticoide sintético. Si la persona está sana, este medicamento disminuye los niveles de cortisol. Si ello no ocurre, entonces se puede hablar del síndrome de Cushing. También se pueden tomar muestras durante 24 horas sin necesidad del fármaco.
No obstante, "ninguna de estas pruebas son completamente precisas o fiables, pero si hay más de un resultado anormal, se remite a un endocrinólogo, que debe poder confirmar o desestimar el diagnóstico", se lee en el sitio de NHS.
Una década después de que Marcela tuviera los primeros síntomas, cayó al suelo de su casa. Tenía un derrame cerebral.
"Fue cuando me hicieron un análisis y descubren que tenía el cortisol alto", le diagnostican un tumor en la hipófisis, pero no Cushing.
"Una médico residente me vio en la cama y a partir de mis rasgos físicos dijo 'esta muchacha tiene Cushing, canalícenla a endocrinología'", cuenta. "Esa fue la primera vez que escuché esa palabra y me aterré".
Pero como se trataba de una recién graduada, los especialistas tardaron en hacerle caso.
Sandra Mesri, presidenta de la Alianza Hipófisis, una asociación latinoamericana para el apoyo a enfermedades relacionadas con la hipófisis, le explica a BBC Mundo: "El gran problema es que los doctores no la tienen presente. Hay una gran cantidad de médicos que no sospechan que los síntomas coinciden con Cushing".
"Por lo general, lo que más piensan es que se trata de un trastorno alimentario, que hace que uno se vea más hinchado, algún mal funcionamiento en las glándulas suprarrenales o algo aleatorio o temporal, o con alguna enfermedad reumatológica, por los problemas en las articulaciones", agrega.
La cura
Una vez que le diagnosticaron Cushing, Marcela empezó a investigar y a buscar la solución y sus opciones. "Me di cuenta que había cura: la extirpación del tumor".
Se trata de una cirugía transesfenoidal que consiste en eliminar el tumor por la nariz. "La cura es posible si el paciente desarrolla hipocortisolismo (niveles bajos de cortisol) en los días o semanas siguientes a la cirugía", aclaran los doctores Lawrence Kirk y Robert Hash en un ensayo publicado en American Family Physicians.
Pero la operación de Marcela no tuvo éxito y, como secuela, se quedó sin el sentido del gusto ni olfato.
"No me quedó otra que buscar más opciones. ¿Qué era lo siguiente? ¿Radiación? Fui a Guadalajara, donde está la mejor radiación de México, pero seguí mal", explica. "Continuaba con diabetes, presión alta, moretones... era un malestar las 24 horas del día".
Pero no se dio por vencida. "¿Qué era lo siguiente? ¿Un tratamiento nuevo? También lo hice".
Marcela mejoraba un poco y volvía a caer.
No fue hasta que asistió a un congreso de Cushing en Costa Rica que conoció a otra paciente, Estela Balbuena, quien ya estaba totalmente curada y pasó por un proceso de diagnóstico mucho más corto.
No es bótox
El primer síntoma de Estela fue cuando un día no sintió las piernas. Después aumentó tanto de peso y se le hinchó la cara de tal manera que sus colegas del trabajo pensaron que se inyectaba bótox.
"Mido 1,62mts de alto y llegué a pesar 93 kilos, estaba llena de líquido", le cuenta Balbuena a BBC Mundo. "Mi esposo me quería ayudar a levantar de la cama y se me abría y sangraba la piel".
"Hasta el día de hoy (años después de haberse sometido a una cirugía que la curó) tengo las marquitas de sus dedos en mis piernas".
A través de la Alianza Hipófisis, Balbuena ayudó que Marcela se pusiera en contacto con especialistas en Argentina.
"Aquí en México nadie quería operarme otra vez, por el riesgo que implicaba", aclara Marcela, quien fue operada en Buenos Aires en agosto pasado.
"Ahora me siento totalmente curada. Mi cuerpo volvió a ser el mismo. He podido volver a trabajar, a hacer ejercicio... mi vida es normal, como lo era antes de enfermarme".
En total, Marcela pasó 14 años con la enfermedad de Cushing. Y como no hay una causa aparente que la desencadene, vive con el temor de que le vuelva a dar.
Síntomas de la enfermedad de Cushing
Aumento repentino de peso;
Obesidad central;
HipertensiónPlétora facial;
Debilidad muscular;
Intolerancia a la glucosa o diabetes mellitus;
Disminución de la líbido o impotencia;
Depresión o psicosis;
Osteopenia u osteoporosis;
Facilidad para tener moretones;
Hiperlipidosis;
Trastornos menstruales;
Acné;
Infecciones bacterianas recurrentes u oportunistas;
Hirsutismo.
Cómo recuperarse del cushing
Una vez que se haya tratado la enfermedad, los expertos de la Mayo Clinic de Estados Unidos recomiendan:
Aumentar la actividad gradualmente: puede que el paciente tenga tanta prisa por volver a ser quien era, que termine esforzándose demasiado, pero la debilidad muscular necesita de una recuperación lenta.
Alimentación: las comidas nutritivas y completas y balanceadas ofrecen una fuente de energía para la recuperación del cuerpo. Hay que asegurarse de tener suficiente calcio y vitamina D, "si se toman juntos, ayuda a que el cuerpo absorba el calcio, lo que puede ayudar a fortalecer los huesos" debilitados con la enfermedad.
Vigilar la salud mental: la depresión puede ser un efecto secundario durante la enfermedad, pero puede seguir después del tratamiento. Marcela dice que acudió a un psiquiatra después de que saliera exitosa de la segunda operación y lamenta no haberlo hecho antes.
Calmar suavemente los dolores y molestias: los baños calientes, masajes sutiles y ejercicios de bajo impacto, como aeróbics en el agua o tai chi, pueden ayudar a aliviar algunos de los dolores musculares y de las articulaciones.
Fuente: www.lanacion.com/sinbarreras
Durante más de diez años Marcela Hinojosa sintió que vivía en un cuerpo que no era el suyo. Y lo más aterrador era que no sabía por qué.
La primera vez que escuchó de la enfermedad de Cushing fue tras un derrame cerebral. Para entonces estaba hinchada, con la presión alta y tenía diabetes entre muchos otros síntomas.
Este raro trastorno afecta a dos personas en un millón. Y debido a lo poco frecuente y a sus múltiples síntomas, el diagnóstico suele ser tardío.
Todo empezó a sus 20 años, cuando le salió vello facial. "Pensaron que se trataba de un trastorno hormonal y me dieron un tratamiento", cuenta.
Esta mexicana siempre había llevado una vida sana, con una buena alimentación y mucho deporte. Pero comenzó a engordar sin parar.
"Mi familia me preguntaba si estaba comiendo más. Notaban que mi cara se veía muy redonda y roja", mientras que las extremidades seguían delgadas.
La enfermedad de Cushing se produce por un tumor no cancerígeno en la glándula pituitaria que hace que se produzca cortisol en exceso.
Esta hormona regula el metabolismo, la función cardiovascular y el estrés. Cuando hay un descontrol, afecta a todo el cuerpo.
"Todo es muy confuso, te ven gordita y te dicen que no comas tanto y te mandan a un nutricionista; te sale acné, y te remiten a un dermatólogo. Vi a todos los doctores, menos a un endocrinólogo", cuenta.
"¿Cómo me iba a imaginar que se trataba de un tumor en la cabeza? No me dolía".
Diagnóstico tardío
Los especialistas tampoco suelen imaginárselo. Pueden pasar varios meses y -como en el caso de Marcela- incluso años antes de que den con la enfermedad.
Para detectarlo, el paciente debe hacerse un examen de orina, sangre o saliva.
Según el servicio de salud de Reino Unido (NHS, por sus siglas en inglés) la prueba de saliva es más precisa si se hace a medianoche, por lo que la persona debe ser ingresada en el hospital.
Para el test de orina el paciente debe tomar dexametasona, un corticoide sintético. Si la persona está sana, este medicamento disminuye los niveles de cortisol. Si ello no ocurre, entonces se puede hablar del síndrome de Cushing. También se pueden tomar muestras durante 24 horas sin necesidad del fármaco.
No obstante, "ninguna de estas pruebas son completamente precisas o fiables, pero si hay más de un resultado anormal, se remite a un endocrinólogo, que debe poder confirmar o desestimar el diagnóstico", se lee en el sitio de NHS.
Una década después de que Marcela tuviera los primeros síntomas, cayó al suelo de su casa. Tenía un derrame cerebral.
"Fue cuando me hicieron un análisis y descubren que tenía el cortisol alto", le diagnostican un tumor en la hipófisis, pero no Cushing.
"Una médico residente me vio en la cama y a partir de mis rasgos físicos dijo 'esta muchacha tiene Cushing, canalícenla a endocrinología'", cuenta. "Esa fue la primera vez que escuché esa palabra y me aterré".
Pero como se trataba de una recién graduada, los especialistas tardaron en hacerle caso.
Sandra Mesri, presidenta de la Alianza Hipófisis, una asociación latinoamericana para el apoyo a enfermedades relacionadas con la hipófisis, le explica a BBC Mundo: "El gran problema es que los doctores no la tienen presente. Hay una gran cantidad de médicos que no sospechan que los síntomas coinciden con Cushing".
"Por lo general, lo que más piensan es que se trata de un trastorno alimentario, que hace que uno se vea más hinchado, algún mal funcionamiento en las glándulas suprarrenales o algo aleatorio o temporal, o con alguna enfermedad reumatológica, por los problemas en las articulaciones", agrega.
La cura
Una vez que le diagnosticaron Cushing, Marcela empezó a investigar y a buscar la solución y sus opciones. "Me di cuenta que había cura: la extirpación del tumor".
Se trata de una cirugía transesfenoidal que consiste en eliminar el tumor por la nariz. "La cura es posible si el paciente desarrolla hipocortisolismo (niveles bajos de cortisol) en los días o semanas siguientes a la cirugía", aclaran los doctores Lawrence Kirk y Robert Hash en un ensayo publicado en American Family Physicians.
Pero la operación de Marcela no tuvo éxito y, como secuela, se quedó sin el sentido del gusto ni olfato.
"No me quedó otra que buscar más opciones. ¿Qué era lo siguiente? ¿Radiación? Fui a Guadalajara, donde está la mejor radiación de México, pero seguí mal", explica. "Continuaba con diabetes, presión alta, moretones... era un malestar las 24 horas del día".
Pero no se dio por vencida. "¿Qué era lo siguiente? ¿Un tratamiento nuevo? También lo hice".
Marcela mejoraba un poco y volvía a caer.
No fue hasta que asistió a un congreso de Cushing en Costa Rica que conoció a otra paciente, Estela Balbuena, quien ya estaba totalmente curada y pasó por un proceso de diagnóstico mucho más corto.
No es bótox
El primer síntoma de Estela fue cuando un día no sintió las piernas. Después aumentó tanto de peso y se le hinchó la cara de tal manera que sus colegas del trabajo pensaron que se inyectaba bótox.
"Mido 1,62mts de alto y llegué a pesar 93 kilos, estaba llena de líquido", le cuenta Balbuena a BBC Mundo. "Mi esposo me quería ayudar a levantar de la cama y se me abría y sangraba la piel".
"Hasta el día de hoy (años después de haberse sometido a una cirugía que la curó) tengo las marquitas de sus dedos en mis piernas".
A través de la Alianza Hipófisis, Balbuena ayudó que Marcela se pusiera en contacto con especialistas en Argentina.
"Aquí en México nadie quería operarme otra vez, por el riesgo que implicaba", aclara Marcela, quien fue operada en Buenos Aires en agosto pasado.
"Ahora me siento totalmente curada. Mi cuerpo volvió a ser el mismo. He podido volver a trabajar, a hacer ejercicio... mi vida es normal, como lo era antes de enfermarme".
En total, Marcela pasó 14 años con la enfermedad de Cushing. Y como no hay una causa aparente que la desencadene, vive con el temor de que le vuelva a dar.
Síntomas de la enfermedad de Cushing
Aumento repentino de peso;
Obesidad central;
HipertensiónPlétora facial;
Debilidad muscular;
Intolerancia a la glucosa o diabetes mellitus;
Disminución de la líbido o impotencia;
Depresión o psicosis;
Osteopenia u osteoporosis;
Facilidad para tener moretones;
Hiperlipidosis;
Trastornos menstruales;
Acné;
Infecciones bacterianas recurrentes u oportunistas;
Hirsutismo.
Cómo recuperarse del cushing
Una vez que se haya tratado la enfermedad, los expertos de la Mayo Clinic de Estados Unidos recomiendan:
Aumentar la actividad gradualmente: puede que el paciente tenga tanta prisa por volver a ser quien era, que termine esforzándose demasiado, pero la debilidad muscular necesita de una recuperación lenta.
Alimentación: las comidas nutritivas y completas y balanceadas ofrecen una fuente de energía para la recuperación del cuerpo. Hay que asegurarse de tener suficiente calcio y vitamina D, "si se toman juntos, ayuda a que el cuerpo absorba el calcio, lo que puede ayudar a fortalecer los huesos" debilitados con la enfermedad.
Vigilar la salud mental: la depresión puede ser un efecto secundario durante la enfermedad, pero puede seguir después del tratamiento. Marcela dice que acudió a un psiquiatra después de que saliera exitosa de la segunda operación y lamenta no haberlo hecho antes.
Calmar suavemente los dolores y molestias: los baños calientes, masajes sutiles y ejercicios de bajo impacto, como aeróbics en el agua o tai chi, pueden ayudar a aliviar algunos de los dolores musculares y de las articulaciones.
Fuente: www.lanacion.com/sinbarreras
Cocker canta a James Taylor (un GRANDE que canta a otro GRANDE...)
Joe Cocker - Don't let me be lonely tonight
http://www.youtube.com/watch?v=LqnbOD5x8wE
http://www.youtube.com/watch?v=LqnbOD5x8wE
miércoles, 2 de abril de 2014
MICROINFARTOS
LOS MICROINFARTOS SON SILENCIOSOS
(sobre los riesgos de estos mini accidentes cardiovasculares)
"Si no se controla puede empezar a producir pequeñas lesiones cerebrales que son silenciosas, que no tienen expresión clínica ".
Los microinfartos obstruyen de a poco "pequeñas arterias, y con el pasaje de los años le producen a las personas trastornos cognitivos como pérdida de capacidad resolutiva, trastornos de conducta y pérdida de memoria ".
Los cambios en la elasticidad y espesor de las paredes de los vasos que irrigan el cerebro (que llevan, en última instancia, a que se "tapen" y llegue poco oxígeno) tienen distintas causas como el abuso de la sal en las comidas, el tabaquismo, el alcoholismo, la diabetes, la obesidad y la falta de ejercicio físico.
El principal inconveniente es que en estos casos el paciente no sabe que sufre de microinfartos, ya que éstos no tienen ninguna manifestación clínica, no se presentan con síntomas visibles .
"La resonancia magnética nuclear muestra estas lesiones, pero ningún médico la va a diagnosticar por tratarse de un tratamiento de alta complejidad". “Por eso la única forma de prevenir es, por el momento, manteniendo la presión siempre por debajo de 140/90".
"Estos microinfartos predisponen a un infarto mayor. Por tanto, se deben prevenir las grandes complicaciones de la hipertensión". Se deben implementar fibras, yogures descremados, bananas (4 por semana) e hidratarse.
Eliminar hábitos como el tabaquismo; el azúcar blanca; restringir gaseosas; sodas; carnes rojas; embutidos y dulces.
(sobre los riesgos de estos mini accidentes cardiovasculares)
"La presión que se considera 'normal' es la de 120/80. Ya
cuando comienza a subir esa cifra, se considera que la persona está en prehipertensión
", es decir, que se encuentra en la puerta de sufrir presión elevada y sus
consecuencias en el futuro...
Esto significa que aquellos con presión habitual entre 140/90 están
en peligro, en principio, de sufrir microinfartos . "Si no se controla puede empezar a producir pequeñas lesiones cerebrales que son silenciosas, que no tienen expresión clínica ".
Los microinfartos obstruyen de a poco "pequeñas arterias, y con el pasaje de los años le producen a las personas trastornos cognitivos como pérdida de capacidad resolutiva, trastornos de conducta y pérdida de memoria ".
Los cambios en la elasticidad y espesor de las paredes de los vasos que irrigan el cerebro (que llevan, en última instancia, a que se "tapen" y llegue poco oxígeno) tienen distintas causas como el abuso de la sal en las comidas, el tabaquismo, el alcoholismo, la diabetes, la obesidad y la falta de ejercicio físico.
El principal inconveniente es que en estos casos el paciente no sabe que sufre de microinfartos, ya que éstos no tienen ninguna manifestación clínica, no se presentan con síntomas visibles .
"La resonancia magnética nuclear muestra estas lesiones, pero ningún médico la va a diagnosticar por tratarse de un tratamiento de alta complejidad". “Por eso la única forma de prevenir es, por el momento, manteniendo la presión siempre por debajo de 140/90".
"Estos microinfartos predisponen a un infarto mayor. Por tanto, se deben prevenir las grandes complicaciones de la hipertensión". Se deben implementar fibras, yogures descremados, bananas (4 por semana) e hidratarse.
Eliminar hábitos como el tabaquismo; el azúcar blanca; restringir gaseosas; sodas; carnes rojas; embutidos y dulces.
Informe: Dra. Adriana Andrada
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El consultorio virtual del Doctor Fugazzetta
Malvinas 1982
Litto Nebbia - Te Estamos Esperando Compañero
http://www.goear.com/listen/c0da4a8/malvinas-canto-al-sentimiento-un-pueblo-litto-nebbia-te-estamos-esperando-compañero
Las Malvinas, un año después
Por Gabriel García Márquez
Hace algún tiempo, conocí en México una de esas cartas y no había tenido corazón para reproducir algunas de sus informaciones terroríficas. Sin embargo, revistas inglesas y norteamericanas celebraron este dos de abril el primer aniversario de la aplastante victoria británica, y me parece injusto que en la misma ocasión no se oiga una voz indignada de la América Latina que muestre algunos de los aspectos inhumanos e irritantes del otro lado de la medalla: la derrota argentina.
La historia del joven inválido que se suicidó ante la idea de ser repudiado por su madre, es apenas un episodio del drama oculto de aquella guerra absurda. Ahora se sabe que numerosos reclutas de 19 años que fueron enviados contra su voluntad y sin entrenamiento a enfrentarse con los profesionales ingleses en las Malvinas, llevaban zapatos de tenis y muy escasa protección contra el frío, que en algunos momentos era de 30 grados bajo cero. A muchos tuvieron que arrancarles la piel gangrenada junto con los zapatos y 92 tuvieron que ser castrados por congelamiento de los testículos, después de que fueron obligados a permanecer sentados en las trincheras. Sólo en el sitio de Santa Lucía, 500 muchachos se quedaron ciegos por falta de anteojos protectores contra el deslumbramiento de la nieve.
Con motivo de la visita del Papa a la Argentina, los ingleses devolvieron mil prisioneros. La totalidad debió ser internada en hospitales especiales de rehabilitación, para que sus padres no se enteraran del estado en que llegaron: su peso promedio era de 40 ó 50 kilos, muchos padecían de anemia, otros tenían brazos y piernas cuyo único remedio era la amputación, y un grupo se quedó interno con trastornos psíquicos graves.
“Los chicos eran drogados por los oficiales antes de mandarlos al combate”, dice una de las cartas de un testigo. “Los drogaban primero a través del chocolate, y luego con inyecciones, para que no sintieran hambre y se mantuvieran lo más despiertos posible”. Con todo, el frío a que fueron sometidos era tan intenso que muchos murieron dormidos. Tal vez fueron los más afortunados porque otros murieron de hambre tratando de extraer la pasta de carne que se petrificaba dentro de las latas.
En este sentido, mucho es lo que se sabe sobre la barbarie de la logística alimenticia que los militares argentinos practicaron en las Malvinas. Las prioridades estaban invertidas: los soldados de primera línea apenas si alcanzaban a recibir unas sardinas cristalizadas por el hielo, los de la línea media recibían una ración mejor, y en cambio los de la retaguardia tenían a veces la posibilidad de comer caliente. Frente a condiciones tan deplorables e inhumanas, el enemigo inglés disponía de toda clase de recursos modernos para la guerra en el círculo polar. Mientras las armas de los argentinos se estropeaban por el frío, los ingleses llevaban un fusil tan sofisticado que podía alcanzar un blanco móvil a 200 metros de distancia, y disponían de una mira infrarroja de la más alta precisión. Tenían además trajes térmicos y algunos usaban chalecos antibalas que debieron ocasionarles trastornos mentales a los pobres reclutas argentinos, pues los veían caer fulminados por el impacto de una ráfaga de metralla, y poco después los veían levantarse sanos y salvos y listos para proseguir el combate.
Las tropas inglesas estaban una semana en el frente y luego una semana a bordo del “Canberra”, donde se les concedía un descanso verdadero con toda clase de diversiones urbanas en uno de los parajes más remotos y desolados de la Tierra. Sin embargo, en medio de tanto despliegue técnico, el recuerdo más terrible que conservan los sobrevivientes argentinos es el salvajismo del batallón de “gurkhas”, los legendarios y feroces decapitadores nepaleses que precedieron las tropas inglesas en la batalla de Puerto Argentino. “Avanzaban gritando y degollando”, ha escrito un testigo de aquella carnicería despiadada. “La velocidad con que decapitaban a nuestros pobres chicos con sus cimitarras de asesinos era de uno cada siete segundos. Por una rara costumbre, la cabeza cortada la sostenían por los pelos y le cortaban las orejas”. Los “gurkhas” afrontaban al enemigo con una determinación tan ciega que de 700 que desembarcaron sólo sobrevivieron setenta. “Estas bestias estaban tan cebadas que una vez terminada la batalla de Puerto Argentino, siguieron matando a los propios ingleses hasta que éstos tuvieron que esposar a los últimos para someterlos”.
Hace un año, como la inmensa mayoría de los latinoamericanos, expresé mi solidaridad con Argentina en sus propósitos de recuperación de las Islas Malvinas, pero fui muy explícito en el sentido de que esa solidaridad no podía entenderse como un olvido de la barbarie de sus gobernantes. Muchos argentinos e inclusive algunos amigos personales, no entendieron bien esta distinción. Confío, sin embargo, en que el recuerdo de los hechos inconcebibles de aquella guerra chapucera nos ayude a entendernos mejor.
Por eso me ha parecido que no era superfluo evocarlos en este aniversario sin gloria. Como nunca me parecerá superfluo preguntar otra vez y mil veces más —junto a las madres de la Plaza de Mayo— dónde están los ocho mil, los diez mil, los quince mil desaparecidos de la década anterior.
http://www.goear.com/listen/c0da4a8/malvinas-canto-al-sentimiento-un-pueblo-litto-nebbia-te-estamos-esperando-compañero
Las Malvinas, un año después
Por Gabriel García Márquez
Un
soldado argentino que regresaba de las Islas Malvinas al término de la guerra,
llamó a su madre por teléfono desde el Regimiento I de Palermo en Buenos Aires
y le pidió autorización para llevar a casa a un compañero mutilado, cuya
familia vivía en otro lugar. Se trataba —según dijo— de un recluta de 19 años
que había perdido una pierna y un brazo en la guerra, y que además estaba
ciego.
La
madre, feliz del retorno de su hijo con vida, contestó horrorizada que no sería
capaz de soportar la visión del mutilado, y se negó a aceptarlo en su casa.
Entonces el hijo cortó la comunicación y se pegó un tiro: el supuesto compañero
era él mismo, que se había valido de aquella patraña para averiguar cuál sería
el estado de ánimo de su madre al verlo llegar despedazado. Esta es apenas una
más de las muchas historias terribles que durante estos últimos doce meses han
circulado como rumores en la Argentina, que no han sido publicadas en la prensa
porque la censura militar lo ha impedido, y que andan por el mundo entero en
cartas privadas recibidas por los exiliados. Hace algún tiempo, conocí en México una de esas cartas y no había tenido corazón para reproducir algunas de sus informaciones terroríficas. Sin embargo, revistas inglesas y norteamericanas celebraron este dos de abril el primer aniversario de la aplastante victoria británica, y me parece injusto que en la misma ocasión no se oiga una voz indignada de la América Latina que muestre algunos de los aspectos inhumanos e irritantes del otro lado de la medalla: la derrota argentina.
La historia del joven inválido que se suicidó ante la idea de ser repudiado por su madre, es apenas un episodio del drama oculto de aquella guerra absurda. Ahora se sabe que numerosos reclutas de 19 años que fueron enviados contra su voluntad y sin entrenamiento a enfrentarse con los profesionales ingleses en las Malvinas, llevaban zapatos de tenis y muy escasa protección contra el frío, que en algunos momentos era de 30 grados bajo cero. A muchos tuvieron que arrancarles la piel gangrenada junto con los zapatos y 92 tuvieron que ser castrados por congelamiento de los testículos, después de que fueron obligados a permanecer sentados en las trincheras. Sólo en el sitio de Santa Lucía, 500 muchachos se quedaron ciegos por falta de anteojos protectores contra el deslumbramiento de la nieve.
Con motivo de la visita del Papa a la Argentina, los ingleses devolvieron mil prisioneros. La totalidad debió ser internada en hospitales especiales de rehabilitación, para que sus padres no se enteraran del estado en que llegaron: su peso promedio era de 40 ó 50 kilos, muchos padecían de anemia, otros tenían brazos y piernas cuyo único remedio era la amputación, y un grupo se quedó interno con trastornos psíquicos graves.
“Los chicos eran drogados por los oficiales antes de mandarlos al combate”, dice una de las cartas de un testigo. “Los drogaban primero a través del chocolate, y luego con inyecciones, para que no sintieran hambre y se mantuvieran lo más despiertos posible”. Con todo, el frío a que fueron sometidos era tan intenso que muchos murieron dormidos. Tal vez fueron los más afortunados porque otros murieron de hambre tratando de extraer la pasta de carne que se petrificaba dentro de las latas.
En este sentido, mucho es lo que se sabe sobre la barbarie de la logística alimenticia que los militares argentinos practicaron en las Malvinas. Las prioridades estaban invertidas: los soldados de primera línea apenas si alcanzaban a recibir unas sardinas cristalizadas por el hielo, los de la línea media recibían una ración mejor, y en cambio los de la retaguardia tenían a veces la posibilidad de comer caliente. Frente a condiciones tan deplorables e inhumanas, el enemigo inglés disponía de toda clase de recursos modernos para la guerra en el círculo polar. Mientras las armas de los argentinos se estropeaban por el frío, los ingleses llevaban un fusil tan sofisticado que podía alcanzar un blanco móvil a 200 metros de distancia, y disponían de una mira infrarroja de la más alta precisión. Tenían además trajes térmicos y algunos usaban chalecos antibalas que debieron ocasionarles trastornos mentales a los pobres reclutas argentinos, pues los veían caer fulminados por el impacto de una ráfaga de metralla, y poco después los veían levantarse sanos y salvos y listos para proseguir el combate.
Las tropas inglesas estaban una semana en el frente y luego una semana a bordo del “Canberra”, donde se les concedía un descanso verdadero con toda clase de diversiones urbanas en uno de los parajes más remotos y desolados de la Tierra. Sin embargo, en medio de tanto despliegue técnico, el recuerdo más terrible que conservan los sobrevivientes argentinos es el salvajismo del batallón de “gurkhas”, los legendarios y feroces decapitadores nepaleses que precedieron las tropas inglesas en la batalla de Puerto Argentino. “Avanzaban gritando y degollando”, ha escrito un testigo de aquella carnicería despiadada. “La velocidad con que decapitaban a nuestros pobres chicos con sus cimitarras de asesinos era de uno cada siete segundos. Por una rara costumbre, la cabeza cortada la sostenían por los pelos y le cortaban las orejas”. Los “gurkhas” afrontaban al enemigo con una determinación tan ciega que de 700 que desembarcaron sólo sobrevivieron setenta. “Estas bestias estaban tan cebadas que una vez terminada la batalla de Puerto Argentino, siguieron matando a los propios ingleses hasta que éstos tuvieron que esposar a los últimos para someterlos”.
Hace un año, como la inmensa mayoría de los latinoamericanos, expresé mi solidaridad con Argentina en sus propósitos de recuperación de las Islas Malvinas, pero fui muy explícito en el sentido de que esa solidaridad no podía entenderse como un olvido de la barbarie de sus gobernantes. Muchos argentinos e inclusive algunos amigos personales, no entendieron bien esta distinción. Confío, sin embargo, en que el recuerdo de los hechos inconcebibles de aquella guerra chapucera nos ayude a entendernos mejor.
Por eso me ha parecido que no era superfluo evocarlos en este aniversario sin gloria. Como nunca me parecerá superfluo preguntar otra vez y mil veces más —junto a las madres de la Plaza de Mayo— dónde están los ocho mil, los diez mil, los quince mil desaparecidos de la década anterior.
Artículo
publicado el 3 de abril de 1983 en el diario colombiano El Espectador.
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