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miércoles, 30 de abril de 2014

San Juan Pablo II

El pasado domingo 27 de abril, junto a Juan XXIII, fue santificado en Roma, Karol Wojtyla, el Papa polaco que adoptó el nombre de Juan Pablo II y estuvo casi 27 años al frente de la Iglesia católica. Si bien el proceso cumplió con todas las formalidades del caso (incluyendo los dos milagros exigidos), ya desde su muerte, el 2 de abril de 2005, el pueblo de Dios pidió que fuera canonizado, cuando en la plaza de San Pedro, una multitud gritó: "¡Santo súbito! (¡Santo ya!)".

¿Cuál fue el motivo de ese pedido que brotó espontáneamente del corazón de la gente?
La figura de Juan Pablo II, "el Grande", será recordada especialmente por la gente de mi generación. Unos pondrán valor en su grandeza y otros en su sencillez.
Algunos datos sobre la niñez y juventud de Karol Jósef (a quien sus padres llamaban Lolek), pueden servir de punto de partida para el análisis de una respuesta. Nació en el pueblo de Wadowice (cerca de Cracovia) el 18 de mayo de 1920, donde convivía una gran comunidad judía con la católica. Hijo de Karol y Emilia, quien pese a los consejos médicos evitó el aborto y decidió darlo a luz (años antes había perdido una hija a poco de nacer, llamada Olga). Esto, si bien es poco conocido, lo signaría para el resto de la vida. Tal vez por eso, su madre estaba convencida que Karol llegaría a ser alguien importante. A los nueve años murió Emilia, quien a partir del nacimiento del niño, había estado siempre débil y enferma. Cuando Karol tenía 12 años, falleció repentinamente su único hermano, Edmundo, quien le había trasmitido la afición por los deportes. Edmundo era médico y murió por contagio de escarlatina en un hospital. En 1938, al terminar el colegio, donde Karol sobresalió por su amor al teatro, la recitación y la poesía, se fueron con su padre a vivir a Cracovia. Allí, en la universidad Jagellónica, comenzó a estudiar literatura polaca y filología, pero sus estudios se vieron pronto interrumpidos cuando los alemanes invadieron Polonia (1939) y cerraron la facultad. Karol comenzó a trabajar en una cantera de la fábrica Solvay para evitar ser deportado, lo que le permitió tener contacto real con el mundo obrero (motivo de su tercera encíclica, Laborem Exercens)
En febrero de 1941 muere su padre y Karol queda solo. A partir de entonces se aferra más al grupo de teatro de la facultad y al místico Jan Tyranowski, quien lo introdujo en la espiritualidad de San Juan de la Cruz y en "el rosario vivo". En 1942, decide dejar de lado su prometedora carrera como escritor y actor de teatro, e ingresa en el seminario clandestino de Cracovia dirigido por el famoso arzobispo, Adam Sapieha. En 1945 los rusos liberan Polonia, pero instalan el sistema comunista con un gobierno dominado desde Moscú.
El papel de Juan Pablo II en los cambios fundamentales de la historia no se puede ignorar y quizá fue el motivo de que muchos hombres de izquierda, aún dentro de la Iglesia, denostaran su figura.

En 1946, Karol es ordenado sacerdote y viaja a Roma para completar sus estudios filosóficos. Una cosa que lo sorprendió antes de regresar a su patria, fue que al visitar San Giovanni Rotondo, el futuro santo, Pío de Pietralcina, le dijo que llegaría a ser Papa. Ya en Polonia comenzaría su vertiginosa carrera eclesiástica, primero como vicario, luego como párroco, hasta ser nombrado obispo auxiliar de Cracovia en 1958, con tan sólo 38 años de edad. Más tarde participó en el Concilio Vaticano II, aportando sus ideas en dos de las Constituciones principales (Lumen Gentium y Gaudium et spes)
En 1964 es nombrado obispo de Cracovia y en 1967, el Papa Pablo VI, lo hizo cardenal, a los 47 años. En todo este tiempo luchó pacíficamente contra el sistema comunista polaco, apostando siempre por la dignidad de la persona humana y su libertad. Finalmente, el 15 de octubre de 1978 es elegido Sumo Pontífice en reemplazo de Juan Pablo I. Era la primera vez, en casi 500 años, que no elegían un Papa polaco. Esto marcó un gran cambio en la Iglesia católica. Inició su papado consagrándose a la Virgen, con aquél lema del Totus Tuus ("Todo tuyo") y diciendo al mundo:
"¡No tengan miedo!, ¡abran de par en par las puertas a Cristo!".
Muy pronto se convirtió en el "Papa peregrino", por sus viajes alrededor del mundo entero (el segundo fue a su patria donde pidió que descendiera el Espíritu Santo y renovara la faz de su tierra), y en un firme defensor del movimiento "Solidaridad" encabezado por Lech Walesa en Polonia, algo que no fue bien visto por las autoridades soviéticas.

El 13 de mayo de 1981, día de las apariciones de la Virgen en Fátima, el turco Mehmed Alí Agca le disparó a quemarropa en la plaza de San Pedro. El hecho reavivó los padecimientos de su niñez y juventud y volvió a marcarlo a fuego, ya que las heridas de aquél fallido atentado tendrían sus consecuencias físicas durante el resto de su vida. Aunque nunca se clarificó del todo el hecho, la pista búlgara y la intervención soviética, fueron casi demostradas. Juan Pablo II, se nutrió de aquel dolor para salir con más fuerza al mundo y dar el ejemplo. Por un lado, al ir a perdonar a la cárcel al autor del atentado, dando una muestra de misericordia (motivo de su segunda encíclica, Dives in Misericordia). Por el otro, al demostrar públicamente que seguiría con su firme apoyo al movimiento "Solidaridad" en Polonia. Por último, yendo en peregrinación a Fátima, para agradecer lo que para Karol había sido la providencial intervención de María en el desvío de la bala asesina que pasó a centímetros de su arteria aorta. Años después, el Vaticano daría a conocer el llamado "tercer secreto de Fátima", que tenía que ver con el atentado al Papa y el aviso de la Virgen sobre que Rusia se convertiría.
En 1989, cayó el muro de Berlín y se derrumbó el comunismo soviético, dando fin a la llamada "guerra fría" y comenzando un cambio de paradigmas a nivel mundial. El papel de Juan Pablo II, en estos cambios fundamentales, no se puede ignorar y quizás, fue el motivo de que, posteriormente, muchos hombres de izquierda, aún dentro de la Iglesia, denostaran su figura.
Luego vendría, quizá, la etapa más difícil de su vida. La vejez cargada de enfermedades y de algunas críticas a su gestión en el gobierno de la Iglesia, tildándolo de conservador. Sin embargo, su fidelidad a Cristo fue superlativa en ese no querer "bajarse de la cruz" pese al dolor y el sufrimiento físico que le ocasionaba el Parkinson, al no renunciar a su cargo como muchos le pedían (hecho no común en la historia de la Iglesia y que recién Benedicto XVI puso en clave de ofrenda de amor). Verlo en su última aparición pública, en la plaza de San Pedro, asomado al balcón de la Biblioteca papal, sentado en la silla de ruedas, tomándose la cabeza porque no podía hablarle a la gente, con gestos de angustia y tristeza, fue la síntesis de una vida de lucha y dolor, entregada por amor a Dios.

La figura de Juan Pablo II, "el Grande", quien escribió durante su papado 14 encíclicas y realizó más de cien viajes por todo el mundo (entre ellos, dos a la Argentina), será recordada especialmente por la gente de mi generación, unos pondrán valor en su grandeza y otros en su sencillez. Yo, me quedo con el sentido que le dio al sufrimiento del ser humano en clave de imitación de Cristo y de salvación.

Por Jesús María Silveyra
El autor es escritor. Su último libro publicado es Francisco. Un signo de esperanza (Lumen)

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