En Iberoamérica se dice que “una papaya al día mantiene al doctor en la lejanía”. Y es que además de por su agradable sabor esta fruta tropical es especialmente valorada por sus cualidades nutricionales
que le confieren notables propiedades terapéuticas. Se sabe, por ejemplo, que es una excelente fuente natural de vitamina C, que aporta algunos de los minerales más necesarios para el organismo,
que mejora la digestión, previene accidentes cardiovasculares, alcaliniza el cuerpo -de hecho, es la fruta que más rápido lo hace-, contribuye a que éste produzca más arginina -aminoácido esencial
que activa la hormona de crecimiento, importante para el rejuvenecimiento de las células y la reconstrucción de células en el hígado, los músculos y los huesos-, colabora en la quema de grasas
y ayuda a paliar los síntomas de algunas enfermedades degenerativas, dolencias mentales e, incluso, cáncer además de ser antiinflamatoria, diurética, antioxidante, analgésica, anticoagulante,
hipotensora, activadora de la circulación sanguínea, cicatrizante natural y proteger la piel de los daños producidos por los rayos del sol, entre otras cualidades que explican por qué al papayo –del que se obtiene esta fruta- se le conoce como “el árbol de la buena salud”.
Además se ha comprobado que la papaína (sustancia extraída de esta fruta) sólo digiere las proteínas de los tejidos muertos y es inactiva frente a los vivos. De ahí que se le haya dado el título de “bisturí
biológico” y que decenas de investigadores de todo el mundo estén estudiando las posibilidades terapéuticas de este singular hallazgo.
Informe: Dra. Adriana Andrada
domingo, 28 de septiembre de 2014
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