Donostia. Así se llama la ciudad de San Sebastián en vasco. Ubicada en el Golfo de Vizcaya, es la capital de la provincia de Guipúzcoa, en el País Vasco.
Tal vez para muchos sea una de las ciudades más lindas del mundo, y razones no faltan.
Su nombre en vasco viene de la denominación en euskera: Done Sebastián, que con el tiempo quedó de la forma que lo conocemos hoy. Los pescadores que poblaban la costa también la llamaban Irutxulo o Los Tres Agujeros, porque desde el mar la ciudad mostraba o se veía con tres entradas formadas por los montes Urgull, Igueldo, Ulia y la Isla de Santa Clara.
Fue el sitio de recreo de gran parte de la aristocracia española y sus elegantes plazas, calles, avenidas y paseos lo demuestran. Elegante y clásica, es un fiel reflejo de los mejores tiempos de la Belle Époque y llegó a ser una de las ciudades más cosmopolitas de Europa.
Además, su casino era el punto de reunión de la crema y nata de la sociedad. De aventureros, buscavidas y grandes bellezas. Aquí, dicen, uno se podía cruzar con figuras del tamaño de Mata Hari y Sarah Bernhardt, Leon Trotski y un sinfín de Maharajas, banqueros y hombres de mundo.
Claro, aquí se había trasladado la corte de la reina María Cristina, viuda de Alfonso XII, durante los veranos, y eso había dotado a la ciudad de una inigualable vida social.
Por eso un grupo de visionarios tomó la decisión de dotar a la ciudad de grandes edificios y atracciones. Había que acompañar a la espectacular Bahía de la Concha y su isla de Santa Clara (con sus dos playas, Ondarreta y Playa de la Concha, sin lugar a dudas dos de las playas urbanas más increíbles del mundo) y por eso hicieron su aparición la Catedral del Buen Pastor, la Diputación Foral de Guipúzcoa, el teatro de Victoria Eugenia y el Hotel María Cristina, entre otros sitios para visitar.
Y es en este último lugar donde me encuentro escribiendo estas líneas. Sentado en el bar del hotel, inmejorable spot para observar la vida social de esta ciudad, con sus paredes pintadas en un cálido gris, lámparas de más de cien años cayendo del techo, gran barra dotada de una infinidad de bebidas espirituosas y mirando una foto colgada en la pared de una de las actrices más importantes de la época dorada de Hollywood: Bette Davis.
Aquí Alejandro, el impecable barman del Dry y orgulloso donostiarra, me cuenta una romántica historia, que ipso facto, estoy transcribiendo.
Ya en sus últimos días de vida y aquejada por una grave dolencia, se enteró que, en el marco del Festival Internacional de San Sebastián, le entregarían el importante reconocimiento Premio Donostia. Con 81 años, y vía Nueva York, París y Biarritz, llegó a San Sebastián y, durante cinco días, se recluyó en la suite del hotel para planificar la que sería su última aparición pública: la ceremonia del premio y la increíble rueda de prensa a la que ingresó con un cigarrillo en mano, como si estuviese viviendo algunos de sus roles más famosos de la pantalla grande.
En esa conferencia recorrió los aspectos más importantes de su gran carrera, demostrando lo que significaba ser una verdadera diva y confirmando el dicho que dice que "la procesión va por dentro.
Había pensado en extender su estadía más allá del festival, pero tuvo una recaída y dejó este mundo tan sólo 48 horas luego de finalizado el evento en la ciudad de París, convirtiéndose en leyenda.
Mientras Alejandro termina de contarme esta historia mis ojos se desvían hacia la gran ventana que tengo a mi lado y los colores más perfectos de la tarde se reflejan en mis pupilas.
Por Iván de Pineda. LA NACION.
El autor conduce el programa Resto del mundo, de El Trece
(Jorge L. Icardi, Reportero Internacional...)
viernes, 31 de marzo de 2017
¿Por qué el cielo es azul? ¿Y por qué el atardecer lo vuelve naranja?
La NASA te explica esta situación.
Por Lucas Parera. LA NACION.
¿Por qué el cielo es azul? ¿Y por qué el atardecer lo vuelve naranja?
"Muchas personas inteligentes se hicieron esas preguntas. Y tardamos mucho tiempo en llegar a una respuesta", dice la NASA en este artículo.
La explicación tiene que ver, por un lado, con el color de la luz.
"La luz del sol se ve blanca, pero en realidad está compuesta por todos los colores del arco-iris, del rojo al violeta, pasando por el naranja, amarillo, verde y azul, y todos sus matices", indica la NASA.
Por otro lado, la luz viaja en "olas", vibrando a través del espacio. Algunos tipos de luz viajan en olas largas y suaves, como las que componen el color rojo. Mientras que otras, como el azul, viajan en olas más cortas.
Un dato más sobre la luz: si bien viaja en línea recta, puede ser reflejada (como en un espejo), curvada (como en un prisma), o bien dispersada (como cuando choca con ciertas moléculas).
El último detalle es la clave para responder nuestras preguntas. Cuando la luz llega al planeta Tierra, "choca" con las moléculas que componen la atmósfera. Pero no todas chocan de la misma manera: como vimos, algunas ondas lumínicas viajan en "olas" cortas o largas. Son las ondas que viajan en "olas cortas" las que chocan más con las moléculas de la atmósfera. Entonces, son las ondas azules las que se dispersan con más amplitud y frecuencia por el aire, "opacando" al resto. Así, las ondas azules se dispersan más y el cielo se ve azul.
A su vez, cuando el sol se pone en el horizonte, la luz que emite tiene que pasar por más cantidad de moléculas atmosféricas. Entonces, el azul se dispersa en exceso, dando oportunidad al resto de los colores, sobre todo a los que viajan en olas largas y suaves, es decir, el rojo, el naranja, y el amarillo, a que se manifiesten ante los ojos de quien mira un atardecer.
Por otro lado, en lugares sin atmósfera, como la Luna, por ejemplo, la luz del Sol no choca con moléculas y llega "blanca". De esa manera es que, desde la Luna, se puede ver el espacio directamente.
Por Lucas Parera. LA NACION.
¿Por qué el cielo es azul? ¿Y por qué el atardecer lo vuelve naranja?
"Muchas personas inteligentes se hicieron esas preguntas. Y tardamos mucho tiempo en llegar a una respuesta", dice la NASA en este artículo.
La explicación tiene que ver, por un lado, con el color de la luz.
"La luz del sol se ve blanca, pero en realidad está compuesta por todos los colores del arco-iris, del rojo al violeta, pasando por el naranja, amarillo, verde y azul, y todos sus matices", indica la NASA.
Por otro lado, la luz viaja en "olas", vibrando a través del espacio. Algunos tipos de luz viajan en olas largas y suaves, como las que componen el color rojo. Mientras que otras, como el azul, viajan en olas más cortas.
Un dato más sobre la luz: si bien viaja en línea recta, puede ser reflejada (como en un espejo), curvada (como en un prisma), o bien dispersada (como cuando choca con ciertas moléculas).
El último detalle es la clave para responder nuestras preguntas. Cuando la luz llega al planeta Tierra, "choca" con las moléculas que componen la atmósfera. Pero no todas chocan de la misma manera: como vimos, algunas ondas lumínicas viajan en "olas" cortas o largas. Son las ondas que viajan en "olas cortas" las que chocan más con las moléculas de la atmósfera. Entonces, son las ondas azules las que se dispersan con más amplitud y frecuencia por el aire, "opacando" al resto. Así, las ondas azules se dispersan más y el cielo se ve azul.
A su vez, cuando el sol se pone en el horizonte, la luz que emite tiene que pasar por más cantidad de moléculas atmosféricas. Entonces, el azul se dispersa en exceso, dando oportunidad al resto de los colores, sobre todo a los que viajan en olas largas y suaves, es decir, el rojo, el naranja, y el amarillo, a que se manifiesten ante los ojos de quien mira un atardecer.
Por otro lado, en lugares sin atmósfera, como la Luna, por ejemplo, la luz del Sol no choca con moléculas y llega "blanca". De esa manera es que, desde la Luna, se puede ver el espacio directamente.
domingo, 26 de marzo de 2017
Sección Cartas
En el “Diccionario de la Historia Argentina”, Félix Luna escribió que la palabra “croto” se utilizó en nuestro país para designar a los vagos, en realidad peones golondrina que se desplazaban buscando trabajo. Su aspecto harapiento, sucio y la pobreza extrema de su equipaje contrastaban vivamente con sus principios morales. No eran resentidos sociales ni parásitos. No querían robar, sino trabajar. Muchos se sometían a increíbles privaciones y a intensos trabajos, porque con lo que ahorraran podrían hacer venir de Europa a sus familiares o comprarse un lote y comenzar a hacerse una casita. No fue posible relacionar la pobreza y necesidades de esa gente con el delito, y por eso fue justo el decreto del gobernador de Buenos Aires “José Camilo Crotto” de permitirles viajar gratis en los vagones de carga del ferrocarril.
Los crotos nos demostraron que es perfectamente posible ser pobres sin incurrir en el delito, y que si el trabajo no viene a uno, hay que salir a buscarlo.
¡Ah!, en esa época tampoco los políticos robaban y los sindicalistas eran pobres.
Los crotos ¿suscribirían la afirmación de un joven de una villa del conurbano quien dijo que “trabajar es de giles”?
Lunes 13 de febrero de 2017
Humberto Guglielmin
Los crotos nos demostraron que es perfectamente posible ser pobres sin incurrir en el delito, y que si el trabajo no viene a uno, hay que salir a buscarlo.
¡Ah!, en esa época tampoco los políticos robaban y los sindicalistas eran pobres.
Los crotos ¿suscribirían la afirmación de un joven de una villa del conurbano quien dijo que “trabajar es de giles”?
Lunes 13 de febrero de 2017
Humberto Guglielmin
Cocinando con una taza, un tenedor, una cuchara y un microondas...
Tres recetas sencillas y muy ricas para darse un capricho y elaborar con rapidez en una taza con el microondas
Por LAURA CAORSI
Cocinar en compañía, junto a los amigos o en familia, es una actividad estupenda para la conversación y la creatividad. Cocinar para uno mismo y a solas ya es harina de otro costal. Muchas veces se señala que comer solos nos predispone a engordar, a tirar de precocinados o de cualquier cosa que llene la tripa sin dedicar tiempo. Y es verdad: el principal enemigo de la cocina casera es la pereza y, sobre todo, si no se puede compartir con nadie el resultado de nuestro esfuerzo en los fogones. Pues bien... hay que saber que el microondas y las tazas sirven para más cosas que para calentar la leche por las mañanas. A continuación se ofrecen tres "rece-tazas" para disfrutar en solitario.
Porque vivimos solos o porque ese día todos se han marchado de casa. O es tarde y estamos cansados. O hay pocas ganas de cocinar. Porque, simplemente, apetece comer algo rico cuyos ingredientes conocemos, y tenemos. Por cualquiera de estas razones, merece la pena tener a mano una taza, un tenedor, una cuchara y un microondas. Con un poco de creatividad y unos pocos minutos es posible comer algo sabroso, hecho por nosotros mismos y casi sin ensuciar la cocina.
1. Tarta de chocolate y crema de avellanas
Hay que poner en la taza los siguientes ingredientes: cuatro cucharadas de harina, cuatro cucharadas de azúcar, tres cucharadas de cacao en polvo soluble, tres cucharadas de leche, tres cucharadas de agua, tres cucharadas de aceite, un huevo batido y una cucharada de crema untable de cacao.
Se mezcla todo con un tenedor, hasta conseguir una pasta más o menos homogénea. Se coloca la taza en el microondas y se calienta durante un minuto y medio, a máxima potencia (hay que tener en cuenta que la potencia y los tiempos pueden variar ligeramente de un modelo de microondas a otro; es posible que en algunos casos se necesite un minuto más de cocción). Se deja reposar un minuto, se saca la taza del microondas y se sirve tal cual, sobre un pequeño plato. Se puede decorar la tarta con frutos rojos, nueces picadas, nata montada...
2. Pastel de carne individual
Para hacer esta receta, además de la taza y la cuchara, se necesitan los siguientes ingredientes: 125 gramos de carne picada (magra), dos cucharadas de leche, una cucharada de salsa de tomate (o de kétchup, si se prefiere un toque agridulce), una cucharada de caldo, aceite en aerosol, sal, pimienta y especias al gusto.
Hay que mezclar todos los elementos líquidos en la taza y añadir la carne poco a poco, desmenuzándola con las manos. Se mezcla de nuevo, condimentando y rociando con un poquito de aceite en espray (si no hay, con un par de gotas por la superficie de la mezcla bastará). Se cubre la taza con un film transparente apto para microondas (al que se le harán algunos agujeritos pequeños) y se introduce en el microondas. Se debe calentar durante tres minutos a máxima potencia o hasta que la carne ya no esté de color rosa (el tiempo variará según el electrodoméstico).
Se retira la taza del microondas con cuidado, para no quemarse, se quita el film y, también con cuidado, se escurre el líquido sobrante de la cocción. Se deja reposar durante un par de minutos y ¡listo! Este pastel combina muy bien con un puré de patatas.
3. Quiche de jamón y queso
En la elaboración de esta "rece-taza" se necesitan los siguientes ingredientes: una cucharada y media de leche, un huevo, un panecillo, dos cucharadas de queso cremoso, una loncha de jamón york, una pizca de sal y pimienta.
En la taza hay que mezclar con la ayuda de un tenedor una cucharada y media de leche y un huevo, además de sazonar todo con una pizca de sal y pimienta. Se trocea un panecillo en pequeñas piezas (como picatostes) que se añaden a la taza y se revuelve todo. Después, se agregan dos cucharadas de queso cremoso (puede ser para untar) y una loncha de jamón york cortada en trocitos y se mezclan todos los ingredientes. En este paso final se pueden añadir algunas hierbas frescas o especias. Se introduce la taza en el microondas y se calienta durante un minuto a máxima potencia (es posible que en algunos aparatos se precise un poquito más de tiempo de cocción, aunque no será mucho). Se retira del microondas y se come calentito (con cuidado de no quemarse). Esta receta queda muy bien cuando se acompaña con salsas caseras y variadas.
Fuente: http://www.consumer.es/web/es/alimentacion/en_la_cocina/trucos_y_secretos/2015/09/21/222643.php
Por LAURA CAORSI
Cocinar en compañía, junto a los amigos o en familia, es una actividad estupenda para la conversación y la creatividad. Cocinar para uno mismo y a solas ya es harina de otro costal. Muchas veces se señala que comer solos nos predispone a engordar, a tirar de precocinados o de cualquier cosa que llene la tripa sin dedicar tiempo. Y es verdad: el principal enemigo de la cocina casera es la pereza y, sobre todo, si no se puede compartir con nadie el resultado de nuestro esfuerzo en los fogones. Pues bien... hay que saber que el microondas y las tazas sirven para más cosas que para calentar la leche por las mañanas. A continuación se ofrecen tres "rece-tazas" para disfrutar en solitario.
Porque vivimos solos o porque ese día todos se han marchado de casa. O es tarde y estamos cansados. O hay pocas ganas de cocinar. Porque, simplemente, apetece comer algo rico cuyos ingredientes conocemos, y tenemos. Por cualquiera de estas razones, merece la pena tener a mano una taza, un tenedor, una cuchara y un microondas. Con un poco de creatividad y unos pocos minutos es posible comer algo sabroso, hecho por nosotros mismos y casi sin ensuciar la cocina.
1. Tarta de chocolate y crema de avellanas
Hay que poner en la taza los siguientes ingredientes: cuatro cucharadas de harina, cuatro cucharadas de azúcar, tres cucharadas de cacao en polvo soluble, tres cucharadas de leche, tres cucharadas de agua, tres cucharadas de aceite, un huevo batido y una cucharada de crema untable de cacao.
Se mezcla todo con un tenedor, hasta conseguir una pasta más o menos homogénea. Se coloca la taza en el microondas y se calienta durante un minuto y medio, a máxima potencia (hay que tener en cuenta que la potencia y los tiempos pueden variar ligeramente de un modelo de microondas a otro; es posible que en algunos casos se necesite un minuto más de cocción). Se deja reposar un minuto, se saca la taza del microondas y se sirve tal cual, sobre un pequeño plato. Se puede decorar la tarta con frutos rojos, nueces picadas, nata montada...
2. Pastel de carne individual
Para hacer esta receta, además de la taza y la cuchara, se necesitan los siguientes ingredientes: 125 gramos de carne picada (magra), dos cucharadas de leche, una cucharada de salsa de tomate (o de kétchup, si se prefiere un toque agridulce), una cucharada de caldo, aceite en aerosol, sal, pimienta y especias al gusto.
Hay que mezclar todos los elementos líquidos en la taza y añadir la carne poco a poco, desmenuzándola con las manos. Se mezcla de nuevo, condimentando y rociando con un poquito de aceite en espray (si no hay, con un par de gotas por la superficie de la mezcla bastará). Se cubre la taza con un film transparente apto para microondas (al que se le harán algunos agujeritos pequeños) y se introduce en el microondas. Se debe calentar durante tres minutos a máxima potencia o hasta que la carne ya no esté de color rosa (el tiempo variará según el electrodoméstico).
Se retira la taza del microondas con cuidado, para no quemarse, se quita el film y, también con cuidado, se escurre el líquido sobrante de la cocción. Se deja reposar durante un par de minutos y ¡listo! Este pastel combina muy bien con un puré de patatas.
3. Quiche de jamón y queso
En la elaboración de esta "rece-taza" se necesitan los siguientes ingredientes: una cucharada y media de leche, un huevo, un panecillo, dos cucharadas de queso cremoso, una loncha de jamón york, una pizca de sal y pimienta.
En la taza hay que mezclar con la ayuda de un tenedor una cucharada y media de leche y un huevo, además de sazonar todo con una pizca de sal y pimienta. Se trocea un panecillo en pequeñas piezas (como picatostes) que se añaden a la taza y se revuelve todo. Después, se agregan dos cucharadas de queso cremoso (puede ser para untar) y una loncha de jamón york cortada en trocitos y se mezclan todos los ingredientes. En este paso final se pueden añadir algunas hierbas frescas o especias. Se introduce la taza en el microondas y se calienta durante un minuto a máxima potencia (es posible que en algunos aparatos se precise un poquito más de tiempo de cocción, aunque no será mucho). Se retira del microondas y se come calentito (con cuidado de no quemarse). Esta receta queda muy bien cuando se acompaña con salsas caseras y variadas.
Fuente: http://www.consumer.es/web/es/alimentacion/en_la_cocina/trucos_y_secretos/2015/09/21/222643.php
sábado, 18 de marzo de 2017
Horacio Quiroga (1879 - 1937)
EL ALMOHADÓN DE PLUMAS
Su luna de miel fue un largo escalofrío. Rubia, angelical y tímida, el carácter duro de su marido heló sus soñadas niñerías de novia. Lo quería
mucho, sin embargo, a veces con un ligero estremecimiento cuando volviendo de noche juntos por la calle, echaba una furtiva mirada a la alta estatura de
Jordán, mudo desde hacía una hora. Él, por su parte, la amaba profundamente, sin darlo a conocer.
Durante tres meses (se habían casado en abril) vivieron una dicha especial. Sin duda hubiera ella deseado menos severidad en ese rígido cielo
de amor, más expansiva e incauta ternura; pero el impasible semblante de su marido la contenía siempre.
La casa en que vivían influía un poco en sus estremecimientos. La blancura del patio silencioso —frisos, columnas y estatuas de mármol— producía
una otoñal impresión de palacio encantado. Dentro, el brillo glacial del estuco, sin el más leve rasguño en las altas paredes, afirmaba aquella sensación
de desapacible frío. Al cruzar de una pieza a otra, los pasos hallaban eco en toda la casa, como si un largo abandono hubiera sensibilizado su resonancia.
En ese extraño nido de amor, Alicia pasó todo el otoño. No obstante, había concluido por echar un velo sobre sus antiguos sueños, y aún vivía
dormida en la casa hostil, sin querer pensar en nada hasta que llegaba su marido.
No es raro que adelgazara. Tuvo un ligero ataque de influenza que se arrastró insidiosamente días y días; Alicia no se reponía nunca. Al fin una
tarde pudo salir al jardín apoyada en el brazo de él. Miraba indiferente a uno y otro lado. De pronto Jordán, con honda ternura, le pasó la mano por la
cabeza, y Alicia rompió en seguida en sollozos, echándole los brazos al cuello. Lloró largamente todo su espanto callado, redoblando el llanto a la menor
tentativa de caricia. Luego los sollozos fueron retardándose, y aún quedó largo rato escondida en su cuello, sin moverse ni decir una palabra.
Fue ese el último día que Alicia estuvo levantada. Al día siguiente amaneció desvanecida. El médico de Jordán la examinó con suma atención, ordenándole
calma y descanso absolutos.
—No sé —le dijo a Jordán en la puerta de calle, con la voz todavía baja—. Tiene una gran debilidad que no me explico, y sin vómitos, nada.. .
Si mañana se despierta como hoy, llámeme enseguida.
Al otro día Alicia seguía peor. Hubo consulta. Constatóse una anemia de marcha agudísima, completamente inexplicable. Alicia no tuvo más desmayos,
pero se iba visiblemente a la muerte. Todo el día el dormitorio estaba con las luces prendidas y en pleno silencio. Pasábanse horas sin oír el menor ruido.
Alicia dormitaba. Jordán vivía casi en la sala, también con toda la luz encendida. Paseábase sin cesar de un extremo a otro, con incansable obstinación.
La alfombra ahogaba sus pesos. A ratos entraba en el dormitorio y proseguía su mudo vaivén a lo largo de la cama, mirando a su mujer cada vez que caminaba
en su dirección.
Pronto Alicia comenzó a tener alucinaciones, confusas y flotantes al principio, y que descendieron luego a ras del suelo. La joven, con los ojos
desmesuradamente abiertos, no hacía sino mirar la alfombra a uno y otro lado del respaldo de la cama. Una noche se quedó de repente mirando fijamente.
Al rato abrió la boca para gritar, y sus narices y labios se perlaron de sudor.
—¡Jordán! ¡Jordán! —clamó, rígida de espanto, sin dejar de mirar la alfombra.
Jordán corrió al dormitorio, y al verlo aparecer Alicia dio un alarido de horror.
—¡Soy yo, Alicia, soy yo!
Alicia lo miró con extravió, miró la alfombra, volvió a mirarlo, y después de largo rato de estupefacta confrontación, se serenó. Sonrió y tomó
entre las suyas la mano de su marido, acariciándola temblando.
Entre sus alucinaciones más porfiadas, hubo un antropoide, apoyado en la alfombra sobre los dedos, que tenía fijos en ella los ojos.
Los médicos volvieron inútilmente. Había allí delante de ellos una vida que se acababa, desangrándose día a día, hora a hora, sin saber absolutamente
cómo. En la última consulta Alicia yacía en estupor mientras ellos la pulsaban, pasándose de uno a otro la muñeca inerte. La observaron largo rato en silencio
y siguieron al comedor.
—Pst... —se encogió de hombros desalentado su médico—. Es un caso serio... poco hay que hacer...
—¡Sólo eso me faltaba! —resopló Jordán. Y tamborileó bruscamente sobre la mesa.
Alicia fue extinguiéndose en su delirio de anemia, agravado de tarde, pero que remitía siempre en las primeras horas. Durante el día no avanzaba
su enfermedad, pero cada mañana amanecía lívida, en síncope casi. Parecía que únicamente de noche se le fuera la vida en nuevas alas de sangre. Tenía siempre
al despertar la sensación de estar desplomada en la cama con un millón de kilos encima. Desde el tercer día este hundimiento no la abandonó más. Apenas
podía mover la cabeza. No quiso que le tocaran la cama, ni aún que le arreglaran el almohadón. Sus terrores crepusculares avanzaron en forma de monstruos
que se arrastraban hasta la cama y trepaban dificultosamente por la colcha.
Perdió luego el conocimiento. Los dos días finales deliró sin cesar a media voz. Las luces continuaban fúnebremente encendidas en el dormitorio
y la sala. En el silencio agónico de la casa, no se oía más que el delirio monótono que salía de la cama, y el rumor ahogado de los eternos pasos de Jordán.
Murió, por fin. La sirvienta, que entró después a deshacer la cama, sola ya, miró un rato extrañada el almohadón.
—¡Señor! —llamó a Jordán en voz baja—. En el almohadón hay manchas que parecen de sangre.
Jordán se acercó rápidamente Y se dobló a su vez. Efectivamente, sobre la funda, a ambos lados del hueco que había dejado la cabeza de Alicia,
se veían manchitas oscuras.
—Parecen picaduras —murmuró la sirvienta después de un rato de inmóvil observación.
—Levántelo a la luz —le dijo Jordán.
La sirvienta lo levantó, pero enseguida lo dejó caer, y se quedó mirando a aquél, lívida y temblando. Sin saber por qué, Jordán sintió que los
cabellos se le erizaban.
—¿Qué hay? —murmuró con la voz ronca.
—Pesa mucho —articuló la sirvienta, sin dejar de temblar.
Jordán lo levantó; pesaba extraordinariamente. Salieron con él, y sobre la mesa del comedor Jordán cortó funda y envoltura de un tajo. Las plumas
superiores volaron, y la sirvienta dio un grito de horror con toda la boca abierta, llevándose las manos crispadas a los bandos: —sobre el fondo, entre
las plumas, moviendo lentamente las patas velludas, había un animal monstruoso, una bola viviente y viscosa. Estaba tan hinchado que apenas se le pronunciaba
la boca.
Noche a noche, desde que Alicia había caído en cama, había aplicado sigilosamente su boca —su trompa, mejor dicho— a las sienes de aquélla, chupándole
la sangre. La picadura era casi imperceptible. La remoción diaria del almohadón había impedido sin dada su desarrollo, pero desde que la joven no pudo
moverse, la succión fue vertiginosa. En cinco días, en cinco noches, había vaciado a Alicia.
Estos parásitos de las aves, diminutos en el medio habitual, llegan a adquirir en ciertas condiciones proporciones enormes. La sangre humana parece
serles particularmente favorable, y no es raro hallarlos en los almohadones de pluma.
Horacio Quiroga
Cuentos de amor, de locura y de muerte, 1917
Su luna de miel fue un largo escalofrío. Rubia, angelical y tímida, el carácter duro de su marido heló sus soñadas niñerías de novia. Lo quería
mucho, sin embargo, a veces con un ligero estremecimiento cuando volviendo de noche juntos por la calle, echaba una furtiva mirada a la alta estatura de
Jordán, mudo desde hacía una hora. Él, por su parte, la amaba profundamente, sin darlo a conocer.
Durante tres meses (se habían casado en abril) vivieron una dicha especial. Sin duda hubiera ella deseado menos severidad en ese rígido cielo
de amor, más expansiva e incauta ternura; pero el impasible semblante de su marido la contenía siempre.
La casa en que vivían influía un poco en sus estremecimientos. La blancura del patio silencioso —frisos, columnas y estatuas de mármol— producía
una otoñal impresión de palacio encantado. Dentro, el brillo glacial del estuco, sin el más leve rasguño en las altas paredes, afirmaba aquella sensación
de desapacible frío. Al cruzar de una pieza a otra, los pasos hallaban eco en toda la casa, como si un largo abandono hubiera sensibilizado su resonancia.
En ese extraño nido de amor, Alicia pasó todo el otoño. No obstante, había concluido por echar un velo sobre sus antiguos sueños, y aún vivía
dormida en la casa hostil, sin querer pensar en nada hasta que llegaba su marido.
No es raro que adelgazara. Tuvo un ligero ataque de influenza que se arrastró insidiosamente días y días; Alicia no se reponía nunca. Al fin una
tarde pudo salir al jardín apoyada en el brazo de él. Miraba indiferente a uno y otro lado. De pronto Jordán, con honda ternura, le pasó la mano por la
cabeza, y Alicia rompió en seguida en sollozos, echándole los brazos al cuello. Lloró largamente todo su espanto callado, redoblando el llanto a la menor
tentativa de caricia. Luego los sollozos fueron retardándose, y aún quedó largo rato escondida en su cuello, sin moverse ni decir una palabra.
Fue ese el último día que Alicia estuvo levantada. Al día siguiente amaneció desvanecida. El médico de Jordán la examinó con suma atención, ordenándole
calma y descanso absolutos.
—No sé —le dijo a Jordán en la puerta de calle, con la voz todavía baja—. Tiene una gran debilidad que no me explico, y sin vómitos, nada.. .
Si mañana se despierta como hoy, llámeme enseguida.
Al otro día Alicia seguía peor. Hubo consulta. Constatóse una anemia de marcha agudísima, completamente inexplicable. Alicia no tuvo más desmayos,
pero se iba visiblemente a la muerte. Todo el día el dormitorio estaba con las luces prendidas y en pleno silencio. Pasábanse horas sin oír el menor ruido.
Alicia dormitaba. Jordán vivía casi en la sala, también con toda la luz encendida. Paseábase sin cesar de un extremo a otro, con incansable obstinación.
La alfombra ahogaba sus pesos. A ratos entraba en el dormitorio y proseguía su mudo vaivén a lo largo de la cama, mirando a su mujer cada vez que caminaba
en su dirección.
Pronto Alicia comenzó a tener alucinaciones, confusas y flotantes al principio, y que descendieron luego a ras del suelo. La joven, con los ojos
desmesuradamente abiertos, no hacía sino mirar la alfombra a uno y otro lado del respaldo de la cama. Una noche se quedó de repente mirando fijamente.
Al rato abrió la boca para gritar, y sus narices y labios se perlaron de sudor.
—¡Jordán! ¡Jordán! —clamó, rígida de espanto, sin dejar de mirar la alfombra.
Jordán corrió al dormitorio, y al verlo aparecer Alicia dio un alarido de horror.
—¡Soy yo, Alicia, soy yo!
Alicia lo miró con extravió, miró la alfombra, volvió a mirarlo, y después de largo rato de estupefacta confrontación, se serenó. Sonrió y tomó
entre las suyas la mano de su marido, acariciándola temblando.
Entre sus alucinaciones más porfiadas, hubo un antropoide, apoyado en la alfombra sobre los dedos, que tenía fijos en ella los ojos.
Los médicos volvieron inútilmente. Había allí delante de ellos una vida que se acababa, desangrándose día a día, hora a hora, sin saber absolutamente
cómo. En la última consulta Alicia yacía en estupor mientras ellos la pulsaban, pasándose de uno a otro la muñeca inerte. La observaron largo rato en silencio
y siguieron al comedor.
—Pst... —se encogió de hombros desalentado su médico—. Es un caso serio... poco hay que hacer...
—¡Sólo eso me faltaba! —resopló Jordán. Y tamborileó bruscamente sobre la mesa.
Alicia fue extinguiéndose en su delirio de anemia, agravado de tarde, pero que remitía siempre en las primeras horas. Durante el día no avanzaba
su enfermedad, pero cada mañana amanecía lívida, en síncope casi. Parecía que únicamente de noche se le fuera la vida en nuevas alas de sangre. Tenía siempre
al despertar la sensación de estar desplomada en la cama con un millón de kilos encima. Desde el tercer día este hundimiento no la abandonó más. Apenas
podía mover la cabeza. No quiso que le tocaran la cama, ni aún que le arreglaran el almohadón. Sus terrores crepusculares avanzaron en forma de monstruos
que se arrastraban hasta la cama y trepaban dificultosamente por la colcha.
Perdió luego el conocimiento. Los dos días finales deliró sin cesar a media voz. Las luces continuaban fúnebremente encendidas en el dormitorio
y la sala. En el silencio agónico de la casa, no se oía más que el delirio monótono que salía de la cama, y el rumor ahogado de los eternos pasos de Jordán.
Murió, por fin. La sirvienta, que entró después a deshacer la cama, sola ya, miró un rato extrañada el almohadón.
—¡Señor! —llamó a Jordán en voz baja—. En el almohadón hay manchas que parecen de sangre.
Jordán se acercó rápidamente Y se dobló a su vez. Efectivamente, sobre la funda, a ambos lados del hueco que había dejado la cabeza de Alicia,
se veían manchitas oscuras.
—Parecen picaduras —murmuró la sirvienta después de un rato de inmóvil observación.
—Levántelo a la luz —le dijo Jordán.
La sirvienta lo levantó, pero enseguida lo dejó caer, y se quedó mirando a aquél, lívida y temblando. Sin saber por qué, Jordán sintió que los
cabellos se le erizaban.
—¿Qué hay? —murmuró con la voz ronca.
—Pesa mucho —articuló la sirvienta, sin dejar de temblar.
Jordán lo levantó; pesaba extraordinariamente. Salieron con él, y sobre la mesa del comedor Jordán cortó funda y envoltura de un tajo. Las plumas
superiores volaron, y la sirvienta dio un grito de horror con toda la boca abierta, llevándose las manos crispadas a los bandos: —sobre el fondo, entre
las plumas, moviendo lentamente las patas velludas, había un animal monstruoso, una bola viviente y viscosa. Estaba tan hinchado que apenas se le pronunciaba
la boca.
Noche a noche, desde que Alicia había caído en cama, había aplicado sigilosamente su boca —su trompa, mejor dicho— a las sienes de aquélla, chupándole
la sangre. La picadura era casi imperceptible. La remoción diaria del almohadón había impedido sin dada su desarrollo, pero desde que la joven no pudo
moverse, la succión fue vertiginosa. En cinco días, en cinco noches, había vaciado a Alicia.
Estos parásitos de las aves, diminutos en el medio habitual, llegan a adquirir en ciertas condiciones proporciones enormes. La sangre humana parece
serles particularmente favorable, y no es raro hallarlos en los almohadones de pluma.
Horacio Quiroga
Cuentos de amor, de locura y de muerte, 1917
Cómo acelerar el metabolismo para bajar de peso
¿Cuáles son las variables que aceleran o enlentecen el metabolismo de una persona?.
Por Dra Paola Harwicz. LA NACION.
Indispensable para bajar de peso, conocer cómo funciona nuestro metabolismo nos pondrá en una mejor situación para controlar los alimentos que consumimos y la actividad física que nos conviene realizar.
¿Qué es el metabolismo basal?
El metabolismo es el gasto de energía que el organismo necesita en reposo absoluto, para realizar las funciones vitales básicas. Interviene en todos los procesos químicos que permiten mantener la vida: respiración y oxigenación de la sangre, contracción del músculo cardíaco y circulación de la sangre, funciones cerebrales, mantener el ph en el estómago y el balance de electrolitos, etc. El organismo utiliza entre el 60 y 75% de las calorías consumidas cada día para cubrir las funciones básicas.
El metabolismo basal o gasto metabólico basal depende de la edad, sexo, altura, peso, contextura física, y por supuesto de la genética. Tiene relación directa con la cantidad de masa muscular del individuo. Por este motivo, los hombres, que tienen un mayor desarrollo muscular que las mujeres, tienen un metabolismo basal más elevado y necesitan consumir más calorías. El principal encargado de quemar calorías es el músculo.
¿Qué hacer para aumentar el metabolismo basal?
•1- Ser activos, programar la semana para incluir un plan de actividad física regular que incluya ejercicios de resistencia, para aumentar la masa muscular, combinado con ejercicios aeróbicos. El ejercicio no sólo es el verdadero "refugio" de la salud, sino que además nos ayuda a regular nuestro metabolismo
•2- Evitar las dietas restrictivas: cuando un individuo realiza dietas con muy pocas calorías (menos de 800 cal/l día), hace que el organismo funcione en "modo ahorro" y de esta manera, reduce el metabolismo basal. Evite exigir al cuerpo con dietas exigentes difíciles de sostener en el largo plazo, y que reducen el metabolismo hasta en un 25%. Una vez finalizada o abandonada una dieta restrictiva, será muy difícil mantener el nuevo peso logrado. Es preferible un descenso gradual del peso con planes alimentarios acordes.
•3- Descansar al menos 7-8 horas. Al mantener un buen descanso, el organismo utiliza durante el día la energía de manera eficiente.
•4- Comer alimentos ricos en calcio, no solo cuida los huesos y dientes. Además este mineral interviene en los procesos metabólicos que permiten mantener un adecuado gasto metabólico en reposo. Si bien los principales alimentos son los lácteos descremados, se pueden incorporar a través de las almendras, semillas de sésamo, tofu, espinacas, brócoli, sardinas, etc
•5- Elegir comidas con picante: los alimentos picantes son ricos en capsaicina, un alcaloide termogénico, es decir, incrementa la temperatura corporal transitoriamente. A su vez, favorecen la oxidación de las grasas y carbohidratos. Se encuentran en pickles, pimientos picantes, chiles, jalapeños para los amantes de la comida mexicana
•6- Detectar mediante una revisión clínica y análisis de sangre alguna disminución en la producción de hormonas tiroideas que tienen un impacto muy importante en el metabolismo o bien alteraciones hepáticas.
•7- Mantener una adecuada hidratación. Si el organismo percibe un leve cuadro de deshidratación, puede reducir el metabolismo basal. Se sugiere tomar 8 vasos de agua al día, o bien infusiones, jugos, e incorporar suficiente cantidad de frutas y verduras.
•8- Temperatura corporal: se recomienda no elevar demasiado la temperatura del ambiente con la calefacción, cuando hace frío, dado que se pierde la posibilidad de adaptación natural del organismo a los cambios de temperatura ambiental. Es una manera fisiológica del cuerpo que aumenta el metabolismo mediante un mayor gasto de calorías
La mejor combinación para perder peso es moderar la cantidad que comemos, hacer una buena selección de alimentos y moverse más. Como no es posible modificar la genética, que determina finamente el metabolismo basal de cada persona, el foco debe estar en mejorar los hábitos y ser lo más activo posible en todas las edades, especialmente luego de los 35 años, cuando naturalmente comienza el proceso de sarcopenia o pérdida de masa muscular.
Por Dra Paola Harwicz. LA NACION.
Indispensable para bajar de peso, conocer cómo funciona nuestro metabolismo nos pondrá en una mejor situación para controlar los alimentos que consumimos y la actividad física que nos conviene realizar.
¿Qué es el metabolismo basal?
El metabolismo es el gasto de energía que el organismo necesita en reposo absoluto, para realizar las funciones vitales básicas. Interviene en todos los procesos químicos que permiten mantener la vida: respiración y oxigenación de la sangre, contracción del músculo cardíaco y circulación de la sangre, funciones cerebrales, mantener el ph en el estómago y el balance de electrolitos, etc. El organismo utiliza entre el 60 y 75% de las calorías consumidas cada día para cubrir las funciones básicas.
El metabolismo basal o gasto metabólico basal depende de la edad, sexo, altura, peso, contextura física, y por supuesto de la genética. Tiene relación directa con la cantidad de masa muscular del individuo. Por este motivo, los hombres, que tienen un mayor desarrollo muscular que las mujeres, tienen un metabolismo basal más elevado y necesitan consumir más calorías. El principal encargado de quemar calorías es el músculo.
¿Qué hacer para aumentar el metabolismo basal?
•1- Ser activos, programar la semana para incluir un plan de actividad física regular que incluya ejercicios de resistencia, para aumentar la masa muscular, combinado con ejercicios aeróbicos. El ejercicio no sólo es el verdadero "refugio" de la salud, sino que además nos ayuda a regular nuestro metabolismo
•2- Evitar las dietas restrictivas: cuando un individuo realiza dietas con muy pocas calorías (menos de 800 cal/l día), hace que el organismo funcione en "modo ahorro" y de esta manera, reduce el metabolismo basal. Evite exigir al cuerpo con dietas exigentes difíciles de sostener en el largo plazo, y que reducen el metabolismo hasta en un 25%. Una vez finalizada o abandonada una dieta restrictiva, será muy difícil mantener el nuevo peso logrado. Es preferible un descenso gradual del peso con planes alimentarios acordes.
•3- Descansar al menos 7-8 horas. Al mantener un buen descanso, el organismo utiliza durante el día la energía de manera eficiente.
•4- Comer alimentos ricos en calcio, no solo cuida los huesos y dientes. Además este mineral interviene en los procesos metabólicos que permiten mantener un adecuado gasto metabólico en reposo. Si bien los principales alimentos son los lácteos descremados, se pueden incorporar a través de las almendras, semillas de sésamo, tofu, espinacas, brócoli, sardinas, etc
•5- Elegir comidas con picante: los alimentos picantes son ricos en capsaicina, un alcaloide termogénico, es decir, incrementa la temperatura corporal transitoriamente. A su vez, favorecen la oxidación de las grasas y carbohidratos. Se encuentran en pickles, pimientos picantes, chiles, jalapeños para los amantes de la comida mexicana
•6- Detectar mediante una revisión clínica y análisis de sangre alguna disminución en la producción de hormonas tiroideas que tienen un impacto muy importante en el metabolismo o bien alteraciones hepáticas.
•7- Mantener una adecuada hidratación. Si el organismo percibe un leve cuadro de deshidratación, puede reducir el metabolismo basal. Se sugiere tomar 8 vasos de agua al día, o bien infusiones, jugos, e incorporar suficiente cantidad de frutas y verduras.
•8- Temperatura corporal: se recomienda no elevar demasiado la temperatura del ambiente con la calefacción, cuando hace frío, dado que se pierde la posibilidad de adaptación natural del organismo a los cambios de temperatura ambiental. Es una manera fisiológica del cuerpo que aumenta el metabolismo mediante un mayor gasto de calorías
La mejor combinación para perder peso es moderar la cantidad que comemos, hacer una buena selección de alimentos y moverse más. Como no es posible modificar la genética, que determina finamente el metabolismo basal de cada persona, el foco debe estar en mejorar los hábitos y ser lo más activo posible en todas las edades, especialmente luego de los 35 años, cuando naturalmente comienza el proceso de sarcopenia o pérdida de masa muscular.
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El consultorio virtual del Doctor Fugazzetta
El huevo de medio kilo...
Prensa, televisión, entrevistas... todos detrás de la gallina:
- Como ha logrado esa hazaña Sra. Gallina??
- Secreto de familia... -responde presuntuosa la Gallina.
- Planes para el futuro?
- Poner un huevo de un kilo!
Los flashs de las cámaras se ensañan también con el gallo...
- Como han logrado semejante hazaña Sr. Gallo?
- Secreto de familia... -responde muy serio el Gallo.
- Planes futuros?
- Sí!! Matar a golpes al avestruz!!!
- Como ha logrado esa hazaña Sra. Gallina??
- Secreto de familia... -responde presuntuosa la Gallina.
- Planes para el futuro?
- Poner un huevo de un kilo!
Los flashs de las cámaras se ensañan también con el gallo...
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- Planes futuros?
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