También llamada "meditación científica”, es una práctica que nos permite realizar cambios concretos en nuestro cerebro, nos ayuda a regular las emociones, a estar más focalizados y a recuperar la empatía con los demás.
En tiempos de multiestímulos, de pérdida de foco constante, de ansiedad y de falta de contacto con nosotros mismos y con los demás, la práctica de Mindfulness puede convertirse en una herramienta fundamental para recuperar muchas habilidades que han sido adormecidas. Cambiar el afuera es una ilusión. Trabajar sobre nosotros mismos es posible de muchas formas y esto sí, garantiza, como consecuencia, una transformación en el entorno y un nuevo lugar posible en el acontecer de la vida misma.
Se la califica como “científica” porque es el único tipo de meditación que tiene reportes en el ámbito de la ciencia. “Desde 1982 hasta la fecha, se han dado a conocer en todo el mundo, más de 5 mil investigaciones que acreditan los beneficios de Mindfulness. Incluso en Argentina, se han realizado algunas de ellas con resultados muy elocuentes”, dice Martín Reynoso, psicólogo y uno de los mayores referentes en nuestro país.
Muchas veces, la palabra meditación evoca ciertas asociaciones a conceptos que son necesarios aclarar. “Mindfulness no se trata de intentar poner la mente en blanco, eso es imposible. No busca un estado de relajación, ni tiene por objetivo crear pensamientos positivos constantemente. Tampoco es su fin que tengamos emociones elevadas”, dice Reynoso.
Mindfulness ha penetrado en la Medicina y en la Psicología como un aporte complementario para pacientes que tienen ansiedad, síntomas depresivos leves, dolor crónico.
"Si bien genera beneficios muy importantes, en estos casos, no se puede generalizar porque los resultados son diferentes, dependiendo de las características particulares de las personas que lo practican. Es necesario aclarar que no todos pueden utilizar estas herramientas. Quienes padecen depresión severa, síntomas de ansiedad muy importantes y desequilibrios fuera del rango de lo normal deben consultar al médico”, afirma Reynoso que además está a cargo del departamento de Mindfulnes en Ineco.
“En la práctica contemplativa del Mindfulnes, no buscamos un resultado ni tenemos un objetivo. Hablamos de tener la Intención de generar ciertos cambios. No evaluamos si estamos llegando a eso o no. Sin embargo, podemos darnos cuenta de que estamos logrando avances en nuestra vida y que algo está sucediendo si, a lo largo del día, podemos percibir que estamos más atentos, que podemos regular la mente que divaga y manejar mejor esas distracciones constantes. A medida que profundizamos la práctica, logramos estar en contacto con nuestros sentidos, con nuestro cuerpo y tenemos mayor capacidad para regular nuestras emociones”.
Las herramientas de Mindfulness se pueden incorporar a lo largo de sesiones de dos horas durante 8 semanas más un encuentro intensivo que refuerza lo aprendido. Este programa se llama "Reducción del estrés basado en Mindfulness (MBSR)". Fue creado por el biólogo molecular Jon Kabat-Zinn en el Centro Médico de la Universidad de Massachusetts, EEUU en 1979 y el Lic. Reynoso es una de las personas autorizadas para dictarlo en Argentina.
El estrés como fenómeno de época
Según Reynoso, este hecho está relacionado con una cultura que ha exaltado demasiado el hacer, el resultadismo, la productividad y el éxito. Por eso mismo, en la práctica que hacemos, hay conceptos que desestimamos, como, por ejemplo, la autoestima. Si buscamos fortalecer esta parte, tenemos que presuponer que hacemos cosas para que los demás las vean como exitosas o positivas. Los otros, de alguna forma, nos devuelven una imagen que nos alimenta cierta idea que tenemos sobre nosotros mismos. Autoestima no es un concepto muy valioso en la práctica del Mindfulnes porque estamos convencidos de que uno tiene que sentir amor por uno mismo más naturalmente, no por lograr o tener cosas".
Tener o llegar a ciertas metas forma parte de esta cultura del estrés. Como todo el tiempo estamos siendo desafiados a vivir dentro de ella, es necesario tener herramientas que nos permitan corrernos de este paradigma”, afirma Reynoso.
Entonces, ¿para practicar Mindfulnes, no necesitamos pertenecer a una religión, ni ser creyentes ni saber pronunciar correctamente mantras en sánscrito?
Nosotros pensamos que la fe es importante si la consideramos como la certeza de que algo bueno va a surgir a partir de la práctica, en la medida en que mantengamos el foco en ella. Cualquier práctica contemplativa habla de la necesidad de que la persona tenga cierta entrega y confianza en que lo que está realizando le va a resultar beneficioso. Los rituales, los mantras, las velas y cualquier otro elemento sagrado no son considerados como indispensables pero a veces, dependiendo de las creencias personales de cada practicante, pueden ser de ayuda para mantener la constancia y fortalecer la práctica.
¿Por qué Mindfulnes es mucho más que una práctica meditativa?
A lo largo del tiempo se generan cambios muy interesantes en las funciones del cerebro. Con el entrenamiento en atención plena y en el foco, se estimula la parte frontal del cerebro (Cingulado Anterior). La función atencional también potencia a la ínsula (una especie de avellana dentro del cerebro medio) que nos ayuda a aumentar la capacidad de registrar las sensaciones de nuestro cuerpo. Es justamente la ínsula, la parte que participa activamente en la regulación de nuestras emociones.
El tercer proceso en el que está implicada esta práctica es la profundización de la capacidad de autoconciencia y el registro de los demás. A través de Mindfulnes, entonces, podemos ser capaces de convertirnos en seres humanos con mayor empatía y de compasión. Esto mejora nuestras relaciones interpersonales y por qué no, hace del mundo en el que vivimos, un lugar mucho mejor.
De esto, está convencido Martín Reynoso que, además, es autor de “Mindfulness, la meditación científica", en el que se puede leer este texto maravilloso que es de su autoría y sería bueno llevar con nosotros para leer y releer cuando el sinsentido nos tome:
La revolución es silenciosa. Lenta, progresiva y constante. De adentro hacia afuera. Primero, impacta en la mente, el cuerpo y el cerebro y luego en las demás personas y seres del universo. La revolución es pacífica pero insidiosa. Duele pero sana. Silencia el alma pero la libera. La revolución no es exhibicionista pero todos la ven tarde o temprano.
La revolución es un proceso individual, aunque conmocione sistemas como la familia, el trabajo, el club. Y transforma el cerebro: estimula encendidos neuronales en algunas zonas e inhibe otros a partir de un simple acto cotidiano, estar consciente. La revolución no tiene fecha de inicio. Está desde siempre latente, agazapada, a la espera de un despertar súbito. La chispa es una intención profunda de producir un cambio, de ser feliz.
Una vez iniciada, sacude los cimientos de nuestra personalidad. Es un cambio de paradigma: nos hace sentir que hay algo que no va más y necesitamos derribarlo. Nuestras creencias, pensamientos y emociones se ven desafiadas por un anhelo de bienestar que empuja. Algo nuevo brota. La revolución de la mente está en cada uno. Decidirnos y tomar las herramientas es cuestión de un instante, pero utilizarlas para tallarnos y darnos forma como un ser humano completo es trabajo de toda la vida.
Por Natalia Carcavallo
Fuente: https://tn.com.ar/
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