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lunes, 25 de marzo de 2013

Los cuentos de Noemí.....

Persevera y...

Mi nacimiento fue el tema médico de la época. Por más que se investigó no pudieron determinar porqué una criatura tan sana y hermosa, llegada con parto normal, traía brazos tan desproporcionados.
El problema se agudizó cuando empecé a caminar. No podía guardar el equilibrio. Mis extremidades superiores parecían aspas de molino tratando de acompañar un esqueleto.
Probaron de todo, bastones, tacos muy altos que me obligasen a andar muy despacio, clases de baile para movilizarme mejor. Todo en vano, hasta que Irene propuso la idea salvadora: recurrir a la biblioteca del abuelo.
El viejo, erudito como los de antes, malgastó su fortuna persiguiendo cuánto incunable lograba localizar. Hasta llegó a hipotecar la casa para lograr sus fines. Sólo su muerte nos salvó de la ruina total, aunque poco nos quedó para sobrevivir.
¡Otra vez cambiando de tema! Perdonen. Y volvamos al proyecto de Irene.
Entramos a la oscura habitación cerrada por tanto tiempo y comenzamos los ensayos.
Elegíamos los volúmenes por forma y grosor, los colocábamos sobre mi cabeza, e intentaba yo dar algunos pasos.
Contarlo es una cosa, pero vivirlo fue otra y mucho más complicada. Infinitos fueron los cambios de medida, peso y espacio que se hicieron necesarios para que finalmente los libros funcionaran como contrapeso en mi desequilibrado porte, permitiéndome avanzar.
Poco a poco lo fuimos logrando, casi habíamos llegado al equilibrio ideal. Pero mis brazos no respondían al conjunto, se disparaban solos en giros concéntricos. Nuevos cabildeos, renovadas consultas con cuanto salvador de la patria se cruzase en el camino, hasta que otra vez los libros trajeron la solución. Si colocaba uno en cada axila, calculando su peso, quizá pudiese compensar el movimiento continuo de mis locas extremidades.
¡Lo hemos logrado! Cuando ustedes vean avanzar en las tardecitas de Buenos Aires algunos libros que parecen desplazarse solos con algo así como una persona en el medio, ése soy yo que por fin aprendí a caminar. Y si, como la mayoría de los paseantes, no pueden resistir la tentación y me acercan unas chirolas, contribuirán a perpetrar la tradición familiar, ya que moneda a moneda casi logramos levantar la hipoteca.
Pero eso sí, la biblioteca ha dejado de ser un lugar inaccesible, las antiguas estanterías han desaparecido, sólo se aprecian las pilas de obras distribuidas para su valiosa función actual.
¿Descansará el abuelo en paz?

 

 

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