En Serbia, la famosa Cele Kula provoca un efecto lúgubre y romántico.
Cuando me encontré con este amigo de un amigo que conocía a un amigo en una perdida y lluviosa esquina de la ciudad de Nis, en el sur de Serbia, no pensé que iba a conocer semejante historia.
Este fanático de los videojuegos y mangas japoneses y a la vez eximio historiador local me recibió con cara de curiosidad, evidente ante el desconocimiento mutuo, y con una enigmática sonrisa pensaba cuál era mi verdadero interés por conocer semejante lugar.
La realidad es que había pescado esta historia husmeando en viejos libros que relataban hechos militares en Europa del Este, y al tener conocimiento de mi ida a esta región organicé una breve pero sustanciosa visita para aprender con más profundidad lo que había sucedido.
La región de los Balcanes ha sido siempre una de las zonas más disputadas de la historia. Un lugar en donde Occidente y Oriente han litigado, guerreado y disputado zonas de influencia. Durante cientos de años el ruido de la caballería pesada, cabalgando frenéticamente, significaba una sola cosa: sálvese quien pueda.
Esta es la ciudad donde nació Costantino el Grande, fundador de Constantinopla, hoy la maravillosa Estambul, donde se encuentran algunas de las iglesias más antiguas del país, con fechas de fundación que van hasta el siglo IV y V. También ha tenido y tiene una posición estratégica, ya que se sitúa en un cruce importante de caminos y vías de tren que unen Europa y Asia Menor. Por aquí pasaban también las antiguas Via Militaris en tiempos romanos y llevaba directamente a la capital del imperio romano de Oriente.
Empezamos a caminar, no rumbo al lugar estipulado, sino a una portentosa panadería para arrancar el día con un desayuno típico: "Si no comenzamos con un buen burek (una especie de empanada o tarta de masa filo rellena con carne picada, queso y cebollas), no nos merecemos ser de aquí", dice mi compañero, y fuimos degustando esta delicia local mientras caminábamos hacia nuestro destino.
Nuestro punto de llegada, si bien se encontraba a unos centenares de metros, me recibe empapado y atiborrado de burek. ¡Pero contento!
Parados sobre el boulevard Doctor Zoran Ðindic, observamos una pequeña capilla que a lo largo de los siglos se ha transformado en un punto de peregrinaje para los habitantes de este país. Adentro se encuentra la famosa Cele Kula, la torre de las calaveras. Allí entramos. Produce un efecto lúgubre y romántico al mismo tiempo. Lúgubre, por los objetos que la conforman; romántico, por su historia.
En 1809 un comandante serbio, Stevan Sindelic y sus tropas se enfrentaron con un batallón del ejército otomano en la colina de Cegar. Solos, cercados, en clara inferioridad numérica y sin ninguna posibilidad de recibir ayuda amiga decidieron de cualquier manera hacerle frente al enemigo, al que le causaron numerosas bajas. Como no podían contener el ataque y temían las consecuencias de ser convertidos en prisioneros, el comandante disparó contra su propio arsenal para acabar no sólo con su vida, sino también con la de muchos enemigos que ya estaban sobre ellos.
El Pasha de la región, enterado de este hecho y sorprendido por el arrojo de estos soldados y su final, construyó una torre con sus 952 calaveras, para que sirviera de lección y escarmiento a los habitantes locales.
Me quedé reflexionando cómo al mejor estilo de Leónidas y sus espartanos, un pequeño grupo de personas le había dejado un legado histórico y espiritual a un pueblo entero.
Fuente: Iván de Pineda, para Revista La Nación, Buenos Aires, Argentina.
27 de mayo de 2015
Jorge L. Icardi (Reportero internacional...)
viernes, 29 de mayo de 2015
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