Quedan tan solo unas horas del 2016 y, ésta reflexión, creo sin dudas
que viene muy bien...
EL TIEMPO, NO SE DETIENE.
La vida es una tarea que nos trajimos para hacer en casa.
Cuando uno mira... ya son las seis de la tarde; cuando uno mira... ya
es viernes; cuando uno mira... ya se terminó el mes, cuando uno
mira... ya se terminó el año; cuando uno mira... ¡ya se pasaron 50 o
60 años!
Cuando uno mira... ya no sabemos más por donde andan nuestros amigos.
Cuando uno mira... perdimos al amor de nuestra vida y ahora, es tarde
ya para volver atrás.
Si me fuera dado un día más, una oportunidad, ya no miraría más el
reloj. Seguiría siempre de frente e iría jugando por el camino, viendo
pasar lo inútil de las horas.
Sostendría a todos mis amigos y compañeros que ya no sé por dónde
andan, ni cómo están, y les diría: Ustedes son extremadamente
importantes para mí”.-
Abrazaría fuertemente al amor mío, y le diría: Te Amo!”.-
Hoy, por aquello de que ya algunos se nos adelantaron, te digo: No
dejes de hacer algo que te gusta por falta de tiempo.
No dejes de tener alguien a tu lado, porque tus hijos pronto no serán
tuyos, y tendrás que hacer algo con ése tiempo que resta, en donde lo
único que vamos a extrañar será el espacio que sólo se puede disfrutar
con los amigos de siempre. Ese tiempo que, lamentablemente, no vuelve
jamás...
Es preciso eliminar "El DESPUÉS".... Por qué dejamos todo para
Después?? Después te llamo. Después lo hago. Después lo digo. Después
yo cambio. Dejamos todo para Después, como si el Después fuese lo
mejor. Por qué no entendemos queDespués el café se enfría, Después la
prioridad cambia, Después el encanto se pierde, Después temprano se
convierte en tarde,Después la añoranza pasa, Después las cosas
cambian, Después los hijos crecen, Después la gente envejece, Después
el día es noche, Después la vida se acaba.
No dejes nada para Después porque en la espera del Después tú puedes
perder los mejores momentos, las mejores experiencias, los mejores
amigos, los mayores amores... Acuérdate que el Después puede ser
tarde.
El día es hoy. YA NO ESTAMOS EN EDAD DE POSPONER NADA. Ojalá tengas
tiempo para leer este mensaje....
Feliz hoy, semana, mes, año...
¡¡¡FELIZ Y VENTUROSO 2017!!!
viernes, 30 de diciembre de 2016
jueves, 29 de diciembre de 2016
“Lucio V. Mansilla y la lección de Anatomía” - por Federico Andahazi
Hoy voy a contar las aventuras de uno de nuestros más grandes escritores: Lucio V. Mansilla, autor de “UNA EXCURSIÓN A LOS INDIOS RANQUELES”, su obra más emblemática cuya lectura recomiendo especialmente.
Lucio V. Mansilla nació en Buenos Aires en 1831 y se llamó igual que su padre, aunque luego firmaría con la inicial de su segundo nombre, Victorio, para diferenciarse de Lucio Norberto. Su madre, Agustina Ortiz de Rosas, era hermana del todopoderoso gobernador de Buenos Aires.
Criado en los círculos sociales y políticos más cercanos a Rosas, Lucio tuvo una escolaridad complicada, que mostraba un carácter indócil. Este temperamento lo llevó a peregrinar sin éxito por varios colegios, hasta que, a los diecisiete años, ya egresado de la distinguida academia Clarmont, decidió lanzarse a la aventura por el mundo: viajó a la India, vivió en Calcuta y luego en París; estuvo en Egipto y recorrió varios países de Europa haciendo una vida de dandi.
Ésta es la versión oficial de la partida de Mansilla. Sin embargo, existió un motivo diferente del mero afán de conocer el mundo: había sido sorprendido in fraganti con la hija del director del colegio, encimados ambos en un pupitre y no precisamente estudiando.
El joven intentó darse a la fuga, pero, enredado en sus propios pantalones, cayó ante los ojos furiosos del prestigioso pedagogo, cuya hija intentaba acomodarse la ropa.
La furtiva lección de anatomía derivó en un escándalo tal, que Mansilla padre decidió, si no ponerle un freno a la curiosidad de su hijo, al menos orientarla hacia otro lugar. Es decir, el inopinado viaje de Lucio V. fue un distinguidísimo destierro.
Lucio V. Mansilla regresó en las vísperas de la batalla de Caseros. Llamaba la atención la cantidad de sombreros que usaba; todos los días se aparecía con uno nuevo y más estrafalario.
Un día se develó el misterio. El dueño de la sombrerería de la calle Tacuarí llegó una mañana al negocio antes de lo previsto y al entrar en el taller, se encontró con un cuadro inesperado: el joven Lucio, que tanto contribuía a la prosperidad de su tienda, estaba revolcándose sobre un mar de sombreros con su empleada.
Pero esta vez, en lugar de intentar huir declaró que estaba enamorado de la muchacha y que no iba a renunciar. La niña tenía dieciséis años, se llamaba Josefa y vivía en una modestísima pensión en la calle San Martín.
Desde luego, el dueño de la sombrerería no mostró ningún desacuerdo, pero la familia de Lucio estaba dispuesta no ya a mandarlo otra vez de viaje, sino a desheredarlo: no iban a permitir que alguien de su abolengo se casara con una pobre empleada.
La pareja planeó una fuga a Montevideo. Lucio vendió algunas joyas que había robado a su hermana, y escribió una carta a su enamorada dándole las coordenadas para encontrarse en el puerto y embarcar rumbo a la Banda Oriental. Sin embargo, el mensajero los traicionó y la carta, en lugar de llegar a manos de Josefa, cayó en las de la familia Mansilla. En el momento en que estaban a punto de abordar, fueron detenidos por la policía. Otra vez el escándalo: Lucio fue a dar a la cárcel y ella quedó recluida en un convento.
Luego del castigo ejemplar tras las rejas, la familia, como era costumbre, decidió quitar al hijo rebelde de la mirada pública y lo mandó al campo. Tal vez la vida rural consiguiera ponerlo en la buena senda. Así, partió a El Rincón de López, una estancia a orillas del río Salado, propiedad de la familia.
Lejos de las tentaciones que ofrecía la ciudad, abocado por completo a las tareas del campo, Lucio parecía reencauzarse. Se levantaba con las primeras luces del alba, iniciaba las labores luego de un desayuno y se dedicaba al trabajo hasta la caída del sol. Sólo entonces, una vez terminada la faena, munido de papel y pluma, se entregaba a la escritura.
Pero… un día, el tío Prudencio entró en uno de los corralones buscando una herramienta y, con espanto, descubrió a su sobrino entreverado con una muchacha sobre un fardo de alfalfa. La mayor sorpresa fue cuando descubrió que la niña en cuestión era su propia hija, Catalina, es decir, la prima de su sobrino.
Las cosas habían ido mucho más lejos de lo tolerable: la hija del director de la escuela, vaya y pase; la muchacha que fabricaba sombreros, un capricho de juventud; pero su propia prima Catalina, cuyo apellido era el de su madre, Ortiz de Rosas, era demasiado. Por más que los jóvenes explicaron que estaban realmente enamorados, ese mismo día despacharon al joven libertino de regreso a Buenos Aires. Nuevamente le ordenaron hacer las valijas y otra vez lo mandaron a Europa.
Con veinte años, una fortuna a su disposición, una locuacidad seductora y la fogosidad de un... Mansilla, Lucio era visto en París como un extravagante galán porteño. Estuvo con varias mujeres de la nobleza: marquesas, duquesas y damas de la más rancia aristocracia europea. Sin embargo, el hastío no tardaría en llegar. Por otra parte, nunca había olvidado a Catalina; de modo que, decidido a enfrentar las consecuencias, volvió a Buenos Aires resuelto a casarse con su prima.
La familia determinó que tal vez el casamiento fuese el remedio a la incontinencia venérea de Lucio y autorizaron el matrimonio. Sin embargo, la consanguinidad era un obstáculo que solamente la Iglesia podía remover. Luego de una infinidad de gestiones, de trámites burocráticos y legales, presentaciones de escritos y alegatos, la Iglesia, por fin, les otorgó la dispensa para que pudieran casarse.
¿Pudo el matrimonio apaciguar los ímpetus del escritor?
El mismo Mansilla parece dar la respuesta en una frase de su autoría:
“Si podemos querer a varios amigos a la vez con sus buenas y malas cualidades, ¿por qué no hemos de poder amar a varias mujeres al mismo tiempo?”
Lucio V. Mansilla nació en Buenos Aires en 1831 y se llamó igual que su padre, aunque luego firmaría con la inicial de su segundo nombre, Victorio, para diferenciarse de Lucio Norberto. Su madre, Agustina Ortiz de Rosas, era hermana del todopoderoso gobernador de Buenos Aires.
Criado en los círculos sociales y políticos más cercanos a Rosas, Lucio tuvo una escolaridad complicada, que mostraba un carácter indócil. Este temperamento lo llevó a peregrinar sin éxito por varios colegios, hasta que, a los diecisiete años, ya egresado de la distinguida academia Clarmont, decidió lanzarse a la aventura por el mundo: viajó a la India, vivió en Calcuta y luego en París; estuvo en Egipto y recorrió varios países de Europa haciendo una vida de dandi.
Ésta es la versión oficial de la partida de Mansilla. Sin embargo, existió un motivo diferente del mero afán de conocer el mundo: había sido sorprendido in fraganti con la hija del director del colegio, encimados ambos en un pupitre y no precisamente estudiando.
El joven intentó darse a la fuga, pero, enredado en sus propios pantalones, cayó ante los ojos furiosos del prestigioso pedagogo, cuya hija intentaba acomodarse la ropa.
La furtiva lección de anatomía derivó en un escándalo tal, que Mansilla padre decidió, si no ponerle un freno a la curiosidad de su hijo, al menos orientarla hacia otro lugar. Es decir, el inopinado viaje de Lucio V. fue un distinguidísimo destierro.
Lucio V. Mansilla regresó en las vísperas de la batalla de Caseros. Llamaba la atención la cantidad de sombreros que usaba; todos los días se aparecía con uno nuevo y más estrafalario.
Un día se develó el misterio. El dueño de la sombrerería de la calle Tacuarí llegó una mañana al negocio antes de lo previsto y al entrar en el taller, se encontró con un cuadro inesperado: el joven Lucio, que tanto contribuía a la prosperidad de su tienda, estaba revolcándose sobre un mar de sombreros con su empleada.
Pero esta vez, en lugar de intentar huir declaró que estaba enamorado de la muchacha y que no iba a renunciar. La niña tenía dieciséis años, se llamaba Josefa y vivía en una modestísima pensión en la calle San Martín.
Desde luego, el dueño de la sombrerería no mostró ningún desacuerdo, pero la familia de Lucio estaba dispuesta no ya a mandarlo otra vez de viaje, sino a desheredarlo: no iban a permitir que alguien de su abolengo se casara con una pobre empleada.
La pareja planeó una fuga a Montevideo. Lucio vendió algunas joyas que había robado a su hermana, y escribió una carta a su enamorada dándole las coordenadas para encontrarse en el puerto y embarcar rumbo a la Banda Oriental. Sin embargo, el mensajero los traicionó y la carta, en lugar de llegar a manos de Josefa, cayó en las de la familia Mansilla. En el momento en que estaban a punto de abordar, fueron detenidos por la policía. Otra vez el escándalo: Lucio fue a dar a la cárcel y ella quedó recluida en un convento.
Luego del castigo ejemplar tras las rejas, la familia, como era costumbre, decidió quitar al hijo rebelde de la mirada pública y lo mandó al campo. Tal vez la vida rural consiguiera ponerlo en la buena senda. Así, partió a El Rincón de López, una estancia a orillas del río Salado, propiedad de la familia.
Lejos de las tentaciones que ofrecía la ciudad, abocado por completo a las tareas del campo, Lucio parecía reencauzarse. Se levantaba con las primeras luces del alba, iniciaba las labores luego de un desayuno y se dedicaba al trabajo hasta la caída del sol. Sólo entonces, una vez terminada la faena, munido de papel y pluma, se entregaba a la escritura.
Pero… un día, el tío Prudencio entró en uno de los corralones buscando una herramienta y, con espanto, descubrió a su sobrino entreverado con una muchacha sobre un fardo de alfalfa. La mayor sorpresa fue cuando descubrió que la niña en cuestión era su propia hija, Catalina, es decir, la prima de su sobrino.
Las cosas habían ido mucho más lejos de lo tolerable: la hija del director de la escuela, vaya y pase; la muchacha que fabricaba sombreros, un capricho de juventud; pero su propia prima Catalina, cuyo apellido era el de su madre, Ortiz de Rosas, era demasiado. Por más que los jóvenes explicaron que estaban realmente enamorados, ese mismo día despacharon al joven libertino de regreso a Buenos Aires. Nuevamente le ordenaron hacer las valijas y otra vez lo mandaron a Europa.
Con veinte años, una fortuna a su disposición, una locuacidad seductora y la fogosidad de un... Mansilla, Lucio era visto en París como un extravagante galán porteño. Estuvo con varias mujeres de la nobleza: marquesas, duquesas y damas de la más rancia aristocracia europea. Sin embargo, el hastío no tardaría en llegar. Por otra parte, nunca había olvidado a Catalina; de modo que, decidido a enfrentar las consecuencias, volvió a Buenos Aires resuelto a casarse con su prima.
La familia determinó que tal vez el casamiento fuese el remedio a la incontinencia venérea de Lucio y autorizaron el matrimonio. Sin embargo, la consanguinidad era un obstáculo que solamente la Iglesia podía remover. Luego de una infinidad de gestiones, de trámites burocráticos y legales, presentaciones de escritos y alegatos, la Iglesia, por fin, les otorgó la dispensa para que pudieran casarse.
¿Pudo el matrimonio apaciguar los ímpetus del escritor?
El mismo Mansilla parece dar la respuesta en una frase de su autoría:
“Si podemos querer a varios amigos a la vez con sus buenas y malas cualidades, ¿por qué no hemos de poder amar a varias mujeres al mismo tiempo?”
Vivencia (dúo acústico del Rock Nacional)
Eduardo Fazio: guitarra y voz
Héctor Ayala (1943-2016) guitarra y voz
Este dúo acústico, debutó en 1972 con "Vida y vida de Sebastián", una obra conceptual que fue interpretada por una orquesta dirigida por Jorge Calandrelli.
"Mi cuarto" (1973) es su disco más exitoso y se ha convertido en un clásico de la década.
A partir de ese inesperado suceso, el dúo cobró notoriedad a nivel nacional y dio paso a otros discos, como Vivencia (de 1975), que contiene la famosa canción "Pupitre marrón", un clásico por décadas cantado incansablemente por los grupos de egresados de las escuelas. Ese LP también lleva "Mamá probeta", tema que criticaba los por entonces incipientes ensayos de la fecundación in vitro, que permitía a los padres que no podían tener hijos realizar la implantación del espermatozoide en el óvulo, fuera del útero materno.
En 1979 Vivencia dio a luz, siempre para el sello CBS (Hoy Sony) el larga duración Azules de otoño, donde se destacan canciones como:
"Con un niño en nuestros cuerpos",
"Gira la vida" y,
"Sonrisas que alimentar", entre otras.
En 1980, el dúo Vivencia editó una obra conceptual de fuerte contenido espiritual, que les valió una mención especial del episcopado argentino, "Los siete pecados capitales", donde tocaron numerosos músicos de sesión de la Orquesta Sinfónica Nacional.
En el año 1981 editaron una nueva obra conceptual: "El libro de las pequeñas historias", de la que participaron músicos como Oscar Cardozo Ocampo, Machi Rufino y Diego Rapoport, entre otros. En dicho disco Ayala y Fazio incluyeron "Curiosa Noche", canción que fue la cortina musical del legendario programa de radio de Juan Alberto Badía, Flecha Juventud.
Tras ello, con el retorno de la democracia entraron a los estudios nuevamente para hacer un nuevo álbum, Pare y escuche (1983).
En 1984 se separaron.
En 1986, Héctor Ayala se radicó en la ciudad de Los Ángeles (Estados Unidos), donde se dedicó a escribir música popular para el sello Warner Chappell.
En 2003 Ayala regresó a Argentina, tentado por una oferta para reunir al dúo Vivencia. Esos encuentros quedaron registrados en un disco en vivo que se editó en el año 2005.
Discografía
1. Vida y vida de Sebastián (1972)
2. Mi cuarto (1973)
3. Vivencia (1975).
4. Sensitivo (1977)
5. Azules de otoño (1979)
6. Los siete pecados capitales (1980)
7. El libro de las pequeñas historias (1981)
8. Pare y escuche (1983)
9. En vivo (2005)
Curiosa noche - Vivencia (1978)
https://youtu.be/ZuoezbnVRc0
Casitas de almidón - Vivencia (1977)
https://youtu.be/K8OrPj74Se0
La información - Vivencia (1981)
https://youtu.be/VU8LnNqXlxg
Héctor Ayala (1943-2016) guitarra y voz
Este dúo acústico, debutó en 1972 con "Vida y vida de Sebastián", una obra conceptual que fue interpretada por una orquesta dirigida por Jorge Calandrelli.
"Mi cuarto" (1973) es su disco más exitoso y se ha convertido en un clásico de la década.
A partir de ese inesperado suceso, el dúo cobró notoriedad a nivel nacional y dio paso a otros discos, como Vivencia (de 1975), que contiene la famosa canción "Pupitre marrón", un clásico por décadas cantado incansablemente por los grupos de egresados de las escuelas. Ese LP también lleva "Mamá probeta", tema que criticaba los por entonces incipientes ensayos de la fecundación in vitro, que permitía a los padres que no podían tener hijos realizar la implantación del espermatozoide en el óvulo, fuera del útero materno.
En 1979 Vivencia dio a luz, siempre para el sello CBS (Hoy Sony) el larga duración Azules de otoño, donde se destacan canciones como:
"Con un niño en nuestros cuerpos",
"Gira la vida" y,
"Sonrisas que alimentar", entre otras.
En 1980, el dúo Vivencia editó una obra conceptual de fuerte contenido espiritual, que les valió una mención especial del episcopado argentino, "Los siete pecados capitales", donde tocaron numerosos músicos de sesión de la Orquesta Sinfónica Nacional.
En el año 1981 editaron una nueva obra conceptual: "El libro de las pequeñas historias", de la que participaron músicos como Oscar Cardozo Ocampo, Machi Rufino y Diego Rapoport, entre otros. En dicho disco Ayala y Fazio incluyeron "Curiosa Noche", canción que fue la cortina musical del legendario programa de radio de Juan Alberto Badía, Flecha Juventud.
Tras ello, con el retorno de la democracia entraron a los estudios nuevamente para hacer un nuevo álbum, Pare y escuche (1983).
En 1984 se separaron.
En 1986, Héctor Ayala se radicó en la ciudad de Los Ángeles (Estados Unidos), donde se dedicó a escribir música popular para el sello Warner Chappell.
En 2003 Ayala regresó a Argentina, tentado por una oferta para reunir al dúo Vivencia. Esos encuentros quedaron registrados en un disco en vivo que se editó en el año 2005.
Discografía
1. Vida y vida de Sebastián (1972)
2. Mi cuarto (1973)
3. Vivencia (1975).
4. Sensitivo (1977)
5. Azules de otoño (1979)
6. Los siete pecados capitales (1980)
7. El libro de las pequeñas historias (1981)
8. Pare y escuche (1983)
9. En vivo (2005)
Curiosa noche - Vivencia (1978)
https://youtu.be/ZuoezbnVRc0
Casitas de almidón - Vivencia (1977)
https://youtu.be/K8OrPj74Se0
La información - Vivencia (1981)
https://youtu.be/VU8LnNqXlxg
sábado, 17 de diciembre de 2016
Sueño
Imagen alta y tierna del consuelo,
aurora de mis mares de tristeza,
lis de paz con olores de pureza,
¡premio divino de mi largo duelo!
Igual que el tallo de la flor del cielo,
tu alteza se perdía en tu belleza...
Cuando hacia mí volviste la cabeza,
creí que me elevaban desde el suelo.
Ahora en el alba casta de tus brazos,
acogido a tu pecho transparente,
¡cuán claras a mí tornan mis prisiones!
¡Cómo mi corazón hecho pedazos
agradece el dolor, al beso ardiente
con que tú, sonriendo, lo compones!
Juan Ramón Jiménez
aurora de mis mares de tristeza,
lis de paz con olores de pureza,
¡premio divino de mi largo duelo!
Igual que el tallo de la flor del cielo,
tu alteza se perdía en tu belleza...
Cuando hacia mí volviste la cabeza,
creí que me elevaban desde el suelo.
Ahora en el alba casta de tus brazos,
acogido a tu pecho transparente,
¡cuán claras a mí tornan mis prisiones!
¡Cómo mi corazón hecho pedazos
agradece el dolor, al beso ardiente
con que tú, sonriendo, lo compones!
Juan Ramón Jiménez
La torta Sacher: La historia detrás del más famoso postre vienés
Dos lugares se han disputado y atribuido la receta original de la torta Sacher.
Caminando por las calles de Viena, Austria, me enteré de una de las peleas gastronómicas más simpáticas.
El día comenzó tarde, ya que la noche anterior había sido bastante movida. Sin querer perderme la oportunidad de recorrer a pie una de las ciudades más lindas de Europa, traté de despertarme temprano en varias oportunidades, sin éxito. Ya entrada la mañana y haciendo lo que para mí en ese momento era un pequeño esfuerzo, me pude despegar de la cama. Sin lugar a dudas, Viena es una de las ciudades que vale la pena recorrerlas a pie. Sobre todo si estamos paseando por la magnífica calle Karntner. Esta peatonal comienza en la calle Ring, circunvalación que rodea el centro vienés mostrando algunos de los edificios más lindos de la ciudad, como el Teatro Imperial, el Ayuntamiento o el Parlamento, y nos lleva hacia la Stephanplatz, donde nos encontramos con la catedral de San Esteban de Viena.
Pero volvamos a nuestra pequeña disputa culinaria. Entrada la tarde me encontraba hambriento, la temperatura había bajado y empezaba a soplar un viento frío que anunciaba la llegada de la temporada invernal. Lógicamente, pensaba, si estamos en la capital austríaca, si hace frío y si tengo hambre ,por qué no sentarme en alguno de los elegantes cafés que se encuentran en toda la ciudad. Pero un momento: si estoy aquí sí o sí tengo que probar la torta Sacher, genial delicatessen que consiste en dos bizcochuelos de chocolate unidos con mermelada de damasco, cubierto todo por una generosa capa de chocolate negro y acompañado de crema chantilly. El problema: el lugar a elegir. Durante buena parte del siglo XX, dos firmas se han disputado y atribuido la receta original de tan supremo pastel. En 1832, un príncipe austríaco le pidió a su cocinero que sorprendiera a sus invitados con algo dulce. Éste, encontrándose enfermo, le pasó la tarea al aprendiz de 16 años, Franz Sacher. La torta fue del agrado del príncipe y el joven aprendiz continuó su entrenamiento, que lo llevaría a distintas ciudades de Europa para, una vez finalizado su Trainee, volver a Austria y abrir su pequeño local. Su hijo, Eduard, siguió el legado, se entrenó y trabajó como maestro chocolatero en la anciana panadería y pastelería Demel, que servía a los emperadores austríacos, donde perfeccionó la receta de su padre y fue por primera vez vendida al público. En 1876, decidió abrirse paso y crear el famoso Hotel Sacher de Viena. Aquí comenzaron los problemas porque, en la siguiente generación, el hotel se declaró en bancarrota, fue vendido y Eduard, llamado igual que su padre, volvió a trabajar a Demel y se llevó la receta perfeccionada por su progenitor. La torta ya era famosa en toda Europa y los nuevos dueños del hotel decidieron ponerla a la venta también bajo el lema de La original torta Sacher. Entonces comenzaron décadas de disputa entre la pastelería y el hotel por los derechos exclusivos de la torta. Finalmente, en 1963, las dos partes llegaron a un acuerdo fuera de la Corte y se repartieron la exclusividad: para el hotel, el mote de torta original; para la pastelería, el sello original del creador de la torta.
De esta manera, yo pensaba: ¿cuál pruebo? ¿Demel? Ubicado a 50 metros del Hofburg, tiene un romántico salón de té donde pasaba algunas tardes Sissi -Isabel de Baviera, emperatriz de Austria-, sus camareros portan blancos delantales y toda la pastelería está a la vista de los clientes.
¿Hotel Sacher? Con espaciosos salones, su cafetería y terraza donde se pueden observar a los transeúntes ha tenido huéspedes como John Lennon, Grace Kelly o Rudolf Nuréyev. Decidí resolverlo de la manera más salomónica posible. ¡Probé ambas!
Si están en Viena, les recomiendo que hagan lo mismo.
Nota de Iván de Pineda. LA NACION.
(Jorge Luis Icardi, reportero internacional...)
Caminando por las calles de Viena, Austria, me enteré de una de las peleas gastronómicas más simpáticas.
El día comenzó tarde, ya que la noche anterior había sido bastante movida. Sin querer perderme la oportunidad de recorrer a pie una de las ciudades más lindas de Europa, traté de despertarme temprano en varias oportunidades, sin éxito. Ya entrada la mañana y haciendo lo que para mí en ese momento era un pequeño esfuerzo, me pude despegar de la cama. Sin lugar a dudas, Viena es una de las ciudades que vale la pena recorrerlas a pie. Sobre todo si estamos paseando por la magnífica calle Karntner. Esta peatonal comienza en la calle Ring, circunvalación que rodea el centro vienés mostrando algunos de los edificios más lindos de la ciudad, como el Teatro Imperial, el Ayuntamiento o el Parlamento, y nos lleva hacia la Stephanplatz, donde nos encontramos con la catedral de San Esteban de Viena.
Pero volvamos a nuestra pequeña disputa culinaria. Entrada la tarde me encontraba hambriento, la temperatura había bajado y empezaba a soplar un viento frío que anunciaba la llegada de la temporada invernal. Lógicamente, pensaba, si estamos en la capital austríaca, si hace frío y si tengo hambre ,por qué no sentarme en alguno de los elegantes cafés que se encuentran en toda la ciudad. Pero un momento: si estoy aquí sí o sí tengo que probar la torta Sacher, genial delicatessen que consiste en dos bizcochuelos de chocolate unidos con mermelada de damasco, cubierto todo por una generosa capa de chocolate negro y acompañado de crema chantilly. El problema: el lugar a elegir. Durante buena parte del siglo XX, dos firmas se han disputado y atribuido la receta original de tan supremo pastel. En 1832, un príncipe austríaco le pidió a su cocinero que sorprendiera a sus invitados con algo dulce. Éste, encontrándose enfermo, le pasó la tarea al aprendiz de 16 años, Franz Sacher. La torta fue del agrado del príncipe y el joven aprendiz continuó su entrenamiento, que lo llevaría a distintas ciudades de Europa para, una vez finalizado su Trainee, volver a Austria y abrir su pequeño local. Su hijo, Eduard, siguió el legado, se entrenó y trabajó como maestro chocolatero en la anciana panadería y pastelería Demel, que servía a los emperadores austríacos, donde perfeccionó la receta de su padre y fue por primera vez vendida al público. En 1876, decidió abrirse paso y crear el famoso Hotel Sacher de Viena. Aquí comenzaron los problemas porque, en la siguiente generación, el hotel se declaró en bancarrota, fue vendido y Eduard, llamado igual que su padre, volvió a trabajar a Demel y se llevó la receta perfeccionada por su progenitor. La torta ya era famosa en toda Europa y los nuevos dueños del hotel decidieron ponerla a la venta también bajo el lema de La original torta Sacher. Entonces comenzaron décadas de disputa entre la pastelería y el hotel por los derechos exclusivos de la torta. Finalmente, en 1963, las dos partes llegaron a un acuerdo fuera de la Corte y se repartieron la exclusividad: para el hotel, el mote de torta original; para la pastelería, el sello original del creador de la torta.
De esta manera, yo pensaba: ¿cuál pruebo? ¿Demel? Ubicado a 50 metros del Hofburg, tiene un romántico salón de té donde pasaba algunas tardes Sissi -Isabel de Baviera, emperatriz de Austria-, sus camareros portan blancos delantales y toda la pastelería está a la vista de los clientes.
¿Hotel Sacher? Con espaciosos salones, su cafetería y terraza donde se pueden observar a los transeúntes ha tenido huéspedes como John Lennon, Grace Kelly o Rudolf Nuréyev. Decidí resolverlo de la manera más salomónica posible. ¡Probé ambas!
Si están en Viena, les recomiendo que hagan lo mismo.
Nota de Iván de Pineda. LA NACION.
(Jorge Luis Icardi, reportero internacional...)
El éxito es, definitivamente, ¡¡¡cíclico!!!
Miren sino:
A los 4 años, tener éxito es no hacerte pipí en los pantalones.
A los 12 años, tener éxito es tener amigos.
A los 20 años, tener éxito es tener relaciones sexuales.
A los 35 años, tener éxito es tener dinero.
A los 65 años, tener éxito es tener relaciones sexuales.
A los 75 años, tener éxito es tener amigos (vivos).
A los 85 años, tener éxito es no hacerte pipí en los pantalones...
A los 4 años, tener éxito es no hacerte pipí en los pantalones.
A los 12 años, tener éxito es tener amigos.
A los 20 años, tener éxito es tener relaciones sexuales.
A los 35 años, tener éxito es tener dinero.
A los 65 años, tener éxito es tener relaciones sexuales.
A los 75 años, tener éxito es tener amigos (vivos).
A los 85 años, tener éxito es no hacerte pipí en los pantalones...
jueves, 1 de diciembre de 2016
1° de diciembre - Día Mundial de la lucha contra el SIDA
HIV en Argentina: 15 personas por día adquieren el virus
De la mano de Fundación Huésped, 70 centros de diagnóstico del país realizarán análisis de HIV gratis y sin orden médica.
En Argentina 1 de cada 362 personas tiene VIH. Y el 30% de ellas no lo sabe. Con estos y más datos Fundación Huésped lanzó "LA CAMPAÑA DE TESTEO MASIVO".
Cada día en nuestro país, 15 personas adquieren el VIH y 4 mueren a causa del SIDA. "Es tu turno de frenar el VIH".
Hasta el 2 de diciembre, en 70 centros de diagnóstico de todo el país, quienes se acerquen a realizarse estudios recibirán en el ticket del turno cifras reveladoras sobre el panorama actual de la epidemia en nuestro país. Laboratorios participantes ofrecerán la posibilidad de hacerse el análisis de VIH de manera gratuita y sin orden médica, incentivando a las personas a aprovechar la oportunidad de estar en ese momento en un centro de diagnóstico.
Según datos de la institución, dedicada a crear conciencia solidaria sobre el SIDA, controlar el VIH es posible "si el 90% de las personas con el virus conocen su diagnóstico, si el 90% de ellas accede al tratamiento y si el 90% de ellas alcanza niveles indetectables del virus en la sangre". La estrategia 90/90/90 promovida por ONU - SIDA indica que para 2030, la epidemia estaría controlada.
La acción es acompañada por la Dirección de SIDA, ETS y Hepatitis Virales del Ministerio de Salud de la Nación y participan Buenos Aires, Córdoba, Corrientes, Entre Ríos, Jujuy, Mendoza,
Río Negro, Salta, San Juan, San Luis, Santa Fe y Santa Cruz.
De la mano de Fundación Huésped, 70 centros de diagnóstico del país realizarán análisis de HIV gratis y sin orden médica.
En Argentina 1 de cada 362 personas tiene VIH. Y el 30% de ellas no lo sabe. Con estos y más datos Fundación Huésped lanzó "LA CAMPAÑA DE TESTEO MASIVO".
Cada día en nuestro país, 15 personas adquieren el VIH y 4 mueren a causa del SIDA. "Es tu turno de frenar el VIH".
Hasta el 2 de diciembre, en 70 centros de diagnóstico de todo el país, quienes se acerquen a realizarse estudios recibirán en el ticket del turno cifras reveladoras sobre el panorama actual de la epidemia en nuestro país. Laboratorios participantes ofrecerán la posibilidad de hacerse el análisis de VIH de manera gratuita y sin orden médica, incentivando a las personas a aprovechar la oportunidad de estar en ese momento en un centro de diagnóstico.
Según datos de la institución, dedicada a crear conciencia solidaria sobre el SIDA, controlar el VIH es posible "si el 90% de las personas con el virus conocen su diagnóstico, si el 90% de ellas accede al tratamiento y si el 90% de ellas alcanza niveles indetectables del virus en la sangre". La estrategia 90/90/90 promovida por ONU - SIDA indica que para 2030, la epidemia estaría controlada.
La acción es acompañada por la Dirección de SIDA, ETS y Hepatitis Virales del Ministerio de Salud de la Nación y participan Buenos Aires, Córdoba, Corrientes, Entre Ríos, Jujuy, Mendoza,
Río Negro, Salta, San Juan, San Luis, Santa Fe y Santa Cruz.
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