Dos lugares se han disputado y atribuido la receta original de la torta Sacher.
Caminando por las calles de Viena, Austria, me enteré de una de las peleas gastronómicas más simpáticas.
El día comenzó tarde, ya que la noche anterior había sido bastante movida. Sin querer perderme la oportunidad de recorrer a pie una de las ciudades más lindas de Europa, traté de despertarme temprano en varias oportunidades, sin éxito. Ya entrada la mañana y haciendo lo que para mí en ese momento era un pequeño esfuerzo, me pude despegar de la cama. Sin lugar a dudas, Viena es una de las ciudades que vale la pena recorrerlas a pie. Sobre todo si estamos paseando por la magnífica calle Karntner. Esta peatonal comienza en la calle Ring, circunvalación que rodea el centro vienés mostrando algunos de los edificios más lindos de la ciudad, como el Teatro Imperial, el Ayuntamiento o el Parlamento, y nos lleva hacia la Stephanplatz, donde nos encontramos con la catedral de San Esteban de Viena.
Pero volvamos a nuestra pequeña disputa culinaria. Entrada la tarde me encontraba hambriento, la temperatura había bajado y empezaba a soplar un viento frío que anunciaba la llegada de la temporada invernal. Lógicamente, pensaba, si estamos en la capital austríaca, si hace frío y si tengo hambre ,por qué no sentarme en alguno de los elegantes cafés que se encuentran en toda la ciudad. Pero un momento: si estoy aquí sí o sí tengo que probar la torta Sacher, genial delicatessen que consiste en dos bizcochuelos de chocolate unidos con mermelada de damasco, cubierto todo por una generosa capa de chocolate negro y acompañado de crema chantilly. El problema: el lugar a elegir. Durante buena parte del siglo XX, dos firmas se han disputado y atribuido la receta original de tan supremo pastel. En 1832, un príncipe austríaco le pidió a su cocinero que sorprendiera a sus invitados con algo dulce. Éste, encontrándose enfermo, le pasó la tarea al aprendiz de 16 años, Franz Sacher. La torta fue del agrado del príncipe y el joven aprendiz continuó su entrenamiento, que lo llevaría a distintas ciudades de Europa para, una vez finalizado su Trainee, volver a Austria y abrir su pequeño local. Su hijo, Eduard, siguió el legado, se entrenó y trabajó como maestro chocolatero en la anciana panadería y pastelería Demel, que servía a los emperadores austríacos, donde perfeccionó la receta de su padre y fue por primera vez vendida al público. En 1876, decidió abrirse paso y crear el famoso Hotel Sacher de Viena. Aquí comenzaron los problemas porque, en la siguiente generación, el hotel se declaró en bancarrota, fue vendido y Eduard, llamado igual que su padre, volvió a trabajar a Demel y se llevó la receta perfeccionada por su progenitor. La torta ya era famosa en toda Europa y los nuevos dueños del hotel decidieron ponerla a la venta también bajo el lema de La original torta Sacher. Entonces comenzaron décadas de disputa entre la pastelería y el hotel por los derechos exclusivos de la torta. Finalmente, en 1963, las dos partes llegaron a un acuerdo fuera de la Corte y se repartieron la exclusividad: para el hotel, el mote de torta original; para la pastelería, el sello original del creador de la torta.
De esta manera, yo pensaba: ¿cuál pruebo? ¿Demel? Ubicado a 50 metros del Hofburg, tiene un romántico salón de té donde pasaba algunas tardes Sissi -Isabel de Baviera, emperatriz de Austria-, sus camareros portan blancos delantales y toda la pastelería está a la vista de los clientes.
¿Hotel Sacher? Con espaciosos salones, su cafetería y terraza donde se pueden observar a los transeúntes ha tenido huéspedes como John Lennon, Grace Kelly o Rudolf Nuréyev. Decidí resolverlo de la manera más salomónica posible. ¡Probé ambas!
Si están en Viena, les recomiendo que hagan lo mismo.
Nota de Iván de Pineda. LA NACION.
(Jorge Luis Icardi, reportero internacional...)
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