Me celebro y me canto.
Me entrego al ocio y agasajo a mi alma,
me tiendo a mis anchas a observar
un tallo de hierba veraniega.
Clara y pura es mi alma,
y claro y puro es todo aquello que no es mi alma.
Estoy satisfecho: veo, bailo, me río, canto.
Poseo lo bueno de la tierra y del cielo,
el aire que respiro ha sido destinado a mí
desde la eternidad.
El vaho de mi aliento
mi espiración e inspiración,
los latidos de mi corazón,
el fluir de la sangre y del aire
a través de mis pulmones,
el olor de las hojas verdes y de las hojas secas
de la ribera y de las rocas marinas
de oscuro color,
del heno del granero, el sonido de las palabras,
algunos besos leves, abrazos,
el juego de la luz y de la sombra entre los árboles
cuando se mueven las ramas dóciles,
el gozo de hallarme solo
o en el tumulto de las calles,
o en los campos y en los ribazos de las colinas,
la sensación de la salud perfecta,
el trinar de la luna llena,
mi canto al salir del lecho y saludar al sol.
Nunca ha habido más energía original que ahora,
y jamás habrá más perfección que ahora...
Bienvenidos sean todos mis órganos
y todos mis atributos,
ni una pulgada, ni una partícula de una partícula
de una pulgada es vil,
y ninguna debe ser menos conocida que las otras.
Sé que soy sano y vigoroso
que todos los objetos del universo convergen
y manan hacia mí perennemente,
que todos me traen un mensaje
que debo descifrar.
Sé que soy inmortal,
me río de lo que llamáis muerte.
Existo como soy y eso basta.
Estoy enamorado de mí mismo,
hay tantas cosas en mí tan deliciosas.
Todos los instantes, todos los sucesos
me penetran de alegría.
Creo que una hoja de hierba no es menos
que el trabajo realizado por las estrellas,
que la hormiga es igualmente perfecta,
y que la articulación más insignificante,
y ninguno es más ni menos que yo,
y lo bueno y lo malo que de mí digo,
lo digo de ellos.
Sé que todos los hombres son mis hermanos,
que el amor es el sostén de la creación...
Quien degrada a otro me degrada a mí,
y todo lo que se dice o se hace vuelve al fin a mí.
Encarno a todos los marginados
y a todos los que sufren,
brotan de mí muchas voces largo tiempo mudas:
voces de interminables generaciones
de prisioneros y esclavos
voces de los enfermos y los desesperados,
voces de los seres despreciados.
Me veo en la cárcel con las facciones
de otro hombre,
y experimento su dolor sordo y constante;
no pregunto al enfermo como se siente;
me convierto en él.
Soy el esclavo perseguido, el niño silencioso
de rostro envejecido, el enfermo
que exhala su último suspiro.
Hombre y mujer, quisiera decirte
cuanto te amo pero no puedo,
y quisiera decirte lo que hay en mí
y lo que hay en ti,
pero no puedo, y quisiera decirte
cómo late mi corazón día y noche,
y cuanto sufro, pero no puedo.
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