Halloween: Noche de brujas
Según nuestro calendario del Hemisferio Sur, estamos celebrando el verano, un regreso a la naturaleza, a la luz, a la fertilidad y al renacimiento. Pero, ¿cómo? ¿No es noche de brujas? Como toda celebración transplantada, tiene su significado dado vuelta: mientras ellos se encaminan al invierno, a la oscuridad, a los días más cortos, nosotros, lo contrario. Y entonces, ¿festejamos el regreso a la vida (verano) o el encuentro con la muerte (invierno)?
Significado de Halloween
Es el festival de los ancestros y es también “el Año Nuevo de las Brujas”, el momento en el que la puerta hacia el otro mundo está abierta y los espíritus de los muertos la traspasan para volver a caminar por la tierra. A diferencia de otras, las festividades paganas están en plena consonancia con la naturaleza. Y es que esta celebración del calendario celta se encuentra en un tiempo intermedio entre el Equinoccio de Otoño y el Solsticio de Invierno, el tiempo en que la naturaleza comienza a decaer.
¿Cómo se celebra en el Hemisferio Norte?
Con el encendido de hogueras, como ecos de la pira del sacrificio del rey anual. Estamos ante los portales del invierno, que es el tiempo de hibernación en el cual la vida quedará suspendida por el toque de la Cailleach. Ella es la vieja bruja del invierno, que era conocida en Escocia como Carline, Mag-Moulleach o Bevan y que vivía en la cima de la montaña de Ben Nevis. Fue Kaledonia la tierra dada por Kale, Kali o Cale, llamada también Ker-Cailleach. Su totém era el jabalí. El famoso jabalí de Caledonia no es otra que nuestra vieja bruja, guardiana del portal hacia la oscuridad.
El lugar sagrado para conectarse con las energías de esta época del año es la caverna. Lo ideal sería visitar tumbas prehistóricas, pero igual puede servirnos hacer una recorrida por algunos cementerios, ya que “the tomb is the womb”, como dice Kathy Jones: "La tumba es el vientre del cual volveremos a nacer". El vientre es también el caldero de la madre muerte. Es en esta época del año, en la cual Keridwenn o Cerridwen, la Gran Madre Cerda Blanca está embarazada de las almas de los muertos, que serán paridos en Inbolc (otra de las festividades paganas celebradas por las brujas).
La vieja bruja está presente en muchas leyendas del folklore europeo: Merlín es llevado hacia la muerte por Nimue, la hag; la “Bella Durmiente” se pinchó el dedo en la Rueda del Destino y Blancanieves mordió la manzana de la transformación. Simboliza el viaje de la niñez hacia la madurez sexual.
La bruja, el caldero, los ancestros
Como corresponde a una buena vieja bruja, su animal es el gato negro y sus talismanes el cuchillo en forma de hoz y el caldero. El caldero es también el Cáliz (Cáliz = Kali) y es un símbolo del hexagrama 60 del I Ching, “Ting”, el caldero: La caldera es un recipiente de metal en el que se calienta, se cocina o se cuece –dice Judica Cordiglia en su libro del I Ching-, en una palabra, en la que se hace “hervir”, por lo cual se habla de ella en todos los textos antiguos de magia.
“La caldera de los sacrificios se convierte en emblema de la prosperidad, del buen augurio”. “Ting representa las infinitas posibilidades que la mutación ofrece a la vida activa, a la mente abierta a pensamientos vastos, a las decisiones y las situaciones cotidianas”, una de las cuales es el “rito”. El “ting” nos habla de Abundancia y generosidad ilimitada porque contenía alimento para muchos invitados y a la vez se refiere a una sabiduría sagrada del tiempo y de los hombres, dado que era un objeto ritual. El trípode daba firmeza, felicidad y grandeza.
El ritual que corresponde a esta noche oscura, el período en el que la luz del sol comienza a menguar y los días se hacen más cortos, es precisamente el de los ancestros. Es un buen tiempo para recordarlos, rendirles homenaje y decirles todo aquello que no hayamos podido, mientras estuvieron en la tierra. Es una buena tarea, también, celebrar ritos para enviar luz a las almas desencarnadas que están a mitad de camino y no pueden trascender hacia los planos superiores.
Y es también un buen tiempo para aprender a morir, dejando ir todo lo que ya no nos sirve, todo lo falso y lo ilusorio que no nos permite avanzar e interfiere en nuestra vida.
El Tiempo de los Muertos, en México
En México, la festividad del Día de Muertos coincide con la del calendario celta por una razón simple: ambas culturas, aunque lejanas en distancia, proceden del Hemisferio Norte y comparten en común la sabiduría del ciclo de las estaciones, honrados desde épocas matriarcales.
Los orígenes de la celebración del Día de Muertos en México son anteriores a la llegada de los españoles. Hay registro de celebraciones en las etnias mexica, maya, purépecha y totonaca. Los rituales que celebran la vida de los ancestros se realizan en estas civilizaciones por lo menos desde hace tres mil años. En la era prehispánica era común la práctica de conservar los cráneos como trofeos y mostrarlos durante los rituales que simbolizaban la muerte y el renacimiento.
El festival que se convirtió en el Día de Muertos se conmemoraba el noveno mes del calendario solar mexica, cerca del inicio de agosto, y se celebraba durante un mes completo. Las festividades eran presididas por la diosa Mictecacíhuatl, conocida como la "Dama de la Muerte" (actualmente relacionada con la “Catrina”, personaje de José Guadalupe Posada) y esposa de Mictlantecuhtli, Señor de la tierra de los muertos. Las festividades eran dedicadas a la celebración de los niños y las vidas de parientes fallecidos.
La Tierra de los Muertos era conocida como el Mictlán y el camino para llegar allí era muy tortuoso y difícil, pues para llegar a él las almas debían transitar por distintos lugares durante cuatro años. Luego de este tiempo, las almas llegaban al Chicunamictlán, lugar donde descansaban o desaparecían las almas de los muertos. Para recorrer este camino, el difunto era enterrado con un perro llamado Xoloitzcuintle, el cual le ayudaría a cruzar un río y llegar ante Mictlantecuhtli, a quien debía entregar, como ofrenda, atados de teas y cañas de perfume, algodón (ixcátl), hilos colorados y mantas. Quienes iban al Mictlán recibían, como ofrenda, cuatro flechas y cuatro teas atadas con hilo de algodón, una para cada dirección.
Por Sandra Román, Sacerdotisa de Avalon
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario