Las claves para un diagnóstico preciso de este desorden psicológico.
por Elisabet Rodríguez Camón
El Trastorno del Espectro Autista (TEA) ha sido tradicionalmente uno de los focos principales de controversia por la dificultad que supone saber encuadrarla en la clasificación de las psicopatologías de forma clara y permanente.
Además, con la publicación del Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-V) en el año 2013, se ha visto modificada la taxonomía de esta psicopatología respecto de la versión anterior DSM-IV TR. En concreto, se ha pasado de incluirla junto con otras etiquetas diagnósticas dentro de los Trastornos Generalizados de Desarrollo a establecerse todas ellas bajo la denominación de TEA indistintamente. Aún así, sí se han propuesto distintos niveles de afectación (I-IV) a especificarse en el diagnóstico realizado.
Trastornos del Espectro Autista: ¿cómo diagnosticarlos?
La detección temprana del autismo es compleja, ya que en la mayoría de los casos son los padres quienes dan las primeras señales de alerta. Autores como Wing (1980), Volkmar (1985), Gillberg (1990) y Frith (1993), afirman que los síntomas del autismo aparecen antes de los tres años pero añaden que es difícil detectarlos durante el primer año de vida.
Aún existe cierta dificultad y desconocimiento respecto de la información que se posee en el servicio de atención primaria que permita una detección temprana. Tal y como indica uno de los estudios realizados en EEUU (English y Essex, 2001), se encontró que los primeros en sospechar la presencia de manifestaciones que podían indicar un funcionamiento autístico fue la familia (60%), seguidos a mucha distancia de los pediatras (10%) y los servicios educativos (7%). Además son múltiples las manifestaciones en forma e intensidad en las que aparece dicho trastorno en las primeras edades. Aun con todas estas dificultades la detección temprana puede darse en torno a los 18 meses de edad o incluso antes.
Tests y herramientas para la detección de los TEA
En la actualidad, no hay un test o prueba médica que por sí misma indique si una persona presenta TEA. El diagnóstico de los Trastornos del Espectro Autista debe incluir la observación complementaria de la conducta de la persona, conociendo su historia del desarrollo y aplicando una batería de pruebas médicas y psicológicas para detectar la manifestación de los signos y síntomas del autismo.
Algunas de las pruebas que se utilizan para la detección temprana del Autismo son:
el CHAT de Baron-Cohen (1992),
el M-CHAT de Robins, Fein, Barton y Green (2001),
el IDEA de Rivière y Martos (1997)
y el IDTA-18 de F.J Mendizábal (1993).
La edad de aplicación de estas pruebas comprendería entre los 18 y 36 meses.
Además de las pruebas señaladas anteriormente, resulta fundamental recabar información de las conductas del niño en compañía de diferentes personas y en diversos contextos integrando las diversas fuentes de datos de manera comprensiva y clarificando las posibles discrepancias. La detección lo más temprana posible de cualquier alteración en el desarrollo infantil, posibilita el establecimiento de un programa de intervención temprana capaz de promover al máximo las capacidades de desarrollo personal y social del niño y la adecuada orientación de sus familiares. Para ello es conveniente basarse en las siguientes fuentes posibles de información:
•Test-escalas en sesiones clínicas;
•Entrevistas e información tanto de profesores como de padres;
•Observación en situaciones naturales (casa, escuela) y/o observaciones estructuradas de la interacción con padres y evaluados.
Síntomas y criterios para detectar el autismo
Para llevar a cabo una apropiada evaluación a partir de los tres años de edad se debe tener en cuenta las áreas de evaluación que se describen a continuación, junto con las pruebas que se emplean para la evaluación del desarrollo infantil (tanto en población clínica como en el resto).
Valores extremos en las escalas de medición, tanto por defecto como por exceso dependiendo de la prueba, pueden ser muy útiles para complementar el diagnóstico del autismo o TEA.
1. Evaluación social
Consiste en recopilar información sobre el interés social, la cantidad y calidad de iniciativas sociales, el contacto ocular, atención conjunta, imitación corporal, vocal y motora, apego, expresión y reconocimiento de emociones. Para ello se utilizan Entrevistas estructuradas a padres como ADI-R de M. Rutter, A. Le Couteur y C. Lord (1994);
Observación estructurada en el contexto clínico tanto de las interacciones planificadas (CARS de DiLalla y Rogers, 1994) como de las no planificadas con el padre y con la madre; videos cedidos por la familia e instrumentos clínicos diversos (Test Normativos como el Vinelandde Sparrow, Balla y Cicchetti (1984), Test Criteriales como el Uzgiris-Hunt, revisado por Dunts (1980) o Inventarios del desarrollo como el Battelle, adaptación española de De la Cruz y González (1996).
Algunos síntomas que se pueden detectar
•Carencia en la expresión de emociones.
•Aislamiento con sus pares.
2. Evaluación comunicativa
Se recoge información sobre intencionalidad, herramientas comunicativas, funciones, contenidos, contextos y comprensión. Se utilizan Entrevistas estructuradas (ADI-R 1994), Observaciones estructuradas (ACACIA de Tamarit 1994, PL-ADOS de DiLavore, Lord & Rutter 1995), videos familiares e instrumentos clínicos diversos (como la Escala de Desarrollo del Lenguaje de Reynell de Edwards, Fletcher, Garman, Hughes, Letts y Sinka 1997; y el ITPAde Samuel A. Kirk, James J. McCarthy, Winifred D. Kirk, edición revisada en 2004, Madrid: TEA), entre otros.
Algunos síntomas que se pueden detectar
•Interpretación literal de las oraciones.
•Retraso en la aparición de la comunicación verbal.
3. Juego
Se recoge información sobre la exploración, el juego funcional, el juego simbólico, role-playing y el juego cooperativo. Se utilizan Entrevistas Estructuradas (ADI-R 1994), Observaciones Semi-estructuradas (juego libre), videos familiares e instrumentos clínicos diversos (Test del Juego Simbólico de Lowe&Costello 1988).
Algunos síntomas que se pueden detectar
•Dificultades a la hora de entender la naturaleza del roleplaying.
•Rechazo del juego social.
4. Evaluación cognitiva
Se recoge información para hacer una valoración del nivel sensoriomotriz, del nivel de desarrollo, evaluación de preferencias estimulares y sensoriales, del estilo y potencial de aprendizaje, de habilidades ejecutivas y metacognitivas y de habilidades académicas.
Se pueden utilizar las siguientes escalas: Escala Internacional de Ejecución de Leiter, adaptada por Arthur en 1980, las Escalas de Inteligencia de Weschler (WPPSI-III 2009 y WISC-V 2015), las Escalas Bayley de desarrollo Infantil de Bayley 1993, la Escala de Desarrollo Infantil de Uzgiris-Hunt, revisada por Dunts en 1980 y el PEP-R (Perfil Psicoeducacional) de Mesibov, Schopler y Caison 1989.
Algunos síntomas que se pueden detectar
•Aparición de una habilidad cognitiva inusualmente desarrolladas.
•Dificultades cognitivas generales.
5. Evaluación motora
Medición de la motricidad fina y gruesa mediante la observación, información y aplicación de la Escala Brunet Lezine de O. Brunet y L. Lezine 1951 y /o el PEP-R de Mesibov, Schopler y Caison 1989.
Algunos síntomas que se pueden detectar
•Alteraciones en la marcha y la postura.
•Alteraciones en la anticipación motora.
6. Evaluación familiar-ambiental
Conocimiento mediante la entrevista familiar del impacto del diagnóstico, sus recursos para superarlo y establecer vías adecuadas de colaboración en la intervención, la interacción familiares-niño y la estructura del entorno doméstico.
7. Evaluación médica
Utilización de pruebas neurológicas y de neuroimagen (Electroencefalograma EEG, Tomografía Axial Computerizada TAC, Tomografía por Emisión de Fotón Único SPECT, Resonancia Magnética RM, análisis de sangre y orina, potenciales evocados). Debe darse una ausencia de lesiones localizadas que puedan explicar los síntomas.
8. Evaluación de autonomía personal
Fundamentalmente mediante entrevistas y aplicación de cuestionarios a los padres sobre alimentación, control de esfínteres, vestido y aseo. Una de las escalas más utilizadas es la Escala Lawton y Brody, traducida al español en 1993.
9. Evaluación de problemas de conducta
Valoración de la presencia o ausencia de problemas conductuales (conductas disruptivas, agresiones, autolesiones, estereotipias, pica, regurgitación, fobias…) su intensidad y su frecuencia mediante cuestionarios o entrevistas estructuradas como el ADI-R 1994, o el ICAP (Inventario de planificación de servicios y programación individual) adaptación española por la Universidad de Deusto, Bilbao en 1993.
10. Evaluación de preferencias
Conocimiento de los objetos, juguetes, estímulos, modalidades sensoriales, actividades, alimentos, etc. preferidos de cara a utilizarlos como refuerzos o motivadores de otras actividades u objetivos relevantes de comunicación.
A modo de conclusión
Como hemos visto, el diagnóstico de autismo debe realizarse sobre la base de una evaluación clínica completa, y debe de basarse estrictamente en los criterios consensuados internacionalmente, por tres objetivos principales:
•Asegurar el acceso a los servicios apropiados de apoyo e intervención adecuados a la particularidad del caso.
•Para que las investigaciones científicas puedan ser comparables, tanto en sus aspectos clínicos como especialmente en la valoración de la eficacia de los diferentes servicios y tratamientos propuestos.
•Garantizar una educación adecuada a las necesidades particulares del caso del niño en cuestión, dado que los procedimientos diagnósticos poco rigurosos podrían provocar la exclusión de niños y niñas con autismo de servicios especiales previstos para ellos, así como propiciar la inclusión de personas que presentan otras casuísticas psicológicas.
Fuente: https://psicologiaymente.com/clinica/trastornos-espectro-autista-sintomas-diagnostico
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