Ricardo Rodríguez recibió un loro por su cumpleaños. Ya era un loro adulto, con una muy mala actitud y vocabulario.
Cada palabra que decía estaba adornada por alguna palabrota, así como siempre, se mostraba de muy mal genio.
Ricardo trató, desde el primer día, de corregir la actitud del loro diciéndole palabras bondadosas y con mucha educación. Le ponía música suave y siempre lo trataba con mucho cariño.
Pero llegó un día en que Ricardo perdió la paciencia y le gritó al loro; este se puso más grosero aún, hasta que en un momento de desesperación, Ricardo lo puso en el congelador.
Por un par de minutos aún pudo escuchar los gritos del loro y el revuelo que causaba en el compartimiento, hasta que de pronto... todo fue silencio.
Después de un rato, Ricardo arrepentido y temeroso de haberlo matado, abrió la puerta del congelador. El loro salió despacio y con mucha calma. Dio un paso hacia el hombro de Ricardo y al oído le dijo en voz baja:
- Siento mucho haberte ofendido con mi lenguaje y actitud, te pido que me disculpes y te prometo que en el futuro vigilaré mucho mi comportamiento.
Ricardo estaba muy sorprendido del tremendo cambio en la actitud del loro. Estaba a punto de preguntarle qué es lo que lo había hecho cambiar de esa manera, cuando el loro continuó:
- ¿Te puedo preguntar una cosa?
- Sí... ¡cómo no! -contestó Ricardo.
- ¿Qué fue lo que hizo el pollo?
lunes, 30 de enero de 2012
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario