En el verano de 1891, tres adolescentes se apostaron a dos cuadras de la Casa Rosada y dispararon al carruaje en que pasaba el entonces ministro de Interior; estuvo involucrado un hermano de Alfredo Palacios.
Por Daniel Balmaceda. Para LA NACION.
Como tantos otros inmigrantes, la familia Zambrizzi arribó a nuestro país atraída por la promesa de trabajo y progreso. Llegaron en 1889 desde el pueblo de Tizano, en Lombardía, Italia, y se instalaron en Barracas.
La situación política del país era compleja y se vivía una crisis económica. En 1890 se produjo la Revolución del Parque, que tuvo dos grandes consecuencias: el nacimiento de la Unión Cívica Radical y la renuncia del entonces presidente Miguel Juárez Celman, quien fue reemplazado por Carlos Pellegrini.
Tomás, hijo de José Zambrizzi, de oficio carrero, consiguió un trabajo como aprendiz en una talabartería de la calle Artes (actual Pellegrini) y Tucumán. Tenía 14 años. Durante una de las comidas cotidianas que se hacían en el negocio para ahorrar, uno de los comensales comentó que alguien debería matar a Roca por ser el causante de los males económicos del país y por haber provocado la renuncia de Juárez Celman para acumular poder.
El comentario no pasó desapercibido para el joven Zambrizzi, quien siguió escuchando atento al interlocutor que, muy convencido, agregó que lo ideal sería que el asesinato lo cometiera un menor porque, en caso de ser apresado, los “cívicos” conseguirían su libertad y hasta, tal vez, le pagaran.
Tomás comentó esta idea con su hermano (se llamaba Eduardo) y con su amigo Octavio Palacios, hermano de Alfredo Palacios. Los tres comenzaron a urdir un plan.
Lo que parecía una travesura de chicos empezó a tomar otro tenor cuando Leandro Alem, uno de los fundadores de la Unión Cívica Radical, recibió en su casa una carta anónima en la que se le pedía un consejo sobre cómo matar a Roca. Alem desestimó la carta por considerarla obra de algún loco. Mientras Alem no se tomaba en serio el asunto, los hermanos Zambrizzi y Palacios lograron comprar un revólver Bull-dog 9 milímetros.
El 19 de febrero de 1891, pasadas las seis de la tarde, el ministro de Interior, general Julio A. Roca, se retiró de la Casa de Gobierno luego de una larga reunión de gabinete. Subió a su carruaje victoria junto con Gregorio Soler y tomaron la calle 25 de Mayo hacia el norte. Al llegar a Cangallo (actual Perón), se escuchó un disparo. Roca le informó a Soler que lo habían herido. Pero no fue así. El proyectil perforó el panel trasero del carruaje, ingresó a la caja, atravesó el forro de crin del asiento y se amortiguó entre los resortes del respaldo. Apenas lastimó la espina dorsal del ministro.
Roca bajó del carruaje, desenvainó el estoque que portaba y comenzó a correr como pudo al agresor. Unos policías detuvieron a Tomás, quien había cumplido quince años el 25 de diciembre. Aunque se encarceló a veintiséis personas y hasta se decretó el estado de sitio en la ciudad, sólo tres quedaron detenidos: los chicos Zambrizzi y Palacios.
Tomás y Eduardo Zambrizzi fueron liberados el 5 de junio, también Octavio Palacios, y luego sobreseídos por el juez Saavedra, en cuya sentencia argumentó que estaban exentos de responsabilidad y sanción en razón de su edad.
El carruaje victoria en el que viajaba Roca aquel 19 de febrero aún se conserva en el Complejo Museográfico Enrique Udaondo de la ciudad de Luján. En el coche, aunque restaurado, se puede ver el impacto de la bala que disparó un niño al que le habían llenado la cabeza de falsos ideales...
(Jorge L. Icardi, Reportero Internacional...)
jueves, 30 de noviembre de 2017
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