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sábado, 10 de febrero de 2018

Mariquita Sánchez de Thompson, nuestra primera luchadora por los derechos de las mujeres - por Federico Andahazi

María Josepha Petrona de Todos los Santos Sánchez de Velasco y Trillo, más conocida como Mariquita Sánchez de Thompson (Buenos Aires, 1 de noviembre de 1786 – 23 de octubre de 1868) fue una patriota argentina, cuya tertulia convocó los principales personajes de su tiempo. Es ampliamente recordada en la tradición histórica argentina porque la Marcha Patriótica (actual Himno Nacional Argentino) fue cantada por primera vez en su casa, el 14 de mayo de 1813.

“En 1804 Mariquita inició el primer juicio de disenso para pelear por sus derechos. Fue un proceso durísimo”...
"Vale la pena recordar a mujeres valientes, e inteligentes que encabezaron luchas ejemplares que dejaron un mundo mejor que el que recibieron, para todas las mujeres, y también para los hombres. Una mujer como Mariquita Sánchez de Thompson que fue la primera feminista argentina cuando la palabra feminista no existía y esta tierra no era aún la Argentina. Vamos a la historia":

Cecilio Sánchez de Velazco, padre de Mariquita Sánchez, resolvió que su hija de catorce años, se casara con Diego del Arco. Era el candidato ideal: español, veinte años mayor que ella y con una sólida posición social. Como Mariquita era la única heredera de la fortuna familiar, su futuro marido debía ser un buen administrador.
Diego del Arco, un militar que había llegado al Virreinato del Río de la Plata con la expedición de Cevallos, solía exhibir sus títulos de fundador. Sin embargo, Don Cecilio no vio qué se traía entre manos este personaje. En realidad, este Diego del Arco era un homónimo del auténtico colonizador. El falso prócer era un jugador compulsivo y un profesional de la seducción. Ya había despojado de su fortuna a varias prometidas.
Pero nada logró conmover a Mariquita que encontró aborrecible a su futuro esposo. Ella, en realidad, estaba perdidamente enamorada de su primo segundo, Martín Thompson.
Martín tenía unos melancólicos ojos turquesa y un aire aniñado que contrastaba con su lúcida locuacidad. Era un apasionado de la lectura y de las nuevas ideas. Pero el verdadero interés de Martín estaba puesto en Mariquita.
Las familias tradicionales de la época veían con buenos ojos que los novios pertenecieran al mismo núcleo.
Sin embargo, el padre de Mariquita se opuso: no estaba dispuesto a renunciar a Diego del Arco, y aprovechando su amistad con el virrey Del Pino, hizo que Martín Thompson fuese enviado a Montevideo para, así, disponer la boda con el falso fundador.
Mientras la costurera intentaba que se probara el vestido, la novia se encerró en su cuarto dispuesta a no volver a salir mientras insistieran con ese casamiento. Ni aun bajo apercibimiento de un delegado oficial salió Mariquita, entonces el padre tiró la puerta abajo y recluyó a su hija en un convento. Por si acaso los enamorados planearan una fuga, Martín fue enviado a España.
La reclusión de Mariquita sólo finalizó con la muerte de su padre. Pero la madre se mantuvo fiel a la voluntad del finado. Ante la nueva situación, Martín Thompson quiso volver a Buenos Aires pero no obtuvo el permiso. A esta altura de los acontecimientos Mariquita, a causa de su rebeldía, había cobrado una inesperada fama. En pleno fervor independentista el pueblo tomó parte por la pareja de enamorados. Con apenas catorce años, Mariquita no sólo defendía sus propios derechos: las mujeres se veían reflejadas en el destino de aquella niña. ¿Quién podía oponerse a los dictados del amor por sobre las conveniencias económicas? Resultaba conmovedor verla combatir contra todos los poderes del clero y del Estado sólo, y nada menos, por amor.
En 1804 Mariquita inició el primer juicio de disenso para pelear por sus derechos. Fue un proceso durísimo. Los argumentos que presentó la madre de Mariquita fueron humillantes no sólo para con Martín, sino, principalmente, para con su propia hija.
La pareja tuvo un inesperado aliado: el obispo de la diócesis de Buenos Aires, quien dijo: «El matrimonio empieza por amor, por amor continúa y por amor acaba. Todos los bienes vienen por amor, o son frutos del amor».
Este alegato fue determinante y contribuyó a crear un clima propicio para las justas pretensiones de Mariquita y Martín. Pero aún faltaba la opinión más importante: la del virrey de Sobremonte. El olfato político le hizo ver que la causa de los jóvenes novios se había convertido en una proclama popular, entonces decidió revertir la posición de su antecesor, el virrey Del Pino, y ponerse del lado de la pareja. Por fin, el 20 de julio de 1804, el proceso concluía con una sentencia favorable a los novios.
El 29 de junio de 1805, Mariquita Sánchez y Martín Thompson se casaron en la iglesia de la Merced. Y la novela tuvo un final feliz: los testigos de la boda resultaron ser Felipe Trillo y… Magdalena Trillo, la mismísima madre de la novia que tanto se había opuesto al matrimonio.

Federico Andahazi:
Psicólogo, Escritor, columnista del programa de radio: "Le doy mi palabra"

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