La noche del 4 de marzo de 1988 estaba encapotada y el cielo amenazante hacía presagiar un sábado sin playa en Mar del Plata. Sin embargo, en el restaurante Hamburgo, sobre la avenida Colón, el clima era luminoso y distendido, sobre todo después de la función a sala llena de Eramos tan pobres. Había una mesa preparada para diez, presidida por Alberto Olmedo, con Divina Gloria, Javier Olmedo, Beleme (un secretario), Juan Carlos Casas (un amigo), César Bertrand y su hijo René, entre otros comensales.
Todos habían quedado "pipones" después del sabroso cochinillo que el propio Olmedo había encargado especialmente. El panqueque de manzana fue el toque dulzón para coronar lo que pintaba una noche inolvidable para René, por entonces un pibito privilegiado de 16 años -hoy actor y director teatral-, deslumbrado por esa vivencia a la que estaba habilitado por ser el hijo de Bertrand (fallecido en enero de 2008).
"Todos estábamos contentos y me acuerdo que se acercó un mozo y le dijo a Alberto que tenía un llamado. Era Nancy Herrera, su mujer. Habló con ella, volvió a la mesa y se despidió con una sonrisa. Tengo la imagen nítida en la que mi viejo le levantó el pulgar y le tiró un "Cuidate, que mañana tenemos dos funciones". El Negro miró la hora y le respondió: "Tranquilo, recién son las doce y media".
René describe la postal de aquella velada... que parece ayer nomás. "Yo estaba del lado de la ventana y lo vi a Alberto caminar hasta su Mercedes blanco, que se fue alejando por la avenida Colón".
De 46 años, director de Clavado en París, René Bertrand tiene un recuerdo más alborotado de la mañana del sábado 5. "Con mi viejo estábamos en una casita en el barrio Luro. Alrededor de las siete de la mañana nos golpearon la puerta y a los gritos un vecino nos gritó que se había muerto Olmedo. Mientras yo le contestaba que no, que estaba equivocado, miraba a mi viejo desconsolado. Al ratito, por radio, el periodista Néstor Ibarra confirmaba la triste noticia".
Alberto Olmedo había perdido la vida en su momento de mayor popularidad. Todo lo que hacía era exitoso y en el país se vivía la Olmedomanía gracias a esas creaciones de seres sin suerte: chantas, vivillos, charlatanes, buscas y pusilánimes. Todos habitantes del llamado lado "B" de la vida. “Muchos son amigos míos de Rosario, que de alguna manera me acompañan", explicaba el hacedor de frases que todavía hoy resuenan: Me trajiste a la nena; Y, si no me tienen fe; Adianchi, adianchi; Eramos tan pobres...
Los que pasaron los cuarenta recuerdan que No toca botón, su nave insignia, debutó en pantalla de Canal 11 en 1981, bajo la dirección de Hugo Sofovich. A partir de allí conocimos esa paleta de criaturas tan reconocibles e identificables, que entró a los hogares argentinos a través de la televisión -llegó a tener mediciones que alcanzaron los 45 puntos de rating-, el cine y el teatro.
Cómo no subrayar a personajes como Rucucu, El Manosanta, el Yeneral González, el encantador Borges del sketch con Alvarez (Javier Portales) y ese par de perdedores sin igual como Chiquito Reyes, el marido cornudo, y Rogelio Roldán, el explotado jefe de cadetes.
"No hubo nadie como Alberto, fijate lo que pasa a treinta años de su muerte. Lo que produjo, lo que provocó en la gente fue muy grande. Como compañera de trabajo, lo recuerdo todos los días. Era un artista fuera de serie y una persona llena de humanidad, generosa, respetuosa y leal", puntualiza Adriana Brodsky. "Yo trabajé con otros capocómicos pero ninguno con el ángel y el carisma del Negro. Él lo tenía todo, despertó cosas hermosas en la gente y supo combinar una fórmula imposible para la mayoría: ser pícaro y tierno a la vez. En tiempos en el que todo es inmediato, pasajero y efímero, Alberto sigue gobernando nuestros recuerdos".
El inolvidable Capitán
El Capitán Piluso fue su primer éxito (desde 1960 y durante veinte años), algo eclipsado, luego, por su perfil más pícaro y ramplón.
Injustamente olvidado, quizás eclipsado por todo lo que vino a partir de la década del ochenta con la fantástica fauna que rodeó a No toca botón, hay que hacer mención a su primer gran éxito, ese que desembarcó en 1960, en Canal 9: El Capitán Piluso, el de "¡a tomar la leche!" junto a su fiel ladero Coquito.
Con su clásica remera rayada, el gorrito y una gomera, Piluso aparecía todas las tardes en la televisión para acompañar la merienda de los chicos durante veinte años. Hasta tuvo una histórica pelea con el invencible Martín Karadagian -capo de otro monstruo generacional como Titanes en el Ring- en el Luna Park, que lució colmado para asistir a aquella disputa en la que por única vez el armenio Karadagián fue derrotado nada menos que por el esmirriado Capitán. Aquel combate sirvió, además, para que a partir de ese momento también los "Titanes en el Ring" tuvieran su propio espacio en la TV.
¿El secreto del boom Piluso
“Piluso fue una de esas cosas increíbles que uno nunca imagina que van a funcionar", había admitido alguna vez Olmedo, quien al principio sólo presentaba los dibujos animados de El oso Yogui, pero enseguida el personaje de Piluso comenzó a crecer.
El éxito fue inmediato y el programa pronto pasó a tener una hora de duración. ¿Motivos? El gancho era que el hombre de polera a rayas le hablaba a los chicos igual que a los grandes. Se divertía haciéndolo, llamando a tomar la leche. “Llegamos a conocer tanto a los chicos que trazábamos unos esquemas diarios y salía una hora de programa. Así, además, era más espontáneo, más fresco y más divertido. Hasta nosotros nos divertíamos de las cosas que se nos ocurrían sobre la marcha”, afirmó años atrás su director Edgardo Borda.
"Era inconmensurable". Lo repite dos y tres veces Celia Sofovich, la mujer de Hugo, de los poquísimos que podía mantener al Negro a rienda corta. Y no se equivoca Celia, porque Olmedo revaluaba hasta lo más vulgar y hacía única cualquier minucia. Hasta inventó lo que sucedía detrás de cámara, cuando se olvidaba los libretos, de los que no le importaba pasarlos por alto. O manoteaba los textos del apuntador ante la carcajada natural de ese secundario fuera de serie que fue el narigón Alfonso Pícaro.
"Era un tipo tranquilo, solitario, no le gustaba andar llamando la atención", opina René Bertrand. "Gracias a que mi viejo me llevaba, yo compartí comidas, salidas y tengo el recuerdo de un amigo leal por sobre todas las cosas, que escuchaba, que tendía una mano, que nunca emitía juicios de valor. Cuando mi viejo (César Bertrand) se separó (de María Rosa Fugazot), Alberto lo invitó a Punta del Este para cambiar el microclima, la onda y sacarse la mufa".
Hace una pausa René, busca precisión: "El Negro era muy introvertido, mi viejo lo mismo. No eran simpáticos, chistosos ni muy sociales. Alberto, sobre todo, era hermético, pero un amigo de fierro".
Fuente: clarin.com/
Grotowski y Stanislavski - Alberto y Susana (1980)
Alberto Olmedo & Javier Portales: 2 escritores, frustrados, que hablan de literatura, mientras esperan su turno en el canal para que les tomen una prueba para hacer un bolo.
https://youtu.be/RXrim3Se6hc
No Toca Botón - Operario Cordobés (Cabecita Negra) 1984/85 (canal 11)
El Operario Cordobés, acompañaba a Eddie Pequenino a realizar trabajos a domicilio (también es recordado como "El Cabecita Negra") En este sketch el genial Alberto Olmedo hacía gala de un lenguaje gestual de proporciones épicas, no necesitaba hablar para hacernos reir hasta el cansancio.
https://youtu.be/IdWQV6a9kGQ
sábado, 30 de junio de 2018
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