Una revelación escandalosa que no alcanzó, una testigo escondida que también fue víctima y un trabajo espantoso de los peritos de la maldita policía. La combinación letal para un crimen impune.
Por Ricardo Canaletti
El crimen de la bailarina Liliana Tallarico
Ahora, es una mujer y no quiere saber nada de hablar en público de aquel asunto. Aquel asunto se remonta a 1994 cuando ella, Valeria, tenía 11 años y se trata nada menos que del crimen de su mamá, que tenía 32. Aquel asunto ocurrió una noche de febrero en el departamento que las dos ocupaban en la calle 29, entre 43 y 44 de La Plata. Aquel asunto es el homicidio de Liliana Ethel Tallarico, profesora de danzas folklóricas e integrante del Ballet Brandsen.
Las crónicas de la época informan que la noche del 4 al 5 de febrero Valeria, encerrada en su cuarto, escuchó a su mamá discutir con un hombre, golpes, ruidos y al rato nadie que le contestara del otro lado. Se quedó dormida y se despertó a las 8. Anudó sábanas y el acolchado, ató un extremo a la pata de su cama y se descolgó por la ventana. Cuando faltaban unos metros para llegar al suelo, los nudos no aguantaron y se deshicieron. Al caer, se fracturó el brazo derecho y el tobillo izquierdo. Su madre yacía en el dormitorio, desnuda, sentada en el piso con los brazos sobre la cama, degollada. Liliana tuvo relaciones sexuales antes de ser asesinada.
Valeria declaró luego que escuchó la voz de un hombre pero que no podía discernir de quién se trataba. La policía, que nuevamente pisoteó la escena del crimen y no recogió debidamente las evidencias, apuntó a la pareja de Liliana, el director del Ballet Brandsen, Oscar Murillo, que fue preso durante una semana. En ese lapso, se presentaron dos testigos que afirmaron que Murillo estaba con ellos en Temperley cuando ocurrió el homicidio de Liliana. Una tardía comparación de ADN terminó de desligarlo del caso completamente. Mientras, Valeria fue a vivir a Ranchos con su papá, José Luis Jara. Al tiempo volvió con él a vivir en el mismo departamento donde habían asesinado a su mamá.
La primera violación que recuerda haber sufrido Valeria ocurrió en la localidad de Ensenada, cuando su padre ya se había separado de Liliana. La segunda fue el mismo día del crimen de su mamá. Valeria contó: “Mientras mi papá estaba agarrando a mi mamá, me dijo: todo esto es por tu culpa, por hablar...”. Ella contestó que nunca había dicho nada, pero que su mamá no era tonta y se daba cuenta de las cosas. Eso había quedado más que evidente ese día, más temprano, cuando Liliana no la dejó ir sola con su padre, que la había ido a buscar. Liliana sospechaba lo que habría hecho su ex marido con su hija.
"Mi papá tenía apoyado el cuchillo sobre el cuello de mi mamá... Me ordenó que me fuera a mi habitación. Ella tenía una bombacha clarita y algo transparente arriba. Me fui a mi cuarto y no cerré la puerta. El estaba parado, la espalda le daba al espejo (...) la corta, ella se desploma arriba de la cama (...) le digo: ¡que´ hiciste!, y él estaba parado al lado de la mesa y me contestó: nada, nada, no pasó nada”.
Así declaró Valeria a principios de 2001 ante el juez Horacio Alberto Nardo. Después de muchos años de tratamientos psicológicos, Valeria se presentó ante el juez. Le dijo: “¡Fue mi papá el que mató a mi mamá!”. La chica agregó que las violaciones continuaron cuando, luego del asesinato, Jara se la llevó a vivir con él a Ranchos. Ocho pericias psicológicas y psiquiátricas revelaron que el relato de Valeria era verosímil.
Jara fue preso por la declaración de su hija pero a fines de 2001 la Cámara de La Plata consideró insuficientes todas aquellas pericias y lo dejó libre. Era imposible analizar otro tipo de evidencia porque los peritos policiales de la maldita policía, nucleados en el Servicio Especial de Investigaciones Técnicas (SEIT), trabajaron muy mal la escena del crimen. Valeria volvió a declarar en 2002 y reiteró lo que había dicho en 2001, es decir que el crimen se produjo porque Liliana discutió con Jara porque sospechaba lo que le había hecho a su hija.
“Lo que quiero es que esto termine de una vez. Yo ya dije la verdad, ya dije todo lo que tenía que decir, ¿y que´ es lo que se hace? Eso es lo que resulta más difícil: ¿que´ hace falta decir? Parece que con sólo decir la verdad no es suficiente”, afirmó Valeria en 2005, en una entrevista con Página 12.
En 2009, José Luis Jara quedó completamente desvinculado del caso. Dijo: “No siento nada por mi hija. Es una desconocida”.
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