"Sigamos en contacto", "seamos amigos", suelen proponerse muchas parejas al separarse. En principio no pareciera ser una idea descabellada. Al fin y al cabo ambos han compartido muchas conversaciones profundas, tenían tal vez un mismo hobby e intereses o valores comunes.
Pero la realidad es que pocas parejas logran semejante propósito, sobre todo cuando en el medio hierven la ira, la decepción o el deseo de estar con la otra persona. Ahí es cuando se vuelve particularmente complicado.
"La propuesta también puede ser un modo de manifestar impotencia", apunta Katrin Gerber, mediador en la ciudad alemana de Lübeck. "Por lo general lo dice la persona que se quiere separar. Diciendo algo así, intenta tener menos remordimientos de conciencia y lastimar lo menos posible al otro", explica.
También puede ser una vía de escape cuando alguien no sabe cómo poner fin definitivo a una relación. A veces también sucede que la persona que es abandonada intenta salvar algo del vínculo haciendo esa propuesta, "tal vez con la esperanza de recuperar la relación". Sin embargo, eso suele ser una esperanza vana, advierte la especialista Annette Oschmann, que trabaja como coach para "consciuous uncoupling", es decir, para una separación a conciencia y con respeto.
En el fondo no es importante quién diga la frase. Lo que importa es preguntarse por sus causas, ver qué hay detrás, ya que ni la mala conciencia, ni la esperanza de recuperar un vínculo son un buen fundamento para construir un lazo de amistad.
Los especialistas están de acuerdo en que lo decisivo es el modo en el que se produce la separación. Eso es lo que finalmente determinará si una pareja puede establecer algún tipo de vínculo diferente o no. "Puede llegar a funcionar en parejas que compartieron muy poco tiempo como amantes y que notaron que de su enamoramiento no surgiría el amor", comenta Holger Kuntze, especializado en terapia de pareja. Si los caminos se separan, la simpatía mutua puede ser un buen punto de partida para generar un vínculo de amistad.
Lo mismo puede ocurrir en las parejas que compartieron durante años la vida diaria, el lecho y un timbre. Cuando ambos se dan cuenta de que la pasión ha terminado, pero siguen apreciándose mucho como personas, puede que la amistad sea la mejor forma de continuar. En general, la regla es que si una pareja se separa en términos de igualdad, sin hacer volar los platos y sin una larga lista de reproches, la amistad puede llegar a funcionar.
Holger Kuntze trabaja como terapeuta de parejas en Berlín
De todos modos, está claro que las separaciones de este tipo no son las más frecuentes. Al menos eso es lo que observa Kuntze en su consultorio. Muchas separaciones dejan emociones muy fuertes en el camino: ira, desilusión, tristeza. Por lo general una de las partes resulta o se siente más lastimada que la otra, sea porque no se esperaba la separación o porque está en una situación de mayor vulnerabilidad. Y así es como las heridas que deja la decisión van minando el camino de encuentro posterior con sus exparejas.
Si por el contrario, dos personas deciden intentar establecer un vínculo de amistad, lo importante es que no aceleren el proceso. Separarse el martes y reunirse el domingo a desayunar no es buena idea. “Es importante darse tiempo y distancia”, dice Gerber. Algunas ex parejas necesitan meses o hasta años para poder volver a verse. La distancia física también puede ayudar. Y si uno se topa o se encuentra con el otro, más vale evitar el contacto, no darse abrazos ni generar acercamientos que puedan recordar un tiempo pasado.
¿Y si uno nota que la amistad con el o la ex no le hace bien?
Si cada encuentro viene acompañado de una profunda nostalgia por lo que fue, si genera dolor porque nos hace notar que ya no formamos parte de la vida del otro, “es hora de cerrar la puerta y congelar al menos por un tiempo la amistad”, dice Gerber. Lo principal es escuchar las necesidades y los sentimientos que vamos teniendo.
Por Ricarda Dieckmann (DPA)
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