Resulta sumamente riesgoso fomentar el uso de dispositivos que están lejos de ser una herramienta segura y eficaz para dejar de fumar...
Las grandes tabacaleras han sido justificadamente criticadas por los perjuicios ocasionados a la salud de millones de personas, habida cuenta de las comprobaciones científicas que confirman el vínculo entre tabaquismo y cáncer, enfermedades cardiovasculares y respiratorias, entre otras. En los últimos años, en busca de nuevos clientes, esas mismas empresas han sumado la comercialización de productos sustitutos, para lo cual realizan intensas campañas de publicidad del cigarrillo electrónico y de dispositivos que calientan líquidos con nicotina y saborizantes conocidos como vapeadores,
pod so tabaco sin combustión, que se han puesto de moda. Argumentan falsamente que esos productos son mucho menos nocivos que los cigarros tradicionales y que pueden ayudar a fumadores incapaces de abandonar el hábito a migrar a alternativas más seguras.
Es así como su popularidad ha crecido de manera vertiginosa por cuanto estrategias marketineras se han encargado de presentarlos como inofensivos para la salud y útiles para dejar de fumar. Sin embargo, nuevos y fundados estudios reportaron que provocan igualmente adicción a la nicotina. Un extenso informe en los Estados Unidos concluyó que los cigarrillos electrónicos pueden ayudar a los adultos fumadores a evitar las peores consecuencias del tabaquismo, pero demostraron también que pueden hacer que los no fumadores más jóvenes se inicien confiados en un hábito igualmente perjudicial que el que se busca sustituir.
Las consecuencias de la utilización de los cigarrillos electrónicos son por demás preocupantes, no solo para quien los utiliza, sino también en estos casos para los fumadores pasivos. Las autoridades de Estados Unidos informaron la muerte de cinco personas como consecuencia de los cigarrillos electrónicos, una práctica que está llevando a prohibiciones por parte de la Food and Drug Administration (FDA).
Por otra parte, en los dos últimos meses, varios hospitales de 16 estados del país del norte han recibido pacientes en general jóvenes con problemas respiratorios graves a tal punto que comenzó a hablarse de una epidemia. En 153 casos, los cigarrillos electrónicos eran usados para "vapear", esto es inhalar el vapor-nicotina o tetrahidrocannabinol, el compuesto de la marihuana responsable de los efectos psicotrópicos. Un comité del Congreso estadounidense abrió una investigación que puso el foco en las cuatro principales compañías de cigarrillos electrónicos, para ahondar sobre los impactos en la salud pública de sus productos y revisar sus controvertidas prácticas de comercialización, especialmente entre adolescentes.
También en España se ha demostrado su efecto nocivo. La Sociedad Española de Neumología y Cirugía Torácica ha advertido que esas nuevas formas de fumar no solo no sirven para abandonar el hábito, sino que tampoco son seguras, ya que contienen las mismas sustancias que el tabaco convencional, y que pueden favorecer la aparición de enfermedades crónicas, como el asma y la enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC), o empeorarlas.
Desde 2011, en la Argentina el cigarrillo electrónico es ilegal. La Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología Médica (Anmat) prohibió tanto su importación, distribución y comercialización como su publicidad o cualquier modalidad de promoción, por considerar "que no existe evidencia suficiente para concluir que sean una ayuda eficaz para dejar de fumar" y porque tampoco hay "pruebas suficientes que determinen que son seguros para el consumo humano".
Cinco años después, en 2016, aquella disposición fue ratificada con argumentos similares a los que plantean los neumonólogos españoles al denunciar el surgimiento de evidencia científica respecto de que estos productos poseen cantidades variables de nicotina, droga muy tóxica y con fuertes propiedades adictivas.
Lamentablemente, aun así se venden por internet o en espacios puertas adentro que evaden las prohibiciones. Recordemos que la última Encuesta Nacional de Factores de Riesgo reveló que los adolescentes argentinos se inician en el consumo del tabaco a los 12 años, cuando sus cerebros están aún en conformación.
No se puede proponer el uso del cigarrillo electrónico como herramienta segura y eficaz para dejar de fumar argumentando su inocuidad sin evidencia científica respaldatoria. Si, aun así, se lo propusiese como alternativa para una estrategia de reducción de riesgos, deberían someterse su fabricación y su regulación a los mismos criterios de calidad y seguridad que rigen para cualquier producto que involucra la salud. Cuando el 25% de nuestra población es aún fumadora y la mortalidad y morbilidad asociadas con la nicotina son indiscutibles, urge detener esta nueva epidemia y cargar con todo el peso de la ley sobre quienes infringen las normas.
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