La independencia
Sin lugar a dudas, considero que es el estado ideal al que aspira toda persona con ansias de superación.
Sin embargo, podemos ver en muchos casos, que hay gente que malentiende el significado de este vocablo. Sobre todo en nuestra condición; algunos creen que ser independiente implica ir por la vida exhibiendo una suficiencia de todopoderoso, y desdeñando la mano siempre presta a ayudar que se nos pueda acercar.
Y hay de los otros; aquellos que viven pregonando su independencia ignorando que la misma es primero de pensamiento y se trasunta en nuestras obras y acciones, antes que de palabra.
Desde hace ya dieciocho años en que la vida me mostró claramente que la moneda tiene dos caras, comprendí que mi independencia estaba directamente atada a mi sagacidad para no caer en alguno de los dos extremos de los que hablé precedentemente:
-Ni creerme el todopoderoso,
-Ni andar gritando a los cuatro vientos mi independencia, para disfrazar mi absoluta dependencia.
Hay que empezar por no olvidar que si bien uno perdió la vista, sigue siendo una persona. Y como tal, debe ser receptivo, y abrirse a la idea de que la vida continúa y hay que vivirla con calidad.
Hay que ser receptivo para saber aceptar el consejo de ese familiar, amigo, o profesional que nos sugiere explorar y alcanzar todo ese cúmulo de herramientas tan vitales para nuestra rehabilitación y reinserción social.
Haciendo caso a ese consejo o sugerencia, adquiriremos las técnicas y elementos necesarios para un mejor desenvolvimiento en nuestro diario vivir.
Cuando hablo de herramientas o elementos, me refiero por ejemplo al Braille. Sistema de lecto-escritura que me permitió seguir escribiendo y leyendo con absoluta libertad.
Y ni que decir de la Computación. Gracias a ella estoy comunicado con todo el mundo, y lo que es aún mejor, puedo volcar mis conocimientos a favor de mis pares, preparándolos para trabajar libremente con una computadora explotando sus múltiples utilidades.
Obviamente, que toda esa independencia de manejo se vería muy restringida, si no la ayudara con el bastón. Debo admitir que me costó sobremanera amigarme con este adminículo, pero hoy día lo necesito para moverme de un lado a otro para cumplir con mis compromisos.
No soy el más indicado para dar consejos, pero me animo a decir, que poniendo lo mejor de nosotros y aprovechando al máximo todo lo que nos dan las escuelas de rehabilitación, mejoraremos la calidad de vida; crecerán nuestras expectativas; cristalizaremos los sueños más osados, y fundamentalmente, exhibiremos una plena independencia basada en el sentir y la acción, que llenará de orgullo y satisfacción a todos los que nos quieren y con su afecto incondicional, nos dan día a día la fuerza para seguir.
Arturo Arias Terceiro
jueves, 31 de julio de 2008
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
1 comentario:
La peor dependencia es el miedo, que no nos permite expresarnos, realizarnos y superarnos. Bienvenido el valor que nos guía a la independencia, aunque el recorrido sea largo y sinuoso.
Publicar un comentario